viernes, 24 de agosto de 2012

Días 16 y 17: 17 y 18 de Julio y los útlimos días.

Días 16 y 17: 17 y 18 de Julio y los últimos días: Son las 16:15 horas del día 24 de Agosto de 2012 en el despacho de Alfarrasí. Abro el facebook, en los amigos conectados encuentro al sacerdote de Kara, con quien compartimos su ordenación sacerdotal y viví la Primera Misa, Ama-Edi Didier Meba, el joven togolés Charles y mis compañeros “togolitos” Cecilio, Silvia y Mireia. De un modo u otro conectados al facebook, la ventana que me permite compartir las fotos y lo vivido. Quedan en este diario unas páginas pendientes. Son los recuerdos de los últimos días, escritos en España con el corazón en el Centro Salesiano Don Bosco de Kara. Mientras un clarinete suena, recuerdo el día 16 de estancia en la misión, el 17 de Julio. Comenzó el día, el Padre Rafael nos llevó a Antonio y quien os escribe a la vivienda de un poblado. Comenzaba a bendecir las casas de este poblado, el que tenía los hogares más cercanos. Vestido con el alba y la estola, acompañado por el catequista. Comencé la tarea. Después el padre nos llevó a otra casa y a partir de entonces desde las 9 de la mañana a bendecir las casas. Fue caminar y caminar, bajo el sol tropical, por senderos, bosques, maizales, una detrás de otra, acompañado por los fieles, rezando el rosario, escuchando los cantos a María de quienes me guiaban por los poblados. Pronto reconocí el lugar. Para mí era especial aquella comunidad. Mi primera. La que me encontré hacía un par de domingos, la de la escuela convertida en Iglesia y la promesa de volver otro año. La abundancia de personas ciegas y la presencia de un joven albino fueron los indicios para descubrir esta comunidad. Caminar y caminar, las diez, las once, las doce, la una, las dos. Una casa y otra. Sí, pues claro, estaba cansado y lo peor, tenía sed y aún teniendo ante mi agua no podía beberla. Me encontraba en África y era feliz. El sol provocó una quemadura en mi cuello, la cual aún permanece y lentamente va sanando, entre el alba y la estola. Pero me sentía dichoso con aquella gente. Las dos, proseguíamos bendiciendo. Una llamada del Padre Rafael, aún quedaban cinco casas. Pero había de regresar a comer. Y así fue, éstas serían bendecidas por él. Más de treinta hogares cristianos donde entré en sus habitaciones, las bendije, además de las estampas, cuadros, aperos de labranza, cosechas, animales domésticos,… Agua ante mí, oración de bendición y una gran sed. No me importaba. Volvería a vivirlo mil veces. “Regresamos, nos espera el Padre Rafael”, intuí en las palabras en francés que me dirigió el catequista. Y a caminar por la carretera, vestido con el alba. Reencuentro, a la Parroquia y a casa. Allí nuestros togolitos no se encontraban, pues habían sido invitados por el antiguo consiliario a comer. Y delante de mí el manjar más delicioso que un ser humano puede encontrar: agua. Sí, confieso que llené con devoción y veneración el vaso, lo acerqué a mis labios y saboreé cada sorbo. Nunca creí que el agua fuese tan sabrosa, tan rica, tan dulce. Nada comparable con un vaso de agua. Al final es lo único importante. Podemos beber otros líquidos, pero nada comparable con el agua. Os confieso, desde entonces he descubierto su valor y la sustituyo muchas veces por otras bebidas o refrescos. La hermana agua, “casta, humilde y preciosa en su candor”, le cantó el “Pobrecillo de Asís”, Francisco. Comida y regreso de mis hermanos togolitos. Tiempo de descanso, para proseguir con las compras. Los vendedores nos esperaban a la puerta del convento, entre ellos un pastor protestante, quien reventó los precios respecto de los otros dos y cada uno a pensar en sus gentes y en los regalos: mascaras africanas, las que son expresivas, la Virgen de la Esperanza que me acompaña en mi despacho de Montaverner, Nuestra Señora de la sencillez, cuyos ojos me miran en estos momentos, Santa María de la Dulzura en la sacristía de Alfarrasí,… regalos y obsequios del África profunda. Y después de gastarnos unos cuantos miles de francos CFA, descanso. A las 18 horas con el Padre Rafael partí hacia la Iglesia y allí mi última misa. ¿Qué sentí? La Iglesia me atrapaba, era como un invisible imán que me impedía caminar mientras avanzada en la procesión de entrada, acompañado por los dos monaguillos y el Padre Rafael. Una voz, diréis la imaginación, me decía, “no te vayas”. Confieso que no me hubiese ido. Pero la vida del sacerdote está en manos de Dios, cuando seas anciano, es decir, “presbítero” extenderás las manos y otro te llevará donde no quieras ir. Después de resucitar se lo dijo Jesús a Pedro, en la orilla del lago de Getnesaret, refiriéndose a la muerte que iba a sufrir. Pero ¿por qué no se referiría también al sacerdocio? Al finalizar la misa, el catequista subió con una mujer enferma. Allí impartí mi última bendición, rondando las cien. Con todo mi corazón oré por aquella mujer. Comprendí el poder de Dios. Era sacerdote. Como los apóstoles imponían las manos sobre los enfermos. ¿Sanó o no sanó? Pues no lo se. Lo único que se es que en nombre de Dios recibió la bendición. Dios se sirvió de mí para confortar a su hija. Regresamos. Los togolitos habían ido a visitar la casa de Bertran. En coches fuimos a cenar. Ésta fue en un restaurante e invitamos a la comunidad salesiana. Después tertulia con nuestros mosqueteros y la oración del lápiz preparada por Silvia. Momento de despedida, de regalos a quienes nos habían acompañado y un hasta que Dios quiera. Afortunadamente internet impide perder la relación con quienes fueron nuestros acompañantes: el joven de gran profundidad espiritual, Olivier; el educador responsable y siempre atento Cyrach; el siempre disponible, nuestro intérprete, Bertran; y el espabiladete y más joven Charles. Y a terminar de organizar las maletas y dormir. Pronto, a las 5 nos levantamos. Desayuno. Oración ante María Auxiliadora y en la furgoneta, con Leonard, un salesiano y los Padres Faustino y Rafael a Lome. Último amanecer en Togo. El camino largo. A mitad de él nos encontramos con el Padre Athanas, el que mañana con gran gozo acogeremos en nuestra tierra y a quien su madre había fallecido. Unos ricos plátanos y adelante. Dolor de rodilla. “Todo sea por las misiones”. Apenas descansamos hasta que alcanzamos al costa. Pero antes una imagen de las que rompen el corazón: niños cubriendo los baches mientras piden limosna. Delante de mí la costa. En el pensamiento las infernales hileras de esclavos encadenados, llevados por aquellos caminos. Para ellos el mar no era un lugar paradisiaco, sino el infierno, la puerta del no retorno. La costa de los esclavos, la que en condiciones infrahumanas eran conducidos por los cristianos europeos a las costas del Caribe y América del Norte, privados de libertad. En el recuerdo la serie que marcó mi mentalidad y nos concienció a todos del drama de este pueblo: Raices. Eran los años setenta, sin haber alcanzado la primera década de vida. Todos conocíamos a Kunta Kinte, el joven negro condenado a la esclavitud y los sufrimientos por los que pasaron los afroamericanos lograda la libertad, sometidos a la segregación racial. Allí estaba el Golfo de Guinea, con sus barcos y el puerto de Lomé. Después de recorrer la ciudad, parar para que bajase el joven salesiano y partiese en taxi a Benin, ah y sentir un gran alivio de rodillas al poder estirar las piernas y a través de una calle difícil de transitar entramos en la casa de los salesianos de Lomé. Allí fuimos acogidos por los padres. Comida, entrega de la habitación, siesta y a comprar al mercado. Fue “agobiante”. Esto sí que era conocer África. Cinco vendedores acosándote con sus productos, sin espacio físico. Pero con el encanto de saborear un mercado africano. También visitamos la Catedral, lugar donde aparcamos el coche. Después regresamos, misa con el Padre Rafael, vísperas ante una comunidad llena de jóvenes africanos, los seminaristas, cena, rosario con el sacerdote y Javier, su hermano. Descanso y a las 2 de la madrugada levantarse, ducha ah y un pollo cantando. Al aeropuerto. Allí nos despedimos con tristeza de África. Vuelo en Air Marroc con cena incluida. Amanece en África mientras nosotros sobrevolamos el desierto del Sahara. Aterrizaje en Casablanca y de nuevo al avión. Esta vez en Iberia. ¡Qué bien nos hablan en español”. Retraso de una hora por avería en una puerta. Sin la pantalla con la que en los aviones marroquíes sabíamos donde nos encontrábamos y el tiempo que nos restaba. Las azafatas amablemente nos ofrecían refrescos, pero pagando. ¡Qué diferencia entre una compañía aérea y la otra! ¡Cuánto añorábamos la comida con la que se hacía más llevadero el viaje! Después los pilotos se quejan de la fusión. Aterrizaje en Barajas. La hora de retraso provocada por Iberia nos llevó a ir contrarreloj. Todo milimetrado. Tren de cercanías y a correr que apenas nos quedan unos minutos antes que cierren las puertas del AVE. Rápido que cerramos, oí mientras el corazón parecía estallar. Y adentro con las ocho maletas. Viaje grato y comida allí y ya estamos en Valencia. Ante mis ojos, la niña de mi corazón. Martina me esperaba y qué alegría encontrarla. Imposible olvidar la primera imagen y con ella mi familia, su madre y hermana adoptiva mía Mª José, es decir, prima hermana, su marido y para mí, mi cuñado, Alfredo y como no, la mujer que en silencio sufrió mi ausencia, la persona que en este mundo más me ama y sin su testimonio de madre católica no hubiese sido sacerdote. Callada como la madre de Jesús ahí estaba, contenta de ver a su hijo. Con ellos la familia de Cecilio y feligreses míos: Maribel, su esposa, Paula y María Isabel, sus hijas, y los familiares de mis compañeras de viaje. Tertulia, regreso. Un rato en casa y antes de anochecer a Alfarrasí. ¿Terminó el viaje a Togo? No, las dos vírgenes me lo recuerdan. Constantemente lo tengo presente. Mañana nos visitará el Padre Athanás, el próximo mes el Padre Rafael. Los días siguientes a contar lo vivido. campamento en el que disfruté muchísimo con mis Juniors y mi equipo de educadores, los que se han formando conmigo, disfrutando de la buena comida de los cocineros. Después lo conocéis, revisión del diario y publicación de éste y las fotos. Fiestas. Recuerdos de una experiencia de las que marcan. Puedo afirmar con gozo y con todo el corazón agradeciendo a Dios, quien ha hecho posible este sueño convertido en realidad: “yo he estado en África, he sido por unos días misionero”. Alfarrasí a 24 de Agosto de 2012. Festividad del Apóstol San Bartolomé.

Día 15. 16 de Julio.

Día 15º. 16 de Julio. Queridos amigos: Son las 11:17 en España. En el recuerdo tantas vivencias en este día en el que he caminado por África. Comenzaba a las 6 de la mañana con la celebración de la misa en la parroquia. Después el Padre Rafael me ha invitado a acompañarle con la responsable de los enfermos a administrar el sacramento de la unción a tres de ellos. Desayuno de leche condensada, la que trajeron los togolitos con achicoria y jamón. Enseguida a la parroquia y de allí en moto a un barrio, donde he comenzado la bendición de los hogares. La anécdota ha estado en los niños en brazos de su madre quienes al ver al blanco se asustaban y lloraban. De nuevo hermanos nuestros que viven en casas de cemento pero sin apenas luz, con los animales y el huerto de maíz. A las 14:30 he regresado en moto al Centro Don Bosco. Comida, siesta y a las 17:30 el Padre Rafael me ha despertado. Con él he visitado la tumba del salesiano y la salesiana, los primeros que llegaron a Kara. Al contar su edad, me ha estremecido, con 41 años, es decir, la mía. Dios ha querido que visitase la misión promovida por él cuando tengo los mismos años con los que partió a Su Casa. Después hemos llevado al mecánico a su taller, con la furgoneta reparada para el regreso a Lomé y de allí al Foyer, donde los niños nos esperaban para llevarlos de campamento a Kotunú. En el viaje un control del ejército, con una cuerda impidiendo el paso. Ha sido descubrir que eramos de los salesianos y dejarnos pasar sin inspeccionar nada. Es el respeto y aprecio ganado por estos santos hijos de Don Bosco. Y al pueblo donde las tiendas se abarrotaban. Allí he permanecido un buen rato, con estos niños de mirada triste y carentes del afecto de unos padres. Si me preguntáis que es lo que más me ha afectado, lo más triste que he contemplado, la respuesta es inmediata, conocer a estos niños y niñas y a los que piden comida porque tienen hambre, es decir, no han comido en todo el día. Me estremece con tan solo pensarlo. Mientras yo tiro la comida y en nuestros hogares llenamos las bolsas de basura con la sobrante, estos niños pasan hambre. Sí, lo he oído muchas veces y visto en televisión, pero ahora los conozco. Son jóvenes con nombres concretos. Ya, no podemos hacer nada o sí. No tirar la comida, haciendo lo que hacen los salesianos, guardándola para otro día y con el dinero ahorrado enviarlo a las misiones, a las casas donde acogen a los niños y niñas abandonados, donde tienen al menos dos comidas diarias y habremos conseguido apagar el hambre de un niño. O apadrinar uno de ellos. No podemos acabar con el hambre del mundo. Dios no nos pide esto porque sabe que no se encuentra en nuestras manos, pero sí con el hambre de un niño concreto. Como hizo la Madre Teresa de Calcuta. Y medios los hay y dinero también, contactando con los salesianos de Kara u otras personas que se encuentran en los países donde se pasa hambre. Todos podemos prescindir de gastos superfluos y entregarlo a las misiones. Eso sí está en nuestras manos. Allí hemos permanecido, mientras las cocineras les preparaban la cena. Después el regreso con el rezo del Santo Rosario. Cena, oración, ordenador y a dormir. Son las 11:33 en Togo, la 1:33 en Kara. Un animalito canta. Y así terminé en Togo el diario misionero.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Día 14º. Domingo 15. Primera Misa de Didier.

Día 14º. 15 de Julio. Queridos amigos: Son las 21:14 en la noche de Kara. A esas horas en nuestra tierra aún es de día, debido al retraso de dos horas sobre el horario solar. Aquí es la hora exacta, la natural, y la cercanía al ecuador provoca los días apenas se abrevien o prolongen a lo largo del año. Siendo verano es la estación más suave, la de las lluvias que abarca la primavera y el estío. Después llega la estación seca donde no cae una sola gota y se pasa de los 40º durante el día a los 15º en la noche, debido al aire que desciende del desierto y las zonas templadas del hemisferio norte. Dentro de una semana si la Divina Providencia así lo considera me encontraré de campamento en Teruel y con el corazón en esta tierra que me ha cautivado. Me enamoré de África hace cuatro años, bueno, quizás antes, en la adolescencia. Aquellos años en los que escribí no se si llamarlo libro, pero sí un relato donde reflejaba mis sueños: ser sacerdote y misionero en África, concretamente en el Congo. Y ahora aquí me encuentro, disfrutando de esta experiencia, rodeado de estos hombres y mujeres excepcionales como son todos los que dejando sus países llegan a esta tierra a anunciar el Mensaje de Jesús, el único capaz de transformar la sociedad desde el corazón del ser humano, porque le ofrece un Dios Amigo que escucha, a quien hablarle con el corazón bien sea en el silencio de la plegaria, bien en las danzas y cantos, bien en el hermano. Este Dios que nos invita a amar a los demás como Él nos ama, haciendo presente el Reino. En esta comunidad y desde ella estoy viviendo días únicos. Hoy ha sido uno de ellos. Quien descansa en la habitación continua, Didier ha celebrado su Primera Misa. Al igual que ayer, a las ocho de la mañana la que bien podemos llamar Basílica de San Juan Bosco por sus dimensiones, se ha llenado de más de dos mil personas. Sí, lo que leéis. Y es verdad, en África la gente camina horas para ir a misa. Hoy lo han visto con emoción mis ojos. El día ha amanecido lloviendo y sin embargo gentes procedentes de poblados distantes, como los que visité el pasado domingo, han emprendido el camino hacia la parroquia. Tan sólo los ancianos y enfermos han quedado en sus casas. Era un goteo de personas, una procesión de adultos y niños, hombres y mujeres, acercándose a la Iglesia y sufriendo la lluvia sin paraguas ni impermeable. El africano es fuerte y recio. Pasadas las ocho y precedidos por cantos hemos iniciado la procesión de entrada. Impresionante la Iglesia, con personas de pie. Por tercera vez vivía una gran celebración. Este templo inacabado, promovido por el Padre Rafael, sin puertas ni ventanas, nos ha acogido. La misa ha sido la expresión de la inculturización. Lo más significativo para este occidental han sido los elementos indígenas, además de los cantos. Especialmente las ofrendas y el final de la misa. En la primera le han ofrecido una azada, con todo el significado: para la familia o la tribu ahora ya es un hombre adulto y por tanto tiene el deber de cultivar la tierra, es decir, le encomiendan que cuide de la viña del Señor, el campo que Él ha plantado, pues recordando a Benedicto XVI el día de su elección, somos humildes trabajadores de la viña del Padre. Otro momento ha sido la danza ritual. Sólo pueden participar los iniciados. Por el pasillo central ha entrado el grupo y lo han integrado en ellos, recorriendo la Iglesia y bailando. Otro elemento de la inculturización o expresión de la fe en categorías propias del lugar. Es la fe que asume los ritos propios de cada cultura (pensemos en nuestros pueblos mediterráneos la importancia del fuego) y ésta recibe al sacerdote como hombre grande, lejos de expulsarlo de la comunidad por pertenecer a una religión diferente a la de sus antepasados, el animismo, lo aceptan y lo veneran. ¡Cuánto me ha recordado a Juan Pablo II! Él se ganó el corazón de todas las gentes acogiendo las expresiones culturales de cada país e integrándolas en la eucaristía. La apertura del Año Jubilar fue un símbolo de ello. Es la Iglesia que tradujo la fe semítica, hebrea, en categorías greco-latinas, la Institución que respeta las tradiciones y las orienta hacia Cristo. Como os decía, ha sido bellísimo y a Didier se le veía feliz. La familia sentía la dicha de tener entre ellos un “mon père”, un sacerdote, representante de Dios. Y así ha concluido la celebración en la que de nuevo mi alma se ha colmado de admiración por este pueblo. Después a las dos hemos compartido la comida en una de las dependencias de la misión. En ella nos han servido pasta de maíz con pescado, carne con arroz, dos platos condimentados con las salsas picantes y riquísimas. Y para beber refrescos, cerveza y la bebida propia del lugar, que está también buenísima con moderación. Ha sido una comida como las que se celebraban antes en nuestros pueblos. Sin restaurante ni costosísimos salones de banquetes. La familia o amigos la prepara y la sirven. ¿Para qué más? Las 21:38 Didier entra en su habitación. ¡Si supiera que estoy escribiendo acerca de él y de cómo Dios se ha servido de su persona para reavivar en mí la gracia recibida el 27 de Mayo de 1995! Fácil es imaginar los sentimientos en su interior. Es sacerdote. Desde ayer lo es para toda la Iglesia. Su vida es signo de la presencia de Dios. Sus palabras hacen presente a Cristo en la eucaristía, perdonan los pecados, confortan a los enfermos. Es Dios en medio de los hombres y mujeres. Bien, concluida la comida siestecilla. Y entorno a las 18 horas me ha visitado el Padre Rafael. Con él he ido a la iglesia. Allí de nuevo he podido disfrutar de la fe de este pueblo. El grupo de los carismáticos estaba celebrando la fiesta de final de curso, animada por cantos. Y todos ellos jóvenes, padres, madres y niños correteando por la gran iglesia. Nos han ofrecido comida y ¿cómo negarse? Eran fideos con pimiento picante y cebolla. Hemos comido la mitad y el resto lo hemos repartido entre los niños. Sí, amigos, en África hay hambre. No son rostros raquíticos, salvo excepciones, pero los niños tienen hambre, comen cuanto se les ofrece, quizás porque al día siguiente no comerán. No me canso de escribirlo, en África se pasa hambre. Me recordaba lo que he escuchado de nuestros mayores. Las bodas en las que los invitados comían hasta saciarse, en abundancia, sencillamente porque al día siguiente volverían a comer lo de siempre y en poca cantidad. Este país recuerda nuestra España de la postguerra, de gentes que malviven y pasan hambre. No es tan distinto al nuestro. Nuestros padres y abuelos sabían lo que significaba trabajar para sobrevivir en una economía de subsistencia. No tener cuarto de aseo, ni ducha y el que las gallinas y los patos correteasen por una casa sin piso de mármol. Cuando veo a los niños con la azada pienso en mi abuelo, quien nació en 1902, él también de pequeño, con la edad de estas criaturas iba a recoger aceitunas y a cultivar los campos con una azada. Él apenas fue a la escuela y su vida hasta que murió con 94 años fue un trabajar sin descanso. Aquí me he rencontrado con mis raíces. He conocido mejor a mis antepasados. Pero bien, al margen de ello, ha sido una fiesta. Como siempre con un gran número de personas, todos ellos jóvenes, y han cantado y hemos bailado al ritmo africano. Y lo han agradecido. Sin conocerme me han acogido, sencillamente porque era un sacerdote, amigo del párroco que tanto quieren y tanto ha realizado en esta parroquia, el Padre Rafael. Y después, cena de lo que ha sobrado en los últimos días, porque aquí no se tira comida. Veo los cubos y no hay nada de comida. Los huesos van para los perros. La que sobra se guarda, se come otro día o se reparte entre los hambrientos de este lugar. Y a descansar. El pensamiento de hoy, quizás sea repetitivo, soy feliz, esta Iglesia llena el alma, siendo minoritaria, el 30% de la población, es viva, alegre, dinámica. Es lo que les prometo cuando me ofrecen hablar que os diré. Es una Iglesia de la que tenemos que aprender en la vieja Europa. Joven y acogedora, con un gran sentido comunitario que comienza en la comunidad de base del barrio, con su presidente y consejo pastoral para reunirse toda ella, sumándose los movimientos, en la parroquia, con el párroco y los catequistas como máximos responsables, acompañados por el Consejo de Pastoral. Ah y nuestros togolitos siguen en el campamento, valga a “Ti mi Buen Dios les concedas un merecido descanso, que allí sientan la felicidad que yo siento esta noche y la dicha de saber que están sirviéndote en aquellos a los que Tú serviste, los últimos de este mundo, este pueblo tan maltratado y tan fuerte, cuya vida no tiene valor para Occidente y sin embargo son los primeros para Ti. Padre bendice a Amparo, Silvia, Mireia y Cecilio, que esta experiencia les ayude a vivir con pasión el Evangelio de tu Hijo Jesucristo con la luz de tu Espíritu y la intercesión de María”. Buenas noches. Son las 23:56 en España, dos horas menos en Togo. Y por cierto me gusta este horario. Acostarse pronto y levantarse pronto. Mañana a las 6:30 misa.

Días 12 y 13. Viernes 13 y sábado 14 de Julio: adios a Siou y Ordenación Sacerdotal de Didier.

Días 12 y 13. 13 y 14 de Julio. Queridos amigos: Ayer me fue imposible escribiros. Hoy en la soledad acompañada por el icono de Cristo que me recuerda hallarme siempre bajo la mirada compasiva de Quien es la Misericordia y rodeado por la comunidad salesiana del Centro Don Bosco de Kara, comienzo las primeras letras. Del viernes recordar la misa en las salesianas. Para Didier fue su última misa como diácono. Acompañado por el Padre Rafael, las religiosas, un periodista de Radio Togo, otras personas y quien os escribe. Después el desayuno, descanso y partida hacia Siou con el chofer Leonard, el seminarista Gabriel y el Presidente de CV-AV Cyriaque. Allí nos esperaban los togolitos, con la tristeza de dejar atrás el mejor de los campamentos vividos, la despedida de un grupo con los que se habían integrado y la vivencia de un grupo compacto y unido. Después de regresar comida y tarde de compras y ciber en las hermanas. Momento para rencontrarme con vosotros. Sentir la dicha de saber que en la distancia estamos unidos por Cristo y por el afecto hacia quienes desde 2004 sois mi familia y tantas personas buenas que he conocido en mis años de sacerdocio. Rato para compartir con los amigos del Facebook lo que sentía y estaba viviendo. Cena, tertulia y descanso a las 22:30. En la habitación continua dormía su última noche Didier, con la ilusión propia de quien va a recibir el don del sacerdocio esperando amaneciese y llegase el día que quedaría siempre en su memoria. A las 7:30. Ah por cierto son ahora las 11:04. Bien como os contaba, nos hemos levantado. El desayuno ha sido compartido con la familia de Didier, sus padres, sus hermanos, todos vestidos con trajes de colores y motivos togoleses. También este grupo que ahora se encuentra en Kante se ha vestido para la ocasión con unos pantalones nuevos típicos de la tierra. Y con el Padre Fernando y el Provincial a la Parroquia San Juan Bosco. La nueva Iglesia, en construcción, estaba preciosa. Amplia y espaciosa, una gran basílica en el corazón de Kara, faro iluminando día y noche a toda la ciudad. Allí ellos se han sentado y los sacerdotes nos hemos dirigido a la Iglesia Parroquial, saludando al Obispo y amigo Jacques Longa y a los hermanos en el ministerio. A las 8 de la mañana la procesión ha comenzado. Sí era una ordenación sacerdotal, con la misma estructura y elementos que en España, pero con un colorido y ritmo diferente. Delante iba un coro cantando cantos africanos. Toda ella ha sido un exponente de la inculturización de la fe y la liturgia, manteniendo lo esencial y adaptando lo secundario. Dos coros, uno a modo de charanga, animaban la celebración. Ha sido emocionante. Todo está siéndolo. Pues “Tú mi Buen Dios nos has concedido vivir una ordenación sacerdotal desde dentro, acompañando en las horas previas al ordenando, sintiéndonos parte de su familia”. Emoción en el momento en el que él se ha acercado al altar, pero especialmente cuando le he impuesto las manos y le he dado el abrazo fraternal al estilo de España y de Togo, es decir, el triple saludo con la cabeza. Quien es hijo único tiene desde hoy un nuevo hermano unido por un lazo más fuerte que el de la carne y la sangre, el del ministerio sacerdotal. Hoy la Iglesia tiene un nuevo sacerdote, un servidor no sólo de la Congregación Salesiana sino de todos los que formamos la familia de Jesús. Y precisamente el día 14 de Julio. Hace ya muchos años en 1989 moría el Arzobispo de Valencia que entregó su vida por la santidad sacerdotal, el Siervo de Dios D. José María García Lahiguera y el mismo día era aceptado por el actualmente misionero D. Vicente Folgado y el actual Obispo de San Feliu, D. Agustín Cortés, para entrar en el Seminario. Hoy bien podemos considerar una gracia de este obispo santo, en presencia de los valencianos, de quienes fuimos sus ovejas y de las hijas de su grey, ha sido consagrado sacerdote un joven profundo y alegre. África ha ofrecido a la Iglesia Universal un presbítero. Y después de esta reflexión, prosiguiendo en lo más significativo, cabe destacar las ofrendas con la presencia de un grupo de danza africana que ha ofrecido el colorido de la tierra. Vestidos y pintados a la antigua usanza han entrado por el pasillo central ofreciendo al Buen Dios un baile ritual. También emotivas han sido las palabras dirigidas por el Obispo a los valencianos y por Didier a Cecilio y los españoles que nos encontrábamos allí, ante una Iglesia repleta de personas. Concluida la misa el neosacerdote se ha fotografiado con nosotros y con todos y ha participado de la danza ritual. África en la serenidad es movimiento, baile. Este es el encanto de las celebraciones. No son de media hora sino mucho más largas, pero que rápidas pasan por que toda ella te introduce en el Misterio de Dios. Ellos con tan sólo contemplar como le bailan y cantan te hacen ver que Dios está ahí. Su corazón irradia la presencia del Dios al que sus antepasados adoraron y que gracias a la vida entregada en muchos casos hasta la muerte por parte de los misioneros, tiene rostro y se ha encarnado en esta cultura. Después hemos comido en una de las salas de la nueva iglesia: ensalada, pasta riquísima de maíz, pescado, carne de un ave propia de aquí y helado. Y a casa con el Padre Fernando. Descanso y hacia el nuevo campamento con el todoterreno de los salesianos repleto de maletas y jóvenes. Una hora de camino. Allí nuestros togolitos se han aposentado en una habitación y han comenzado a compartir y ayudar en el campamento, mientras la lluvia torrencial regaba las tierras de este país del Golfo de Guinea. Y de vuelta, cena al principio sin luz, después ya con ella y a rezar y escribir. Así ha sido el día. El Padre Dibier descansa como sacerdote. Ha sido su día, en el que todos le hemos mostrado el aprecio. ¿Qué pensamiento me queda? Han pasado dos semanas ya y soy feliz entre esta gente, con los católicos de Togo. Como los samaritanos bien puedo decir que ahora conozco a Cristo negro no por lo que me han contado, sino porque lo he visto. No me canso de escribirlo. Esta tierra tiene algo y sobre todo sus gentes. Son tan sencillas y buenas que se ganan el corazón. Es la Iglesia del siglo XXI, una Iglesia cada vez menos europea y más africana, la de los templos repletos de jóvenes, niños, adultos. Esta Iglesia pobre en medios y edificios, integrada por cristianos que viven carentes de tantas cosas que nos esclavizan pero que se sienten comunidad y sienten suya la parroquia. La labor de los misioneros ha comenzado a germinar y al llegar aquí uno es feliz. “Iré donde Tú me digas Padre, pero cuanta dicha hay en mí al vivir en y con la iglesia de esta tierra”. Y a las 11:28 concluyo. Sigue lloviendo en Kara.

Día 11º. Jueves 12: sigo visitando las casas y conociendo como viven en esta tierra soñada.

Día 11º. Jueves 12. Queridos amigos: Son las 23:57 en España, las 21:57 en Kara. Hoy os escribo desde un lugar diferente, dentro del complejo misionero de los salesianos. Este amplio y verde espacio alberga al entrar en él la estatua de Don Bosco y a sus pies las sepulturas de los dos primeros salesianos que llegaron a esta tierra. Siguiendo más adelante se hallan las Escuelas Profesionales a la izquierda, el salón-capilla y el dispensario a la derecha. Unos pasos más y nos recibe un pequeño jardín con la imagen de María Auxiliadora y el convento de los religiosos, donde he vivido desde que llegué, con su claustro, habitaciones, capilla, comedor y cocina. Adentrándonos en la misión y llegando al final se hallan los campos de futbol y básquet, el internado, dos edificios en construcción, la casa de acogida donde se albergan además del salesiano de Togo nuestras educadoras, apenas separados se encuentran un grupo de habitaciones, todas ellas con mesa, silla, armario, mesilla, dos camas y cuarto de aseo, muy semejantes a las de las casas de espiritualidad de nuestra tierra. Es en esta habitación en la que se hospeda Cecilio donde voy a descansar los próximos días. ¿Motivo? El convento se halla lleno de religiosos, los cuales van a asistir a la ordenación sacerdotal de Didier. Entre ellos el Padre Provincial, un madrileño natural de Cáceres, majo y por lo que he observado una persona profunda. Bueno, todo religioso que ha dejado padre, madre, tierras, comunidad para marchar a África lo es. Son los misioneros, los últimos héroes de nuestra vieja Europa, esos hombres y mujeres que se entregan a sus gentes, desviviéndose por los olvidados y cuando hay un conflicto bélico se quedan aquí, aún sabiendo que van a sufrir experiencias traumáticas que les acompañarán el resto de su vida. Pudiendo evitarlas prefieren optar por quedarse en el lugar con sus gentes, siguiendo el mensaje de Jesús de perder la vida y ser el buen pastor que no abandona a sus ovejas cuando ve al lobo. Ahora bien, aquí uno descubre la razón. Baste conocer a los que viven en estas tierras para llegar a la convicción de que si estallase una guerra uno se quedaría. Además de los motivos religiosos por el motivo también evangélico de amar a quienes te aman, de proteger a quienes, como bien decía la joven musulmana a uno de los trapenses de Tibigne, ser la rama sobre la que ellos se posan cual pájaros. Cuando los conoces te ganan el corazón. Y así me ha ocurrido a mí. A las 5:45 me he levantado y con el Padre Rafael, quien sufrió en carne propia la Guerra Civil de Costa de Marfil, he celebrado la misa en la casa de las Salesianas. Allí había una religiosa que ayer no se encontraba, Argentina natural de Corrientes. Es decir, en el desayuno éramos casi todos hispanohablantes, salvo la salesiana de Mali: dos españoles, una argentina y una chilena. Y después nos hemos dirigido a la Parroquia, con el todoterreno cargado de sillas destinadas a la ordenación sacerdotal. De allí el Padre Rafael nos ha llevado a Emanuel, el catequista y quien os escribe al barrio lindante con la carretera. De nuevo me he adentrado en él. Vestido con el alba y la estola Juniors-CV-AV, he recorrido las casas. Las primeras se encontraban hacinadas, algunas de ellas desde la nueva perspectiva, en condiciones. Bueno, todas a pesar de la pobreza, son de cemento, con techo de plancha a dos vertientes. Y de allí ya hemos descendido a lo que bien podríamos llamar “la Huerta de Kara”. Como os escribía ayer, las gentes viven en unidades familiares con habitaciones, granero y dependencias, granja de pollos, cerdos y cabras y una pequeña extensión de tierra cultivada de maíz. Ha sido volver a mi infancia, cuando por estas fechas con la bicicleta iba a “birbar”, “tirar guano” y “pulvoritzar” los campos de maíz de mi familia, sufriendo el calor y la caricia cortante de las hojas, mientras escuchaba en el transistor el programa de radio “Protagonistas”. Por caminos he visitado veinte hogares acompañado por el catequista, tres CV-AV, el anterior presidente y ahora seminarista de Don Orione, Gabriel y el actual presidente Cyriaque y una niña que participó en el campamento de Awandjelo y llevaba colgada del cuello la cruz con la que obsequiamos a todos los acampados. A ellos se ha sumado un grupo de adolescentes muy majas y de feligreses. De nuevo ha sido una experiencia de las que llenan el alma. Te sientes querido y los quieres. Es de esas en las que estás como pez en el agua. Si bien en estos momentos Dios me quiere en mis encantadores pueblos de Montaverner, Alfarrasí y Benissuera. Es la Iglesia africana, la Iglesia de piel negra desde la que brota una luz tenue. Aquí he descubierto la poca importancia que tiene la raza. El encanto de las personas no está en el color de su piel sino en su mirada y forma de sonreír. Somos tan semejantes. Los niños miran al sacerdote con curiosidad, le saludan, se acercan y si les ofreces la mano se cogen a ella. Y bien, el tiempo ha sido breve para mí pero nos ha superado la una del mediodía. En mi estómago un poco de zumo y un dulce a modo de buñuelos que estaba riquísimo. ¡Qué buena es la comida aquí! ¡Y encima no hay queso! El Padre Rafael ha llegado y nos ha acercado a la parroquia y la casa. Después de comer paella valenciana en Togo y en el sabor mucho mejor que algunas que he probado en nuestra tierra, además de ser no con pollo y conejo de granja sino criados aquí. ¡Cómo voy a echar de menos la comida ecológica, sin conservantes ni aditivos! Sí, ellos viven como mi madre, abuelos y antepasados, sin ducha ni agua corriente en la mayoría de las casas, con poca luz y una alimentación insuficiente. Es decir, como aquellos cuyos genes llevamos en lo profundo de cada una de nuestras células. Los que se criaban a base de arroz, verdura, pollo y si se podía cerdo, conejo, y fruta del tiempo si la había. Los que vivían rodeados de gallinas, patos y la cabra. Una de ellas por cierto crió al hermano de mi abuelo, pues no encontraban “mare de llet” (nodriza) y como último remedio el “tío Ximo” acercó la cabra al recién nacido y “se agarro”, salvando su vida. Porque aquí uno comprende la causa de muerte de muchos de los niños anotados en las partidas sacramentales del siglo XIX. África vive como nuestras raíces, eso sí con móvil y televisor, que eso interesa a las grandes compañías de telefonía y tecnología. Después de comer, una larga siesta y a las 17:45 he vuelto a ser joven, a vivir lo que en mis años de adolescencia vivía cuando subía en la moto de Juanjo o Quique y nos íbamos a la caseta a pasar la pascua, san Blas o la comida de navidad del Instituto. Sí. Recuerdo un jueves de hace unas semanas. Cisco me vio dirigiéndome a cenar con los buenos amigos de Alfarrasí. “Puje a la moto” y qué susto pasé en tan sólo unos cien metros, pensando en todo lo que podía ocurrirme si teníamos un accidente. Pues África te cambia la mentalidad. Ha venido el hermano salesiano y me ha llevado a la parroquia. Si pienso en todo lo que nos dicen que puede pasar, en un país sin una buena sanidad, no subo Enseguida revestido he participado de la Exposición del Santísimo Sacramento como el pasado jueves. Una hora en oración y que rápida pasa en esta tierra. Ante Cristo eucaristía con una iglesia llena de jóvenes. Son los cantos los que realmente animan y levantan el corazón. Con qué alegría expresaban su gozo por estar ante Cristo. Cantaban, tocaban los tambores, movían la cadera, los pies, las manos. Sí, ellos estaban viendo a Jesús y le mostraban su amor del mejor modo que saben. Uno descubre como este pueblo es alegre. Y también comprende porque los caribeños, especialmente los cubanos, tienen unos ritmos tan vivos. Porque después del día más triste para el pueblo americano y africano, el 12 de Octubre de 1492 estas buenas gentes del Golfo de Guinea, la costa Atlántica y el interior del continente africano fueron encadenadas, deportadas en condiciones infrahumanas y condenadas ellas y sus descendientes a la esclavitud en el Caribe, Brasil, Estados Unidos. ¡Cuanta razón tuvo Juan Pablo II cuando pidió perdón a la humanidad! Y en concreto por los pecados cometidos con ocasión del Descubrimiento de América. Así lo dijo en Santo Domingo, donde llegaban los africanos, lejos de este hermoso continente, condenados a ser tratados como animales: “Que la conciencia del dolor y de las injusticias infligidas a tantos hermanos, sea, en este V Centenario, ocasión propicia para pedir humildemente perdón por las ofensas y crear las condiciones de vida individual, familiar y social que permitan un desarrollo integral y justo para todos, pero particularmente para los más abandonados y desposeídos” Y a pesar de la esclavitud y la alienación cultural ni los españoles, ni los portugueses, franceses e ingleses pudimos apagar las energías que brotan del interior de este pueblo. Son ritmos semejantes a los cubanos y los Gospell. Le cantan, le aman, a quien un día fue atado y llevado ante Anás, Caifás, Pilatos, Herodes, azotado, esclavo a merced de los poderosos de su tiempo hasta sufrir la condena destinada a los esclavos: la cruz. Bueno y después de disfrutar he regresado a la misión en moto, claro. He saludado al Padre Provincial, cena y a rezar y escribir. Este ha sido el día. De nuevo muy feliz por encontrarme con ellos. Os podéis imaginar el cansancio. Hoy sin un sol tan fuerte, pero con calor, más de cuatro horas caminando y… disfrutando. Haciéndome uno con ellos, conociéndolos, distinguiendo sus rostros, viviendo la acogida de estas buenas gentes. Es verdad, África tiene algo que uno le lleva a comenzar a contar los días que le quedan. En una semana, si Dios quiere, estaré en Valencia. No los cuenta porque quiere que pasen pronto, sino porque cada día se acerca la separación de esta tierra, los días más felices en mis cuarenta y casi dos años. Pero somos peregrinos guiados por el Padre. Tú hiciste realidad mi sueño, Tú me llevas de Tu Mano y ojalá quieras que el próximo año y todos los que me quedan de vida pueda volver a África, a sentir la magia, el encanto de este continente tan cercano al nuestro. Noche en África, apenas hace calor, más bien sopla un vientecillo agradable. Los animales cantan. Las 10:47 en Kara. Feliz viernes 13.

Día 10º. Miércoles 11: Bendición de las casas.

Día 10º. Miércoles 11. Anoto el día de hoy. Ya hemos superado el ecuador de mi primera misión. Son las 22:12 en la Misión Salesiana de Kara. Durante la tarde y la noche la lluvia apenas ha cesado y esto aquí es buena señal, pues significa abundantes cosechas, especialmente de maíz y por tanto los habitantes de este país podrán alimentarse durante los seis meses que dura la estación seca. De lo contrario sufrirán la terrible hambruna. Ahora, os lo confieso, no son rostros cuyos nombres desconozco, protagonistas anónimos de más de un telediario y de un “zapping”, dramáticas imágenes de niños muriendo de hambre abrazados por esqueléticos cuerpos. Son personas a las que he saludado, cuyos nombres conozco, con las que desde hace diez días comparto la fe. Y hoy ha sido un día en el que gracias al Padre Rafael me he adentrado en sus hogares. Una jornada pastoral y parroquial por excelencia. Mientras mis amados togolito y togolitas se hallaban a unas decenas de kilómetros, en Sious, impartiendo las clases y colaborando con los CV-AV del sector de Niamtougou, quien os escribe ha permanecido en Kara pero no en el que es su hogar. A las seis he concelebrado con el Padre Rafael en la casa de las salesianas. Allí además de la religiosa de Malí que conocíamos todos, he saludado a una hermana chilena y hemos podido en el desayuno hablar nuestro idioma materno o de adopción, la bellísima lengua con la que os escribo: el español. Como anécdota para los habitantes del lugar todos los que hablamos este idioma somos considerados españoles, no distinguiendo entre los nacidos en la Península y en continente hermano. Además me ha gustado la capilla, con numerosos elementos africanos como la imagen del Cristo y la Virgen María, pero especialmente el sagrario, una cabaña africana. Después de desayunar hemos regresado a la casa y a las 8:30 nos hemos dirigido a la Parroquia San Juan Bosco. Allí emprendía una experiencia enriquecedora. Después de traducir el Padre Rafael del francés al castellano y tomar nota de las oraciones, con uno de los catequistas, el vicepresidente de la comunidad y un grupo de feligreses nos hemos dirigido al barrio donde viven los católicos. Éste es un lugar pintoresco para nosotros. A mí me ha recordado los “massos” o casas de campo de la huerta valenciana. En un ámbito distinto, pero con ciertas similitudes. Los senderos y caminos unen diversos grupos de viviendas. Estas son lo que en nuestra tierra llamamos chabolas y, estos días intento recordar cuanto aprendí de la Geografía de 2º de BUP: en África llaman “bidonville”. Las ciudad, tal como os comenté otro día, está formada por edificios de piedra rodeados de tierras y viviendas. Siguiendo un circuito diseñado por este equipo, descendiendo a la izquierda de la carretera nos hemos adentrado en el barrio, visitando quince casas. En cada una de ellas bendecía el agua, si la había depositaba en su interior sal, bendecía con una oración la familia y asperjaba la casa y cuanto ellos me pedían. Ah y para terminar, mi fotógrafo nos invitaba a la “foto de familia”. Tan sólo la última casa, debido al agotamiento de las dos baterías, ha sido privada de ella. Todo ello me ha recordado Benissuera y la “salpasa” o bendición del agua, la sal y los hogares el lunes de Semana Santa. Un medio ideal para acercarse a uno de los ámbitos más íntimos de las personas, su casa y visitándolos llevarles a Cristo, sentirse sacerdote que trae la bendición de Dios a la familia. Y ¿qué encontraba allí? En primer lugar campos de maíz rodeando el conjunto de viviendas. Las familias distribuyen su casa del siguiente modo: habitaciones de planta baja una continua a la otra sin comunicación interior, con una puerta y una ventana, cama, mosquitera y si es la de los hijos en edad escolar libros y mesa para estudiar; cocina delante de estos pequeños edificios; habitáculos para ducharse, es decir, como las duchas de los campamentos pero sin grifo, pues aquí todos toman un recipiente grande con agua y con otro pequeño se lavan; granero, garaje o cuarto trastero; y los que tienen mayor poder adquisitivo granja con cerdos. Todo este grupo de chabolitas se encuentran rodeando un árbol que produce sombra . Si no habéis visto las fotos es difícil de imaginar. No penséis en el idílico paisaje de las series “La Barraca” o “Cañas y Barro”, sino más bien en un barrio del extrarradio de las grandes ciudades, pero con el encanto de no estar todas las chabolas hacinadas sino rodeadas de árboles y campos de maíz. La mayoría de sus habitantes se encontraban adecuadamente alimentados, en comparación con otros lugares y abundaban los niños. Las mujeres jóvenes llevaban todas detrás un bebé, una de las imágenes que permanecerá para siempre grabada en mi memoria. Pocas en edad de concebir las hay que no lleven un niño pequeño. Ya os lo he contado aquí hay muchos niños. Desde las 9:30 hasta las 12:45 pisando la tierra africana, disfrutando de poder conocer esta tierra desde lo más profundo, sus hogares, recibiendo la acogida de los católicos que viven en este barrio, una minoría pero unida y que construye con el párroco comunidad, desde las comunidades de base como primera célula de la parroquia sobre la que va vertebrándose y acogiendo en su seno los diversos movimientos (CV-AV, carismáticos, Legión de María, jóvenes universitarios, cooperadores salesianos,…). La parroquia casa de todos, integradora de la pluralidad de carismas y ministerios, rica por acoger en su seno la diversidad que enriquece la Iglesia. También en tres casas me han obsequiado con agua, zumo y refresco de malta. Es la forma que tienen de agasajar al huésped. Aquí te ofrecen lo que tienen, un vaso de agua. Entiendo ahora lo que afirmó Jesús: “quien os ofrezca un vaso de agua porque sois discípulos míos tendrá su paga”. En aquellos tiempos, era lo que se ofrecía al invitado, porque el Hijo del Hombre vivió pobre entre los pobres. En este lugar sigue viviendo, habitando las casas y aquí, como me pasa cuando realizo lo mismo en Benissuera y muchas veces cuando visito algún hogar, se sienten felices, alagados por mi presencia, no porque mí, sino por mi condición de sacerdote que lleva en su vasija de barro el mayor tesoro que existe. ¿Qué mas os puedo decir? Pues eso, que he sido muy feliz. Me he sentido, con la distancia que me separa en santidad, la Madre Teresa de Calcuta, quien fundó las Misioneras de la Caridad para “llevar la luz a los agujeros oscuros de Calcuta”. Ella conocía muy bien los barrios donde vivían los necesitados. Sin alcanzarle, por una mañana, me he sentido en cierto modo la santa, para mí, mas grande del s. XX y quien más nítidamente ha reflejado el rostro de Cristo. Dios me ha permitido llevar Su Luz a estos hogares. Sí, ya, no les he ofrecido nada material, pero lo más importante en nuestra vida es lo que no tiene precio: el amor que Dios a través de mis palabras, gestos y mirada ha irradiado a estas buenas gentes, las que te cautivan el corazón por su sencillez y bondad. Aquí el Padre ha revelado a los humildes estas cosas. Y después ha comer. Una buena ensalada y pollo. Descanso para a las 16 horas sentir la presencia de Cristo en la capilla de la clausura, hasta que la lluvia ha amainado y con el Padre Rafael he vuelto a la Parroquia, volviendo a la dura realidad. Es decir, después de intentar vanamente abrir el correo electrónico y el Facebook, he leído la página de “El Mundo”. España no sigue igual, sino peor que cuando marchamos, va sin saber a donde va, fruto de unas políticas centradas en la economía que ha marginado a Dios, al Evangelio y los valores de Jesús como son la defensa de la vida que lleva a la solidaridad y opción preferencial por la vida de aquellos que son “un problema” para los que no tienen corazón, una ocasión para amar para quienes creemos en Jesús, hijos para Dios. Sí, mis africanos ven la televisión y cuando comienzas a hablar descubres que en fondo lo que desearían es que te los llevases a Europa. Éste es el deseo profundo que anida en sus corazones y aunque no es cierto que en nuestra tierra lluevan los euros del cielo, si lo es que por el mismo trabajo se recibe mucho más y por tanto pueden ayudar a los que quedan acá. Bueno, como os decía, apagado el ordenador he asistido a la eucaristía en una comunidad. La pequeña capilla. Una habitación como la de ellos, con un altar, bancos y cuadros, entre ellos la Milagrosa. Llena de fieles y eso que algunos por la lluvia no han asistido, hemos celebrado la misa. Por cierto, de todas las edades, jóvenes, ancianos, niños. Durante la hora que ha durado la eucaristía y reunión se han hablado cuatro idiomas: el oficial del país, el francés; el materno y único que entienden los mayores, el cavillé, contando para ello con el catequista como traductor o lector del Evangelio en este idioma; el oficial en España o castellano y el materno tanto del Padre Rafael como de quien os escribe. Allí el párroco les ha invitado a apuntarse para que bendiga mañana sus casas. Todos desean la visita de quien os escribe. ¿No es para estar contento? Con la lluvia acompañándonos, he cenado y saludado a uno de los primeros jóvenes que conocí al aterrizar en Lomé: Didier. Él es salesiano y ha regresado de los ejercicios espirituales previos al presbiterado. El sábado será ordenado sacerdote, pasará a ser hermano mío en el sacerdocio. Y él habla un perfecto español, con acento “andalú”, pues ha pasado sus últimos cuatro años estudiando en Sevilla y Granada. Pertenece a ese grupo de jóvenes que nos ofrece África, esta joven plantita en crecimiento frente a la vieja Europa. El día no ha terminado. Después de cenar, Cristino me ha invitado a ir con Dibier y él al Foyer. Por cuarta vez y segunda de noche me he encontrado con los niños de la calle acogidos por la familia salesiana. En este hogar estaban viendo una película. Ha sido un momento entrañable. Han apagado el televisor y sentados en los bancos he dirigido la oración. En ella hemos dado gracias al Padre Bueno por el mejor momento vivido, la persona que más felices nos ha hecho hoy, la lluvia, los árboles, los alimentos, los que cuidan de ellos. El salesiano ecuatoguineano ha sido mi traductor. Ah y les he descrito como es la imagen de la Patrona de los Valencianos. la Virgen de los Desamparados que acoge a sus pies a dos niños. La verdad, bien podría ser la patrona de los Foyers del mundo, de todas las casas donde se acogen a los niños de la calle o de la guerra, pues en su origen fue llamada “Santa Maria dels Folls, Inocents e Desamparats”. Estos hogares son la humana imagen de nuestra Madre, son la Madre que muestra a Jesús y acoge bajo su manto, protegiéndolos, a todos los niños inocentes y desamparados, desde la pureza de corazón expresada en la imagen con la azucena. Y así ha terminado el día. Y termina. Son las 11:10 en Togo, la 1:11 en España. En resumen: un día de paz y felicidad viviendo el ministerio sacerdotal.

Día 9º. Martes 10. Visita a la Catedral.

Día 9º. Martes 10. Queridos amigos: Las 0:04 en España, feliz nuevo día. Aquí aún nos encontramos en el 10 de Julio, pues seguimos el horario solar. Vosotros oficialmente habéis cambiado de jornada, pero según la naturaleza seguimos en el día anterior. Se escucha la televisión. Nuestros buenos amigos misioneros descansan. Son realmente unos héroes. Ellos viven aquí, en esta estación en la que se está mucho mejor que en Valencia, con airecillo fresco y todas las tardes lluvia refrescante que reverdece los paisajes y en la estación seca, cuando el calor supera durante seis meses los 40º y la gente anda buscando agua allí donde la hay, en un auténtico calvario en busca de la que a veces se halla a varios kilómetros. Porque en este país son “aseados”, es decir, muy limpios. Los niños y las niñas se duchan dos veces al día y antes de comer se lavan las manos. La pobreza es grande, su mochila apenas es una pequeña de las nuestras o una bolsa con un par de prendas. Pero ¡qué felices son! La mayoría de los niños son como los de nuestra tierra, pero sin tantos recursos. Eso sí cuando te ven pasar te saludan con sus pequeñas manos, te ofrecen una radiante sonrisa y limpia mirada y te llenan el corazón. Esta mañana hemos visitado la Catedral, tan sólo por fuera pero se podía ver el interior gracias a las cientos de pequeñas ventanas. No os la imaginéis como en nuestras ciudades europeas, unas manzanas de casas y calles y en su corazón un gran edificio. Aquí es diferente, los espacios verdes abundan. Es un edificio en el centro de una explanada, sin ningún otro cerca. Tan sólo el colegio de las religiosas marianistas y la vieja catedral. Imaginad un jardín con un edificio coronado por la cruz. A pocos metros de la iglesia se halla un altar y cerca la gruta de Lourdes. Ya he visitado la Virgen de Massabielle sin ir a Francia. Delante de ella unos bancos y personas rezando el rosario ante la imagen de María, la Bernardette y los corderitos. También nosotros hemos rezado el ángelus y encomendado a nuestra Madre el campamento que vamos a iniciar. Después nos hemos acercado a los niños que son como la pastorcita a la que la Virgen se le apareció. Leonard nos ha conducido por el Mercado, el almacén con el trigo, el maíz,… la plaza con los cientos de puestos apretujados y el estrecho pasaje donde los comerciantes vendían. ¿Os preguntaréis para qué? Bueno en primer lugar para conocer Togo, pues una ciudad se conoce cuando te adentras en su mercado, pero sobre todo porque allí se encuentra la Barraca. A este pequeño edificio llegan niños perdidos en la ciudad, abandonados por sus padres o huidos de sus familias a causa de los malos tratos recibidos. Otras veces son los salesianos y voluntarios quienes los buscan entre la multitud y los llevan a este lugar. El objetivo es impedir sean presa de las bandas callejeras y las mafias. Es terrible pero hay personas dispuestas a explotar y abusar de ellos con el fin de obtener diversos beneficios. Y allí dos voluntarias nos han acogido. Lo más emotivo ha sido la niña durmiendo en el suelo, pequeña. Sí, en estos días hay infinidad de imágenes difícil de olvidar y que marcarán mi futuro. ¡Tanta pobreza! ¡Tantas criaturas inocentes pasando hambre, solos en el mundo! Y Dios con ellos en los salesianos y cuantos les tienen una mano y los acogen. Nos contaba la responsable la labor realizada por ellos. Una vez entran en la Barraca cumplimentan una ficha e intentan averiguar el origen del niño y los motivos por los que ha sido abandonado o ha llegado allí. Después visitan a sus familias y contrastan la información con la trabajadora social. Evaluada la criatura tiene varias posibilidades: volver a su hogar, integrarse en los centros de los salesianos o ser llevado a otro centro. En el lugar había poca gente, pero a lo largo del día pasan unos diez chicos o chicas que son acogidos y derivados a las casas de acogida. A veces algunos no quieren dejar la calle. Y así en el corazón de Kara cuatro personas ofrecen el rostro del Dios Padre lleno de Ternura que acoge a sus hijos abandonados. Después de comer el ATS me ha mostrado el dispensario de los salesianos. Se encuentra junto a la capilla, en el Centro Don Bosco y cuenta con una sala de atención y practicante, dos salas más, consulta del médico, farmacia y laboratorio. Es un punto más de luz en esta ciudad. Todos son atendidos por la comunidad y las personas que les ayudan. Y por la tarde, a las 15:30 hemos partido hacia un pequeño pueblo, Sious, uno de los más alejados. Se encuentra cerca de la frontera de Burkina Faso y allí entre la vegetación hay palmeras. La selva tropical ha sido talada y convertida en un nuevo tipo de bosque. Después de viajar por carretera de asfalto nos hemos adentrado 14 km de sendero hasta llegar a un poblado con un buen mercado. Primero hemos visitado la casa del párroco y saludado a otro sacerdote que llevaba sus muchachos al lugar. Después ya hemos entrado en este campamento. Como siempre de una gran austeridad. Salas de escuela transformadas en dormitorios. Los niños nos han recibido cantando y nos hemos unido a ellos en el canto y el baile. Ha sido el primer momento de integración. Y con ellos tres pequeños a los que tres globos les han cautivado. Es un nuevo campamento. Los chicos parecen, por sus vestidos ser de familias acomodadas, es decir, menos pobres. La tarde ha sido cautivadora por la luz y los colores. Después nos hemos vuelto parte de la Misión, cena y a descansar que son las 10:28 y mañana hay que levantarse pronto que tenemos misa. A las 5:30 fuera. Esto es Togo, amigos.