jueves, 9 de agosto de 2012

Domingo 9. Misa en las misiones.

Día 7º. Domingo 8. Queridos amigos: Desde este hogar llamado Centro D. Bosco os escribo una noche más. Son las 0:16 en España, las 10:16 en Togo. El día ha empezado para mí al igual que para mi equipo de togolitos bien pronto. Bueno y para todos los del lugar. Porque en este país a las 5 ya están todos levantados y a las 6 es la misa. Buscando el fresco del día sus habitantes son madrugadores. Apenas sale el sol se han levantado y este cuando así lo ha realizado quien os escribe ya había salido. Levantarse, ducha y aseo, desayuno del café con leche y ya me estaba esperando Leonard para partir. Iba a vivir mi primera experiencia en solitario como misionero. Las primeras horas del día me esperaban con un encantador grupo de católicos que aguardaban la llegada del sacerdote. En el camino la ciudad rebosante de vida, los vendedores de pan en el borde de la carretera, las parejas desplazándose en moto, todo un bullicio de motos, gentes, coches en un caos donde cada uno alcanza su camino. Primero hemos visitado la Iglesia de San Juan Bosco. Allí iban llegando los primeros fieles a misa. Después con mi intérprete Bertrán hemos emprendido el camino hasta la comunidad de Actida. Éste cada vez era más malo, hasta entrar por un sendero o como decimos en nuestra tierra “camí d’horta” a la escuela. Allí nos esperaba el presidente de la comunidad y un grupo de fieles que ha ido acrecentándose como un goteo hasta llenar la escuela convertida en capilla. Ellos llevaban los bancos y las banquetas. Sobresalían la cantidad de personas ciegas. Habré contado unas cinco. Todo era muy pobre, como a mí me gusta. Dios está en los pobres y en los últimos, por eso aquí uno ve más nítidamente a Dios y lo siente. Él te toca el alma, al contemplar a estos hermanos nuestros, quienes iluminan el lugar, carente de luz artificial y con el fin de resguardarse del calor de la estación seca en penumbra. Mesa de madera, en la que han colocado el mantel. ¡Dios mío cuan feliz he sido en mi primera misa presidida por mí en África! Sí, si veis las fotos tenéis que mirarla con los ojos de Jesús. Aquí está la Iglesia pobre del Jesús Siervo Sufriente, el que se hizo pobre para hacernos ricos, para hacer ricos a los pobres. El que vive en las chabolas y de allí se traslada por caminos de tierra a una pequeña sala carente de todo lo no necesario. La misa la he celebrado en castellano y ellos me han respondido en francés. Pero no importa el idioma. Hablamos el mismo: la lengua del Espíritu, la que a través de la gramática de la liturgia nos lleva a comprender cuanto celebramos. Y por supuesto han cantado y danzado. Especialmente me ha impresionado en las dos misas la colecta. Mientras cantan, después de las preces, se acercan bailando y depositan su limosna en un cesto colocado delante del altar. Los pobres comparten. ¡Cuántas personas en la España rica dan mucho menos que ellos! En la comunión han comulgado unas treinta personas y después de ella el catequista ha dado las instrucciones, concluyendo la misa agradeciéndoles personalmente su acogida y lo que ellos me han enseñado y pidiéndoles que rezasen para que el próximo año vuelva a estar aquí, celebrando la eucaristía con ellos. Estas buenas gentes han respondido con un deseo que me ha llegado al alma: ojalá tengamos ya una iglesia. Los cristianos de esta tierra sueñan con tener su iglesita. Y antes de partir una joven me ha pedido que le bendijese una pequeña cruz. Y después a otra comunidad. Ésta sí tenía su pequeña iglesia, con sacristía, monaguillos, un gran Cristo y una Virgen de María Auxiliadora. Además el coro contaba con tambores. De nuevo he disfrutado. Me he sentido uno de ellos. Es como si Dios me estuviese indicando mi lugar, el que realmente llena mi alma. Aún así está en sus manos. Jamás creí que podría tener esta experiencia misionera y ya veis, aquí estoy, en el segundo domingo de Julio. Por cierto con 25º de temperatura y un calor más soportable que en Valencia, a pesar de la humedad. Tantas veces lo escribí, especialmente hace cuatro años. Ha sido un sueño hecho realidad y hasta el momento llenándome como nunca, impregnándome de la luz cegadora de África, del verde vivo de esta tierra, de sus gentes a la puerta de casa comiendo, de los niños y las mujeres llevando sobre su cabeza pesados fardos o cuencos. De este país tan acogedor, alegre y vivo, donde las mujeres andan por la calle llevando detrás a su bebé. Es el continente de la esperanza. Bien al llegar me ha saludado el presidente de la comunidad, que es el responsable de la comunidad de base. En la sacristía dos monaguillos me han ayudado a revestirme. Con solemnidad hemos iniciado la celebración, leyendo el texto que me prestó Cecilio, pues pensaba que un mal francés es mejor que un óptimo español. La gente imagino me habrá entendido y si no ¡tienen tanta paciencia! En la Iglesia, una sala cuadrada, los niños y niñas estaban en el primer banco. Y rodeándoles los adultos, sobresaliendo unos ancianos. Al concluir les he dado las gracias y me han pedido que la intención aplicada a la eucaristía la ofreciese también en España, prometiéndoles que la ofreceré por Caliste e Ignase demande protection y los difuntos de la familia Padayelo. Concluída ésta han aprovechado para reunirse en asamblea y hablar entre ellos, dirigidos por el catequista. Una madre joven ha amamantado a su hijo. Un niño dormido se ha dado un porrazo y se ha puesto a llorar. Todo ha sido inolvidable. Después la comunidad, a la puerta de la Iglesia han tomado el almuerzo, en un ambiente típico de domingo. Y todos jóvenes. Aquí los mayores son una pequeña minoría. Abundan los niños y las parejas. Como os decía, es imposible expresar lo que se vive en Togo. Hay que estar aquí, ser sacerdote y sentir el dolor de saber que un día tendré que partir y el deseo ardiente de regresar. Ésta Iglesia tiene duende, sus gentes en su sencillez atraen. La mañana no había terminado. Me esperaba otro momento impactante. Al llegar me he dirigido a la capilla del Centro Salesiano. ¿Quiénes se encontraban allí? Cientos de jóvenes estudiantes rodeando al Padre Rafael. Después del retiro, a las 9 se ha celebrado el bautismo. La Iglesia llena. Al entrar estaban todos arrodillados, cantando con sus melodías las letanías. Y después se ha celebrado el bautismo. Treinta y tres jóvenes estudiantes con sus padrinos acercándose a la pila bautismal y allí recibiendo tres chorros de agua. La Iglesia hoy ha acogido a más de treinta nuevos hijos, fruto de la labor de este misionero en la universidad. Impresionante de nuevo. Pero, ¿dónde se han ido después del bautismo? Otra sorpresa, bailando han entrado con los trajes nuevos, estampados con la imagen de Don Bosco, María Auxiliadora y los motivos propios de los vestidos de este lugar, donde predomina el verde. Es el nuevo vestido, su nueva condición de cristianos. Después han recibido el crisma y la luz. La misa ha proseguido animada por dos coros. El más cercano al altar contaba con un órgano eléctrico y unas voces estupendas. El otro era una orquesta con tambor, platos y trompetas. Concluida la misa han ofrecido los frutos de la tierra y el Padre Rafael ha comenzado la sesión fotográfica. Por facultades y después por grupos, todos querían fotografiarse con él, en la que ha sido su despedida. Y a él se le veía el sacerdote más feliz del mundo. Cuando el sacerdote ama y se entrega a los suyos como el Buen Pastor, recibe una recompensa que es impagable y hace de esta vocación una labor única, el sentirte querido por tu gente: una foto contigo, una sonrisa, un saludo, un descubrir en sus miradas la felicidad que irradian por que estás con ellos, porque los quieres y ellos te quieren. Eres su párroco, su cura. Y así se ha hecho la hora de comer. Hoy había ensalada, macarrones,… Muy bueno. Ale, a la siesta. A las tres y media con Leonard y Beltrán me he trasladado al campamento. Allí Cecilio, Mireia y Silvia animaban a los chicos con danzas españolas. Pero llegó la lluvia. En apenas cinco segundos ha sido torrencial. Quedaba estar con ellos. A una muchacha le he dejado la cámara para que fotografiase, pues les llama la atención la digitales, verse después. Aquí, por cierto, la tecnología ha llegado. Viven en chabolas pero tienen móvil. Así somos los europeos les vendemos estos aparatos para que en vez de comida se lo gasten llamándose. Y encima ellos serán los culpables. Les hemos entregado los regalos procedentes de España y a casa. Allí hemos permanecido hasta la cena, y por primera vez he tomado piña del terreno. Nada es igual. Esto si que es agricultura ecológica y el sabor es diferente, como los plátanos. Saben, tienen consistencia. Después el Padre Rafael me ha llamado y nos hemos ido a visitar el Foyer de niños. Estaban viendo la película “El Señor de los Anillos”. La verdad, no me acostumbro. Te rompen el corazón al ver sus rostros tristes, al hundir la mirada en las suyas. Sus padres los han abandonado. Han perdido la seguridad que dan los progenitores. Pero Dios no los ha abandonado a vivir en la calle, ha enviado a los hijos de María Auxiliadora para que cuiden de ellos. Allí tienen tele, comida, habitación, clases y sobre todo unos salesianos y voluntarios que les quieren. Bueno amigos, después de rezar con ellos las tresavemarías hemos regresado, encontrándonos con Cecilio, Silvia, Amparo y Mireia, hablando con el Padre Fernando. Y a dormir. Bueno terminar de rezar, descargar las fotos, escribir este diario-carta. Ahora sí. Son las 11:02, a descansar. Mañana a las 7 fuera de la cama, a concluir el campamento del sector de Kara.

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