viernes, 24 de agosto de 2012

Días 16 y 17: 17 y 18 de Julio y los útlimos días.

Días 16 y 17: 17 y 18 de Julio y los últimos días: Son las 16:15 horas del día 24 de Agosto de 2012 en el despacho de Alfarrasí. Abro el facebook, en los amigos conectados encuentro al sacerdote de Kara, con quien compartimos su ordenación sacerdotal y viví la Primera Misa, Ama-Edi Didier Meba, el joven togolés Charles y mis compañeros “togolitos” Cecilio, Silvia y Mireia. De un modo u otro conectados al facebook, la ventana que me permite compartir las fotos y lo vivido. Quedan en este diario unas páginas pendientes. Son los recuerdos de los últimos días, escritos en España con el corazón en el Centro Salesiano Don Bosco de Kara. Mientras un clarinete suena, recuerdo el día 16 de estancia en la misión, el 17 de Julio. Comenzó el día, el Padre Rafael nos llevó a Antonio y quien os escribe a la vivienda de un poblado. Comenzaba a bendecir las casas de este poblado, el que tenía los hogares más cercanos. Vestido con el alba y la estola, acompañado por el catequista. Comencé la tarea. Después el padre nos llevó a otra casa y a partir de entonces desde las 9 de la mañana a bendecir las casas. Fue caminar y caminar, bajo el sol tropical, por senderos, bosques, maizales, una detrás de otra, acompañado por los fieles, rezando el rosario, escuchando los cantos a María de quienes me guiaban por los poblados. Pronto reconocí el lugar. Para mí era especial aquella comunidad. Mi primera. La que me encontré hacía un par de domingos, la de la escuela convertida en Iglesia y la promesa de volver otro año. La abundancia de personas ciegas y la presencia de un joven albino fueron los indicios para descubrir esta comunidad. Caminar y caminar, las diez, las once, las doce, la una, las dos. Una casa y otra. Sí, pues claro, estaba cansado y lo peor, tenía sed y aún teniendo ante mi agua no podía beberla. Me encontraba en África y era feliz. El sol provocó una quemadura en mi cuello, la cual aún permanece y lentamente va sanando, entre el alba y la estola. Pero me sentía dichoso con aquella gente. Las dos, proseguíamos bendiciendo. Una llamada del Padre Rafael, aún quedaban cinco casas. Pero había de regresar a comer. Y así fue, éstas serían bendecidas por él. Más de treinta hogares cristianos donde entré en sus habitaciones, las bendije, además de las estampas, cuadros, aperos de labranza, cosechas, animales domésticos,… Agua ante mí, oración de bendición y una gran sed. No me importaba. Volvería a vivirlo mil veces. “Regresamos, nos espera el Padre Rafael”, intuí en las palabras en francés que me dirigió el catequista. Y a caminar por la carretera, vestido con el alba. Reencuentro, a la Parroquia y a casa. Allí nuestros togolitos no se encontraban, pues habían sido invitados por el antiguo consiliario a comer. Y delante de mí el manjar más delicioso que un ser humano puede encontrar: agua. Sí, confieso que llené con devoción y veneración el vaso, lo acerqué a mis labios y saboreé cada sorbo. Nunca creí que el agua fuese tan sabrosa, tan rica, tan dulce. Nada comparable con un vaso de agua. Al final es lo único importante. Podemos beber otros líquidos, pero nada comparable con el agua. Os confieso, desde entonces he descubierto su valor y la sustituyo muchas veces por otras bebidas o refrescos. La hermana agua, “casta, humilde y preciosa en su candor”, le cantó el “Pobrecillo de Asís”, Francisco. Comida y regreso de mis hermanos togolitos. Tiempo de descanso, para proseguir con las compras. Los vendedores nos esperaban a la puerta del convento, entre ellos un pastor protestante, quien reventó los precios respecto de los otros dos y cada uno a pensar en sus gentes y en los regalos: mascaras africanas, las que son expresivas, la Virgen de la Esperanza que me acompaña en mi despacho de Montaverner, Nuestra Señora de la sencillez, cuyos ojos me miran en estos momentos, Santa María de la Dulzura en la sacristía de Alfarrasí,… regalos y obsequios del África profunda. Y después de gastarnos unos cuantos miles de francos CFA, descanso. A las 18 horas con el Padre Rafael partí hacia la Iglesia y allí mi última misa. ¿Qué sentí? La Iglesia me atrapaba, era como un invisible imán que me impedía caminar mientras avanzada en la procesión de entrada, acompañado por los dos monaguillos y el Padre Rafael. Una voz, diréis la imaginación, me decía, “no te vayas”. Confieso que no me hubiese ido. Pero la vida del sacerdote está en manos de Dios, cuando seas anciano, es decir, “presbítero” extenderás las manos y otro te llevará donde no quieras ir. Después de resucitar se lo dijo Jesús a Pedro, en la orilla del lago de Getnesaret, refiriéndose a la muerte que iba a sufrir. Pero ¿por qué no se referiría también al sacerdocio? Al finalizar la misa, el catequista subió con una mujer enferma. Allí impartí mi última bendición, rondando las cien. Con todo mi corazón oré por aquella mujer. Comprendí el poder de Dios. Era sacerdote. Como los apóstoles imponían las manos sobre los enfermos. ¿Sanó o no sanó? Pues no lo se. Lo único que se es que en nombre de Dios recibió la bendición. Dios se sirvió de mí para confortar a su hija. Regresamos. Los togolitos habían ido a visitar la casa de Bertran. En coches fuimos a cenar. Ésta fue en un restaurante e invitamos a la comunidad salesiana. Después tertulia con nuestros mosqueteros y la oración del lápiz preparada por Silvia. Momento de despedida, de regalos a quienes nos habían acompañado y un hasta que Dios quiera. Afortunadamente internet impide perder la relación con quienes fueron nuestros acompañantes: el joven de gran profundidad espiritual, Olivier; el educador responsable y siempre atento Cyrach; el siempre disponible, nuestro intérprete, Bertran; y el espabiladete y más joven Charles. Y a terminar de organizar las maletas y dormir. Pronto, a las 5 nos levantamos. Desayuno. Oración ante María Auxiliadora y en la furgoneta, con Leonard, un salesiano y los Padres Faustino y Rafael a Lome. Último amanecer en Togo. El camino largo. A mitad de él nos encontramos con el Padre Athanas, el que mañana con gran gozo acogeremos en nuestra tierra y a quien su madre había fallecido. Unos ricos plátanos y adelante. Dolor de rodilla. “Todo sea por las misiones”. Apenas descansamos hasta que alcanzamos al costa. Pero antes una imagen de las que rompen el corazón: niños cubriendo los baches mientras piden limosna. Delante de mí la costa. En el pensamiento las infernales hileras de esclavos encadenados, llevados por aquellos caminos. Para ellos el mar no era un lugar paradisiaco, sino el infierno, la puerta del no retorno. La costa de los esclavos, la que en condiciones infrahumanas eran conducidos por los cristianos europeos a las costas del Caribe y América del Norte, privados de libertad. En el recuerdo la serie que marcó mi mentalidad y nos concienció a todos del drama de este pueblo: Raices. Eran los años setenta, sin haber alcanzado la primera década de vida. Todos conocíamos a Kunta Kinte, el joven negro condenado a la esclavitud y los sufrimientos por los que pasaron los afroamericanos lograda la libertad, sometidos a la segregación racial. Allí estaba el Golfo de Guinea, con sus barcos y el puerto de Lomé. Después de recorrer la ciudad, parar para que bajase el joven salesiano y partiese en taxi a Benin, ah y sentir un gran alivio de rodillas al poder estirar las piernas y a través de una calle difícil de transitar entramos en la casa de los salesianos de Lomé. Allí fuimos acogidos por los padres. Comida, entrega de la habitación, siesta y a comprar al mercado. Fue “agobiante”. Esto sí que era conocer África. Cinco vendedores acosándote con sus productos, sin espacio físico. Pero con el encanto de saborear un mercado africano. También visitamos la Catedral, lugar donde aparcamos el coche. Después regresamos, misa con el Padre Rafael, vísperas ante una comunidad llena de jóvenes africanos, los seminaristas, cena, rosario con el sacerdote y Javier, su hermano. Descanso y a las 2 de la madrugada levantarse, ducha ah y un pollo cantando. Al aeropuerto. Allí nos despedimos con tristeza de África. Vuelo en Air Marroc con cena incluida. Amanece en África mientras nosotros sobrevolamos el desierto del Sahara. Aterrizaje en Casablanca y de nuevo al avión. Esta vez en Iberia. ¡Qué bien nos hablan en español”. Retraso de una hora por avería en una puerta. Sin la pantalla con la que en los aviones marroquíes sabíamos donde nos encontrábamos y el tiempo que nos restaba. Las azafatas amablemente nos ofrecían refrescos, pero pagando. ¡Qué diferencia entre una compañía aérea y la otra! ¡Cuánto añorábamos la comida con la que se hacía más llevadero el viaje! Después los pilotos se quejan de la fusión. Aterrizaje en Barajas. La hora de retraso provocada por Iberia nos llevó a ir contrarreloj. Todo milimetrado. Tren de cercanías y a correr que apenas nos quedan unos minutos antes que cierren las puertas del AVE. Rápido que cerramos, oí mientras el corazón parecía estallar. Y adentro con las ocho maletas. Viaje grato y comida allí y ya estamos en Valencia. Ante mis ojos, la niña de mi corazón. Martina me esperaba y qué alegría encontrarla. Imposible olvidar la primera imagen y con ella mi familia, su madre y hermana adoptiva mía Mª José, es decir, prima hermana, su marido y para mí, mi cuñado, Alfredo y como no, la mujer que en silencio sufrió mi ausencia, la persona que en este mundo más me ama y sin su testimonio de madre católica no hubiese sido sacerdote. Callada como la madre de Jesús ahí estaba, contenta de ver a su hijo. Con ellos la familia de Cecilio y feligreses míos: Maribel, su esposa, Paula y María Isabel, sus hijas, y los familiares de mis compañeras de viaje. Tertulia, regreso. Un rato en casa y antes de anochecer a Alfarrasí. ¿Terminó el viaje a Togo? No, las dos vírgenes me lo recuerdan. Constantemente lo tengo presente. Mañana nos visitará el Padre Athanás, el próximo mes el Padre Rafael. Los días siguientes a contar lo vivido. campamento en el que disfruté muchísimo con mis Juniors y mi equipo de educadores, los que se han formando conmigo, disfrutando de la buena comida de los cocineros. Después lo conocéis, revisión del diario y publicación de éste y las fotos. Fiestas. Recuerdos de una experiencia de las que marcan. Puedo afirmar con gozo y con todo el corazón agradeciendo a Dios, quien ha hecho posible este sueño convertido en realidad: “yo he estado en África, he sido por unos días misionero”. Alfarrasí a 24 de Agosto de 2012. Festividad del Apóstol San Bartolomé.

Día 15. 16 de Julio.

Día 15º. 16 de Julio. Queridos amigos: Son las 11:17 en España. En el recuerdo tantas vivencias en este día en el que he caminado por África. Comenzaba a las 6 de la mañana con la celebración de la misa en la parroquia. Después el Padre Rafael me ha invitado a acompañarle con la responsable de los enfermos a administrar el sacramento de la unción a tres de ellos. Desayuno de leche condensada, la que trajeron los togolitos con achicoria y jamón. Enseguida a la parroquia y de allí en moto a un barrio, donde he comenzado la bendición de los hogares. La anécdota ha estado en los niños en brazos de su madre quienes al ver al blanco se asustaban y lloraban. De nuevo hermanos nuestros que viven en casas de cemento pero sin apenas luz, con los animales y el huerto de maíz. A las 14:30 he regresado en moto al Centro Don Bosco. Comida, siesta y a las 17:30 el Padre Rafael me ha despertado. Con él he visitado la tumba del salesiano y la salesiana, los primeros que llegaron a Kara. Al contar su edad, me ha estremecido, con 41 años, es decir, la mía. Dios ha querido que visitase la misión promovida por él cuando tengo los mismos años con los que partió a Su Casa. Después hemos llevado al mecánico a su taller, con la furgoneta reparada para el regreso a Lomé y de allí al Foyer, donde los niños nos esperaban para llevarlos de campamento a Kotunú. En el viaje un control del ejército, con una cuerda impidiendo el paso. Ha sido descubrir que eramos de los salesianos y dejarnos pasar sin inspeccionar nada. Es el respeto y aprecio ganado por estos santos hijos de Don Bosco. Y al pueblo donde las tiendas se abarrotaban. Allí he permanecido un buen rato, con estos niños de mirada triste y carentes del afecto de unos padres. Si me preguntáis que es lo que más me ha afectado, lo más triste que he contemplado, la respuesta es inmediata, conocer a estos niños y niñas y a los que piden comida porque tienen hambre, es decir, no han comido en todo el día. Me estremece con tan solo pensarlo. Mientras yo tiro la comida y en nuestros hogares llenamos las bolsas de basura con la sobrante, estos niños pasan hambre. Sí, lo he oído muchas veces y visto en televisión, pero ahora los conozco. Son jóvenes con nombres concretos. Ya, no podemos hacer nada o sí. No tirar la comida, haciendo lo que hacen los salesianos, guardándola para otro día y con el dinero ahorrado enviarlo a las misiones, a las casas donde acogen a los niños y niñas abandonados, donde tienen al menos dos comidas diarias y habremos conseguido apagar el hambre de un niño. O apadrinar uno de ellos. No podemos acabar con el hambre del mundo. Dios no nos pide esto porque sabe que no se encuentra en nuestras manos, pero sí con el hambre de un niño concreto. Como hizo la Madre Teresa de Calcuta. Y medios los hay y dinero también, contactando con los salesianos de Kara u otras personas que se encuentran en los países donde se pasa hambre. Todos podemos prescindir de gastos superfluos y entregarlo a las misiones. Eso sí está en nuestras manos. Allí hemos permanecido, mientras las cocineras les preparaban la cena. Después el regreso con el rezo del Santo Rosario. Cena, oración, ordenador y a dormir. Son las 11:33 en Togo, la 1:33 en Kara. Un animalito canta. Y así terminé en Togo el diario misionero.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Día 14º. Domingo 15. Primera Misa de Didier.

Día 14º. 15 de Julio. Queridos amigos: Son las 21:14 en la noche de Kara. A esas horas en nuestra tierra aún es de día, debido al retraso de dos horas sobre el horario solar. Aquí es la hora exacta, la natural, y la cercanía al ecuador provoca los días apenas se abrevien o prolongen a lo largo del año. Siendo verano es la estación más suave, la de las lluvias que abarca la primavera y el estío. Después llega la estación seca donde no cae una sola gota y se pasa de los 40º durante el día a los 15º en la noche, debido al aire que desciende del desierto y las zonas templadas del hemisferio norte. Dentro de una semana si la Divina Providencia así lo considera me encontraré de campamento en Teruel y con el corazón en esta tierra que me ha cautivado. Me enamoré de África hace cuatro años, bueno, quizás antes, en la adolescencia. Aquellos años en los que escribí no se si llamarlo libro, pero sí un relato donde reflejaba mis sueños: ser sacerdote y misionero en África, concretamente en el Congo. Y ahora aquí me encuentro, disfrutando de esta experiencia, rodeado de estos hombres y mujeres excepcionales como son todos los que dejando sus países llegan a esta tierra a anunciar el Mensaje de Jesús, el único capaz de transformar la sociedad desde el corazón del ser humano, porque le ofrece un Dios Amigo que escucha, a quien hablarle con el corazón bien sea en el silencio de la plegaria, bien en las danzas y cantos, bien en el hermano. Este Dios que nos invita a amar a los demás como Él nos ama, haciendo presente el Reino. En esta comunidad y desde ella estoy viviendo días únicos. Hoy ha sido uno de ellos. Quien descansa en la habitación continua, Didier ha celebrado su Primera Misa. Al igual que ayer, a las ocho de la mañana la que bien podemos llamar Basílica de San Juan Bosco por sus dimensiones, se ha llenado de más de dos mil personas. Sí, lo que leéis. Y es verdad, en África la gente camina horas para ir a misa. Hoy lo han visto con emoción mis ojos. El día ha amanecido lloviendo y sin embargo gentes procedentes de poblados distantes, como los que visité el pasado domingo, han emprendido el camino hacia la parroquia. Tan sólo los ancianos y enfermos han quedado en sus casas. Era un goteo de personas, una procesión de adultos y niños, hombres y mujeres, acercándose a la Iglesia y sufriendo la lluvia sin paraguas ni impermeable. El africano es fuerte y recio. Pasadas las ocho y precedidos por cantos hemos iniciado la procesión de entrada. Impresionante la Iglesia, con personas de pie. Por tercera vez vivía una gran celebración. Este templo inacabado, promovido por el Padre Rafael, sin puertas ni ventanas, nos ha acogido. La misa ha sido la expresión de la inculturización. Lo más significativo para este occidental han sido los elementos indígenas, además de los cantos. Especialmente las ofrendas y el final de la misa. En la primera le han ofrecido una azada, con todo el significado: para la familia o la tribu ahora ya es un hombre adulto y por tanto tiene el deber de cultivar la tierra, es decir, le encomiendan que cuide de la viña del Señor, el campo que Él ha plantado, pues recordando a Benedicto XVI el día de su elección, somos humildes trabajadores de la viña del Padre. Otro momento ha sido la danza ritual. Sólo pueden participar los iniciados. Por el pasillo central ha entrado el grupo y lo han integrado en ellos, recorriendo la Iglesia y bailando. Otro elemento de la inculturización o expresión de la fe en categorías propias del lugar. Es la fe que asume los ritos propios de cada cultura (pensemos en nuestros pueblos mediterráneos la importancia del fuego) y ésta recibe al sacerdote como hombre grande, lejos de expulsarlo de la comunidad por pertenecer a una religión diferente a la de sus antepasados, el animismo, lo aceptan y lo veneran. ¡Cuánto me ha recordado a Juan Pablo II! Él se ganó el corazón de todas las gentes acogiendo las expresiones culturales de cada país e integrándolas en la eucaristía. La apertura del Año Jubilar fue un símbolo de ello. Es la Iglesia que tradujo la fe semítica, hebrea, en categorías greco-latinas, la Institución que respeta las tradiciones y las orienta hacia Cristo. Como os decía, ha sido bellísimo y a Didier se le veía feliz. La familia sentía la dicha de tener entre ellos un “mon père”, un sacerdote, representante de Dios. Y así ha concluido la celebración en la que de nuevo mi alma se ha colmado de admiración por este pueblo. Después a las dos hemos compartido la comida en una de las dependencias de la misión. En ella nos han servido pasta de maíz con pescado, carne con arroz, dos platos condimentados con las salsas picantes y riquísimas. Y para beber refrescos, cerveza y la bebida propia del lugar, que está también buenísima con moderación. Ha sido una comida como las que se celebraban antes en nuestros pueblos. Sin restaurante ni costosísimos salones de banquetes. La familia o amigos la prepara y la sirven. ¿Para qué más? Las 21:38 Didier entra en su habitación. ¡Si supiera que estoy escribiendo acerca de él y de cómo Dios se ha servido de su persona para reavivar en mí la gracia recibida el 27 de Mayo de 1995! Fácil es imaginar los sentimientos en su interior. Es sacerdote. Desde ayer lo es para toda la Iglesia. Su vida es signo de la presencia de Dios. Sus palabras hacen presente a Cristo en la eucaristía, perdonan los pecados, confortan a los enfermos. Es Dios en medio de los hombres y mujeres. Bien, concluida la comida siestecilla. Y entorno a las 18 horas me ha visitado el Padre Rafael. Con él he ido a la iglesia. Allí de nuevo he podido disfrutar de la fe de este pueblo. El grupo de los carismáticos estaba celebrando la fiesta de final de curso, animada por cantos. Y todos ellos jóvenes, padres, madres y niños correteando por la gran iglesia. Nos han ofrecido comida y ¿cómo negarse? Eran fideos con pimiento picante y cebolla. Hemos comido la mitad y el resto lo hemos repartido entre los niños. Sí, amigos, en África hay hambre. No son rostros raquíticos, salvo excepciones, pero los niños tienen hambre, comen cuanto se les ofrece, quizás porque al día siguiente no comerán. No me canso de escribirlo, en África se pasa hambre. Me recordaba lo que he escuchado de nuestros mayores. Las bodas en las que los invitados comían hasta saciarse, en abundancia, sencillamente porque al día siguiente volverían a comer lo de siempre y en poca cantidad. Este país recuerda nuestra España de la postguerra, de gentes que malviven y pasan hambre. No es tan distinto al nuestro. Nuestros padres y abuelos sabían lo que significaba trabajar para sobrevivir en una economía de subsistencia. No tener cuarto de aseo, ni ducha y el que las gallinas y los patos correteasen por una casa sin piso de mármol. Cuando veo a los niños con la azada pienso en mi abuelo, quien nació en 1902, él también de pequeño, con la edad de estas criaturas iba a recoger aceitunas y a cultivar los campos con una azada. Él apenas fue a la escuela y su vida hasta que murió con 94 años fue un trabajar sin descanso. Aquí me he rencontrado con mis raíces. He conocido mejor a mis antepasados. Pero bien, al margen de ello, ha sido una fiesta. Como siempre con un gran número de personas, todos ellos jóvenes, y han cantado y hemos bailado al ritmo africano. Y lo han agradecido. Sin conocerme me han acogido, sencillamente porque era un sacerdote, amigo del párroco que tanto quieren y tanto ha realizado en esta parroquia, el Padre Rafael. Y después, cena de lo que ha sobrado en los últimos días, porque aquí no se tira comida. Veo los cubos y no hay nada de comida. Los huesos van para los perros. La que sobra se guarda, se come otro día o se reparte entre los hambrientos de este lugar. Y a descansar. El pensamiento de hoy, quizás sea repetitivo, soy feliz, esta Iglesia llena el alma, siendo minoritaria, el 30% de la población, es viva, alegre, dinámica. Es lo que les prometo cuando me ofrecen hablar que os diré. Es una Iglesia de la que tenemos que aprender en la vieja Europa. Joven y acogedora, con un gran sentido comunitario que comienza en la comunidad de base del barrio, con su presidente y consejo pastoral para reunirse toda ella, sumándose los movimientos, en la parroquia, con el párroco y los catequistas como máximos responsables, acompañados por el Consejo de Pastoral. Ah y nuestros togolitos siguen en el campamento, valga a “Ti mi Buen Dios les concedas un merecido descanso, que allí sientan la felicidad que yo siento esta noche y la dicha de saber que están sirviéndote en aquellos a los que Tú serviste, los últimos de este mundo, este pueblo tan maltratado y tan fuerte, cuya vida no tiene valor para Occidente y sin embargo son los primeros para Ti. Padre bendice a Amparo, Silvia, Mireia y Cecilio, que esta experiencia les ayude a vivir con pasión el Evangelio de tu Hijo Jesucristo con la luz de tu Espíritu y la intercesión de María”. Buenas noches. Son las 23:56 en España, dos horas menos en Togo. Y por cierto me gusta este horario. Acostarse pronto y levantarse pronto. Mañana a las 6:30 misa.

Días 12 y 13. Viernes 13 y sábado 14 de Julio: adios a Siou y Ordenación Sacerdotal de Didier.

Días 12 y 13. 13 y 14 de Julio. Queridos amigos: Ayer me fue imposible escribiros. Hoy en la soledad acompañada por el icono de Cristo que me recuerda hallarme siempre bajo la mirada compasiva de Quien es la Misericordia y rodeado por la comunidad salesiana del Centro Don Bosco de Kara, comienzo las primeras letras. Del viernes recordar la misa en las salesianas. Para Didier fue su última misa como diácono. Acompañado por el Padre Rafael, las religiosas, un periodista de Radio Togo, otras personas y quien os escribe. Después el desayuno, descanso y partida hacia Siou con el chofer Leonard, el seminarista Gabriel y el Presidente de CV-AV Cyriaque. Allí nos esperaban los togolitos, con la tristeza de dejar atrás el mejor de los campamentos vividos, la despedida de un grupo con los que se habían integrado y la vivencia de un grupo compacto y unido. Después de regresar comida y tarde de compras y ciber en las hermanas. Momento para rencontrarme con vosotros. Sentir la dicha de saber que en la distancia estamos unidos por Cristo y por el afecto hacia quienes desde 2004 sois mi familia y tantas personas buenas que he conocido en mis años de sacerdocio. Rato para compartir con los amigos del Facebook lo que sentía y estaba viviendo. Cena, tertulia y descanso a las 22:30. En la habitación continua dormía su última noche Didier, con la ilusión propia de quien va a recibir el don del sacerdocio esperando amaneciese y llegase el día que quedaría siempre en su memoria. A las 7:30. Ah por cierto son ahora las 11:04. Bien como os contaba, nos hemos levantado. El desayuno ha sido compartido con la familia de Didier, sus padres, sus hermanos, todos vestidos con trajes de colores y motivos togoleses. También este grupo que ahora se encuentra en Kante se ha vestido para la ocasión con unos pantalones nuevos típicos de la tierra. Y con el Padre Fernando y el Provincial a la Parroquia San Juan Bosco. La nueva Iglesia, en construcción, estaba preciosa. Amplia y espaciosa, una gran basílica en el corazón de Kara, faro iluminando día y noche a toda la ciudad. Allí ellos se han sentado y los sacerdotes nos hemos dirigido a la Iglesia Parroquial, saludando al Obispo y amigo Jacques Longa y a los hermanos en el ministerio. A las 8 de la mañana la procesión ha comenzado. Sí era una ordenación sacerdotal, con la misma estructura y elementos que en España, pero con un colorido y ritmo diferente. Delante iba un coro cantando cantos africanos. Toda ella ha sido un exponente de la inculturización de la fe y la liturgia, manteniendo lo esencial y adaptando lo secundario. Dos coros, uno a modo de charanga, animaban la celebración. Ha sido emocionante. Todo está siéndolo. Pues “Tú mi Buen Dios nos has concedido vivir una ordenación sacerdotal desde dentro, acompañando en las horas previas al ordenando, sintiéndonos parte de su familia”. Emoción en el momento en el que él se ha acercado al altar, pero especialmente cuando le he impuesto las manos y le he dado el abrazo fraternal al estilo de España y de Togo, es decir, el triple saludo con la cabeza. Quien es hijo único tiene desde hoy un nuevo hermano unido por un lazo más fuerte que el de la carne y la sangre, el del ministerio sacerdotal. Hoy la Iglesia tiene un nuevo sacerdote, un servidor no sólo de la Congregación Salesiana sino de todos los que formamos la familia de Jesús. Y precisamente el día 14 de Julio. Hace ya muchos años en 1989 moría el Arzobispo de Valencia que entregó su vida por la santidad sacerdotal, el Siervo de Dios D. José María García Lahiguera y el mismo día era aceptado por el actualmente misionero D. Vicente Folgado y el actual Obispo de San Feliu, D. Agustín Cortés, para entrar en el Seminario. Hoy bien podemos considerar una gracia de este obispo santo, en presencia de los valencianos, de quienes fuimos sus ovejas y de las hijas de su grey, ha sido consagrado sacerdote un joven profundo y alegre. África ha ofrecido a la Iglesia Universal un presbítero. Y después de esta reflexión, prosiguiendo en lo más significativo, cabe destacar las ofrendas con la presencia de un grupo de danza africana que ha ofrecido el colorido de la tierra. Vestidos y pintados a la antigua usanza han entrado por el pasillo central ofreciendo al Buen Dios un baile ritual. También emotivas han sido las palabras dirigidas por el Obispo a los valencianos y por Didier a Cecilio y los españoles que nos encontrábamos allí, ante una Iglesia repleta de personas. Concluida la misa el neosacerdote se ha fotografiado con nosotros y con todos y ha participado de la danza ritual. África en la serenidad es movimiento, baile. Este es el encanto de las celebraciones. No son de media hora sino mucho más largas, pero que rápidas pasan por que toda ella te introduce en el Misterio de Dios. Ellos con tan sólo contemplar como le bailan y cantan te hacen ver que Dios está ahí. Su corazón irradia la presencia del Dios al que sus antepasados adoraron y que gracias a la vida entregada en muchos casos hasta la muerte por parte de los misioneros, tiene rostro y se ha encarnado en esta cultura. Después hemos comido en una de las salas de la nueva iglesia: ensalada, pasta riquísima de maíz, pescado, carne de un ave propia de aquí y helado. Y a casa con el Padre Fernando. Descanso y hacia el nuevo campamento con el todoterreno de los salesianos repleto de maletas y jóvenes. Una hora de camino. Allí nuestros togolitos se han aposentado en una habitación y han comenzado a compartir y ayudar en el campamento, mientras la lluvia torrencial regaba las tierras de este país del Golfo de Guinea. Y de vuelta, cena al principio sin luz, después ya con ella y a rezar y escribir. Así ha sido el día. El Padre Dibier descansa como sacerdote. Ha sido su día, en el que todos le hemos mostrado el aprecio. ¿Qué pensamiento me queda? Han pasado dos semanas ya y soy feliz entre esta gente, con los católicos de Togo. Como los samaritanos bien puedo decir que ahora conozco a Cristo negro no por lo que me han contado, sino porque lo he visto. No me canso de escribirlo. Esta tierra tiene algo y sobre todo sus gentes. Son tan sencillas y buenas que se ganan el corazón. Es la Iglesia del siglo XXI, una Iglesia cada vez menos europea y más africana, la de los templos repletos de jóvenes, niños, adultos. Esta Iglesia pobre en medios y edificios, integrada por cristianos que viven carentes de tantas cosas que nos esclavizan pero que se sienten comunidad y sienten suya la parroquia. La labor de los misioneros ha comenzado a germinar y al llegar aquí uno es feliz. “Iré donde Tú me digas Padre, pero cuanta dicha hay en mí al vivir en y con la iglesia de esta tierra”. Y a las 11:28 concluyo. Sigue lloviendo en Kara.

Día 11º. Jueves 12: sigo visitando las casas y conociendo como viven en esta tierra soñada.

Día 11º. Jueves 12. Queridos amigos: Son las 23:57 en España, las 21:57 en Kara. Hoy os escribo desde un lugar diferente, dentro del complejo misionero de los salesianos. Este amplio y verde espacio alberga al entrar en él la estatua de Don Bosco y a sus pies las sepulturas de los dos primeros salesianos que llegaron a esta tierra. Siguiendo más adelante se hallan las Escuelas Profesionales a la izquierda, el salón-capilla y el dispensario a la derecha. Unos pasos más y nos recibe un pequeño jardín con la imagen de María Auxiliadora y el convento de los religiosos, donde he vivido desde que llegué, con su claustro, habitaciones, capilla, comedor y cocina. Adentrándonos en la misión y llegando al final se hallan los campos de futbol y básquet, el internado, dos edificios en construcción, la casa de acogida donde se albergan además del salesiano de Togo nuestras educadoras, apenas separados se encuentran un grupo de habitaciones, todas ellas con mesa, silla, armario, mesilla, dos camas y cuarto de aseo, muy semejantes a las de las casas de espiritualidad de nuestra tierra. Es en esta habitación en la que se hospeda Cecilio donde voy a descansar los próximos días. ¿Motivo? El convento se halla lleno de religiosos, los cuales van a asistir a la ordenación sacerdotal de Didier. Entre ellos el Padre Provincial, un madrileño natural de Cáceres, majo y por lo que he observado una persona profunda. Bueno, todo religioso que ha dejado padre, madre, tierras, comunidad para marchar a África lo es. Son los misioneros, los últimos héroes de nuestra vieja Europa, esos hombres y mujeres que se entregan a sus gentes, desviviéndose por los olvidados y cuando hay un conflicto bélico se quedan aquí, aún sabiendo que van a sufrir experiencias traumáticas que les acompañarán el resto de su vida. Pudiendo evitarlas prefieren optar por quedarse en el lugar con sus gentes, siguiendo el mensaje de Jesús de perder la vida y ser el buen pastor que no abandona a sus ovejas cuando ve al lobo. Ahora bien, aquí uno descubre la razón. Baste conocer a los que viven en estas tierras para llegar a la convicción de que si estallase una guerra uno se quedaría. Además de los motivos religiosos por el motivo también evangélico de amar a quienes te aman, de proteger a quienes, como bien decía la joven musulmana a uno de los trapenses de Tibigne, ser la rama sobre la que ellos se posan cual pájaros. Cuando los conoces te ganan el corazón. Y así me ha ocurrido a mí. A las 5:45 me he levantado y con el Padre Rafael, quien sufrió en carne propia la Guerra Civil de Costa de Marfil, he celebrado la misa en la casa de las Salesianas. Allí había una religiosa que ayer no se encontraba, Argentina natural de Corrientes. Es decir, en el desayuno éramos casi todos hispanohablantes, salvo la salesiana de Mali: dos españoles, una argentina y una chilena. Y después nos hemos dirigido a la Parroquia, con el todoterreno cargado de sillas destinadas a la ordenación sacerdotal. De allí el Padre Rafael nos ha llevado a Emanuel, el catequista y quien os escribe al barrio lindante con la carretera. De nuevo me he adentrado en él. Vestido con el alba y la estola Juniors-CV-AV, he recorrido las casas. Las primeras se encontraban hacinadas, algunas de ellas desde la nueva perspectiva, en condiciones. Bueno, todas a pesar de la pobreza, son de cemento, con techo de plancha a dos vertientes. Y de allí ya hemos descendido a lo que bien podríamos llamar “la Huerta de Kara”. Como os escribía ayer, las gentes viven en unidades familiares con habitaciones, granero y dependencias, granja de pollos, cerdos y cabras y una pequeña extensión de tierra cultivada de maíz. Ha sido volver a mi infancia, cuando por estas fechas con la bicicleta iba a “birbar”, “tirar guano” y “pulvoritzar” los campos de maíz de mi familia, sufriendo el calor y la caricia cortante de las hojas, mientras escuchaba en el transistor el programa de radio “Protagonistas”. Por caminos he visitado veinte hogares acompañado por el catequista, tres CV-AV, el anterior presidente y ahora seminarista de Don Orione, Gabriel y el actual presidente Cyriaque y una niña que participó en el campamento de Awandjelo y llevaba colgada del cuello la cruz con la que obsequiamos a todos los acampados. A ellos se ha sumado un grupo de adolescentes muy majas y de feligreses. De nuevo ha sido una experiencia de las que llenan el alma. Te sientes querido y los quieres. Es de esas en las que estás como pez en el agua. Si bien en estos momentos Dios me quiere en mis encantadores pueblos de Montaverner, Alfarrasí y Benissuera. Es la Iglesia africana, la Iglesia de piel negra desde la que brota una luz tenue. Aquí he descubierto la poca importancia que tiene la raza. El encanto de las personas no está en el color de su piel sino en su mirada y forma de sonreír. Somos tan semejantes. Los niños miran al sacerdote con curiosidad, le saludan, se acercan y si les ofreces la mano se cogen a ella. Y bien, el tiempo ha sido breve para mí pero nos ha superado la una del mediodía. En mi estómago un poco de zumo y un dulce a modo de buñuelos que estaba riquísimo. ¡Qué buena es la comida aquí! ¡Y encima no hay queso! El Padre Rafael ha llegado y nos ha acercado a la parroquia y la casa. Después de comer paella valenciana en Togo y en el sabor mucho mejor que algunas que he probado en nuestra tierra, además de ser no con pollo y conejo de granja sino criados aquí. ¡Cómo voy a echar de menos la comida ecológica, sin conservantes ni aditivos! Sí, ellos viven como mi madre, abuelos y antepasados, sin ducha ni agua corriente en la mayoría de las casas, con poca luz y una alimentación insuficiente. Es decir, como aquellos cuyos genes llevamos en lo profundo de cada una de nuestras células. Los que se criaban a base de arroz, verdura, pollo y si se podía cerdo, conejo, y fruta del tiempo si la había. Los que vivían rodeados de gallinas, patos y la cabra. Una de ellas por cierto crió al hermano de mi abuelo, pues no encontraban “mare de llet” (nodriza) y como último remedio el “tío Ximo” acercó la cabra al recién nacido y “se agarro”, salvando su vida. Porque aquí uno comprende la causa de muerte de muchos de los niños anotados en las partidas sacramentales del siglo XIX. África vive como nuestras raíces, eso sí con móvil y televisor, que eso interesa a las grandes compañías de telefonía y tecnología. Después de comer, una larga siesta y a las 17:45 he vuelto a ser joven, a vivir lo que en mis años de adolescencia vivía cuando subía en la moto de Juanjo o Quique y nos íbamos a la caseta a pasar la pascua, san Blas o la comida de navidad del Instituto. Sí. Recuerdo un jueves de hace unas semanas. Cisco me vio dirigiéndome a cenar con los buenos amigos de Alfarrasí. “Puje a la moto” y qué susto pasé en tan sólo unos cien metros, pensando en todo lo que podía ocurrirme si teníamos un accidente. Pues África te cambia la mentalidad. Ha venido el hermano salesiano y me ha llevado a la parroquia. Si pienso en todo lo que nos dicen que puede pasar, en un país sin una buena sanidad, no subo Enseguida revestido he participado de la Exposición del Santísimo Sacramento como el pasado jueves. Una hora en oración y que rápida pasa en esta tierra. Ante Cristo eucaristía con una iglesia llena de jóvenes. Son los cantos los que realmente animan y levantan el corazón. Con qué alegría expresaban su gozo por estar ante Cristo. Cantaban, tocaban los tambores, movían la cadera, los pies, las manos. Sí, ellos estaban viendo a Jesús y le mostraban su amor del mejor modo que saben. Uno descubre como este pueblo es alegre. Y también comprende porque los caribeños, especialmente los cubanos, tienen unos ritmos tan vivos. Porque después del día más triste para el pueblo americano y africano, el 12 de Octubre de 1492 estas buenas gentes del Golfo de Guinea, la costa Atlántica y el interior del continente africano fueron encadenadas, deportadas en condiciones infrahumanas y condenadas ellas y sus descendientes a la esclavitud en el Caribe, Brasil, Estados Unidos. ¡Cuanta razón tuvo Juan Pablo II cuando pidió perdón a la humanidad! Y en concreto por los pecados cometidos con ocasión del Descubrimiento de América. Así lo dijo en Santo Domingo, donde llegaban los africanos, lejos de este hermoso continente, condenados a ser tratados como animales: “Que la conciencia del dolor y de las injusticias infligidas a tantos hermanos, sea, en este V Centenario, ocasión propicia para pedir humildemente perdón por las ofensas y crear las condiciones de vida individual, familiar y social que permitan un desarrollo integral y justo para todos, pero particularmente para los más abandonados y desposeídos” Y a pesar de la esclavitud y la alienación cultural ni los españoles, ni los portugueses, franceses e ingleses pudimos apagar las energías que brotan del interior de este pueblo. Son ritmos semejantes a los cubanos y los Gospell. Le cantan, le aman, a quien un día fue atado y llevado ante Anás, Caifás, Pilatos, Herodes, azotado, esclavo a merced de los poderosos de su tiempo hasta sufrir la condena destinada a los esclavos: la cruz. Bueno y después de disfrutar he regresado a la misión en moto, claro. He saludado al Padre Provincial, cena y a rezar y escribir. Este ha sido el día. De nuevo muy feliz por encontrarme con ellos. Os podéis imaginar el cansancio. Hoy sin un sol tan fuerte, pero con calor, más de cuatro horas caminando y… disfrutando. Haciéndome uno con ellos, conociéndolos, distinguiendo sus rostros, viviendo la acogida de estas buenas gentes. Es verdad, África tiene algo que uno le lleva a comenzar a contar los días que le quedan. En una semana, si Dios quiere, estaré en Valencia. No los cuenta porque quiere que pasen pronto, sino porque cada día se acerca la separación de esta tierra, los días más felices en mis cuarenta y casi dos años. Pero somos peregrinos guiados por el Padre. Tú hiciste realidad mi sueño, Tú me llevas de Tu Mano y ojalá quieras que el próximo año y todos los que me quedan de vida pueda volver a África, a sentir la magia, el encanto de este continente tan cercano al nuestro. Noche en África, apenas hace calor, más bien sopla un vientecillo agradable. Los animales cantan. Las 10:47 en Kara. Feliz viernes 13.

Día 10º. Miércoles 11: Bendición de las casas.

Día 10º. Miércoles 11. Anoto el día de hoy. Ya hemos superado el ecuador de mi primera misión. Son las 22:12 en la Misión Salesiana de Kara. Durante la tarde y la noche la lluvia apenas ha cesado y esto aquí es buena señal, pues significa abundantes cosechas, especialmente de maíz y por tanto los habitantes de este país podrán alimentarse durante los seis meses que dura la estación seca. De lo contrario sufrirán la terrible hambruna. Ahora, os lo confieso, no son rostros cuyos nombres desconozco, protagonistas anónimos de más de un telediario y de un “zapping”, dramáticas imágenes de niños muriendo de hambre abrazados por esqueléticos cuerpos. Son personas a las que he saludado, cuyos nombres conozco, con las que desde hace diez días comparto la fe. Y hoy ha sido un día en el que gracias al Padre Rafael me he adentrado en sus hogares. Una jornada pastoral y parroquial por excelencia. Mientras mis amados togolito y togolitas se hallaban a unas decenas de kilómetros, en Sious, impartiendo las clases y colaborando con los CV-AV del sector de Niamtougou, quien os escribe ha permanecido en Kara pero no en el que es su hogar. A las seis he concelebrado con el Padre Rafael en la casa de las salesianas. Allí además de la religiosa de Malí que conocíamos todos, he saludado a una hermana chilena y hemos podido en el desayuno hablar nuestro idioma materno o de adopción, la bellísima lengua con la que os escribo: el español. Como anécdota para los habitantes del lugar todos los que hablamos este idioma somos considerados españoles, no distinguiendo entre los nacidos en la Península y en continente hermano. Además me ha gustado la capilla, con numerosos elementos africanos como la imagen del Cristo y la Virgen María, pero especialmente el sagrario, una cabaña africana. Después de desayunar hemos regresado a la casa y a las 8:30 nos hemos dirigido a la Parroquia San Juan Bosco. Allí emprendía una experiencia enriquecedora. Después de traducir el Padre Rafael del francés al castellano y tomar nota de las oraciones, con uno de los catequistas, el vicepresidente de la comunidad y un grupo de feligreses nos hemos dirigido al barrio donde viven los católicos. Éste es un lugar pintoresco para nosotros. A mí me ha recordado los “massos” o casas de campo de la huerta valenciana. En un ámbito distinto, pero con ciertas similitudes. Los senderos y caminos unen diversos grupos de viviendas. Estas son lo que en nuestra tierra llamamos chabolas y, estos días intento recordar cuanto aprendí de la Geografía de 2º de BUP: en África llaman “bidonville”. Las ciudad, tal como os comenté otro día, está formada por edificios de piedra rodeados de tierras y viviendas. Siguiendo un circuito diseñado por este equipo, descendiendo a la izquierda de la carretera nos hemos adentrado en el barrio, visitando quince casas. En cada una de ellas bendecía el agua, si la había depositaba en su interior sal, bendecía con una oración la familia y asperjaba la casa y cuanto ellos me pedían. Ah y para terminar, mi fotógrafo nos invitaba a la “foto de familia”. Tan sólo la última casa, debido al agotamiento de las dos baterías, ha sido privada de ella. Todo ello me ha recordado Benissuera y la “salpasa” o bendición del agua, la sal y los hogares el lunes de Semana Santa. Un medio ideal para acercarse a uno de los ámbitos más íntimos de las personas, su casa y visitándolos llevarles a Cristo, sentirse sacerdote que trae la bendición de Dios a la familia. Y ¿qué encontraba allí? En primer lugar campos de maíz rodeando el conjunto de viviendas. Las familias distribuyen su casa del siguiente modo: habitaciones de planta baja una continua a la otra sin comunicación interior, con una puerta y una ventana, cama, mosquitera y si es la de los hijos en edad escolar libros y mesa para estudiar; cocina delante de estos pequeños edificios; habitáculos para ducharse, es decir, como las duchas de los campamentos pero sin grifo, pues aquí todos toman un recipiente grande con agua y con otro pequeño se lavan; granero, garaje o cuarto trastero; y los que tienen mayor poder adquisitivo granja con cerdos. Todo este grupo de chabolitas se encuentran rodeando un árbol que produce sombra . Si no habéis visto las fotos es difícil de imaginar. No penséis en el idílico paisaje de las series “La Barraca” o “Cañas y Barro”, sino más bien en un barrio del extrarradio de las grandes ciudades, pero con el encanto de no estar todas las chabolas hacinadas sino rodeadas de árboles y campos de maíz. La mayoría de sus habitantes se encontraban adecuadamente alimentados, en comparación con otros lugares y abundaban los niños. Las mujeres jóvenes llevaban todas detrás un bebé, una de las imágenes que permanecerá para siempre grabada en mi memoria. Pocas en edad de concebir las hay que no lleven un niño pequeño. Ya os lo he contado aquí hay muchos niños. Desde las 9:30 hasta las 12:45 pisando la tierra africana, disfrutando de poder conocer esta tierra desde lo más profundo, sus hogares, recibiendo la acogida de los católicos que viven en este barrio, una minoría pero unida y que construye con el párroco comunidad, desde las comunidades de base como primera célula de la parroquia sobre la que va vertebrándose y acogiendo en su seno los diversos movimientos (CV-AV, carismáticos, Legión de María, jóvenes universitarios, cooperadores salesianos,…). La parroquia casa de todos, integradora de la pluralidad de carismas y ministerios, rica por acoger en su seno la diversidad que enriquece la Iglesia. También en tres casas me han obsequiado con agua, zumo y refresco de malta. Es la forma que tienen de agasajar al huésped. Aquí te ofrecen lo que tienen, un vaso de agua. Entiendo ahora lo que afirmó Jesús: “quien os ofrezca un vaso de agua porque sois discípulos míos tendrá su paga”. En aquellos tiempos, era lo que se ofrecía al invitado, porque el Hijo del Hombre vivió pobre entre los pobres. En este lugar sigue viviendo, habitando las casas y aquí, como me pasa cuando realizo lo mismo en Benissuera y muchas veces cuando visito algún hogar, se sienten felices, alagados por mi presencia, no porque mí, sino por mi condición de sacerdote que lleva en su vasija de barro el mayor tesoro que existe. ¿Qué mas os puedo decir? Pues eso, que he sido muy feliz. Me he sentido, con la distancia que me separa en santidad, la Madre Teresa de Calcuta, quien fundó las Misioneras de la Caridad para “llevar la luz a los agujeros oscuros de Calcuta”. Ella conocía muy bien los barrios donde vivían los necesitados. Sin alcanzarle, por una mañana, me he sentido en cierto modo la santa, para mí, mas grande del s. XX y quien más nítidamente ha reflejado el rostro de Cristo. Dios me ha permitido llevar Su Luz a estos hogares. Sí, ya, no les he ofrecido nada material, pero lo más importante en nuestra vida es lo que no tiene precio: el amor que Dios a través de mis palabras, gestos y mirada ha irradiado a estas buenas gentes, las que te cautivan el corazón por su sencillez y bondad. Aquí el Padre ha revelado a los humildes estas cosas. Y después ha comer. Una buena ensalada y pollo. Descanso para a las 16 horas sentir la presencia de Cristo en la capilla de la clausura, hasta que la lluvia ha amainado y con el Padre Rafael he vuelto a la Parroquia, volviendo a la dura realidad. Es decir, después de intentar vanamente abrir el correo electrónico y el Facebook, he leído la página de “El Mundo”. España no sigue igual, sino peor que cuando marchamos, va sin saber a donde va, fruto de unas políticas centradas en la economía que ha marginado a Dios, al Evangelio y los valores de Jesús como son la defensa de la vida que lleva a la solidaridad y opción preferencial por la vida de aquellos que son “un problema” para los que no tienen corazón, una ocasión para amar para quienes creemos en Jesús, hijos para Dios. Sí, mis africanos ven la televisión y cuando comienzas a hablar descubres que en fondo lo que desearían es que te los llevases a Europa. Éste es el deseo profundo que anida en sus corazones y aunque no es cierto que en nuestra tierra lluevan los euros del cielo, si lo es que por el mismo trabajo se recibe mucho más y por tanto pueden ayudar a los que quedan acá. Bueno, como os decía, apagado el ordenador he asistido a la eucaristía en una comunidad. La pequeña capilla. Una habitación como la de ellos, con un altar, bancos y cuadros, entre ellos la Milagrosa. Llena de fieles y eso que algunos por la lluvia no han asistido, hemos celebrado la misa. Por cierto, de todas las edades, jóvenes, ancianos, niños. Durante la hora que ha durado la eucaristía y reunión se han hablado cuatro idiomas: el oficial del país, el francés; el materno y único que entienden los mayores, el cavillé, contando para ello con el catequista como traductor o lector del Evangelio en este idioma; el oficial en España o castellano y el materno tanto del Padre Rafael como de quien os escribe. Allí el párroco les ha invitado a apuntarse para que bendiga mañana sus casas. Todos desean la visita de quien os escribe. ¿No es para estar contento? Con la lluvia acompañándonos, he cenado y saludado a uno de los primeros jóvenes que conocí al aterrizar en Lomé: Didier. Él es salesiano y ha regresado de los ejercicios espirituales previos al presbiterado. El sábado será ordenado sacerdote, pasará a ser hermano mío en el sacerdocio. Y él habla un perfecto español, con acento “andalú”, pues ha pasado sus últimos cuatro años estudiando en Sevilla y Granada. Pertenece a ese grupo de jóvenes que nos ofrece África, esta joven plantita en crecimiento frente a la vieja Europa. El día no ha terminado. Después de cenar, Cristino me ha invitado a ir con Dibier y él al Foyer. Por cuarta vez y segunda de noche me he encontrado con los niños de la calle acogidos por la familia salesiana. En este hogar estaban viendo una película. Ha sido un momento entrañable. Han apagado el televisor y sentados en los bancos he dirigido la oración. En ella hemos dado gracias al Padre Bueno por el mejor momento vivido, la persona que más felices nos ha hecho hoy, la lluvia, los árboles, los alimentos, los que cuidan de ellos. El salesiano ecuatoguineano ha sido mi traductor. Ah y les he descrito como es la imagen de la Patrona de los Valencianos. la Virgen de los Desamparados que acoge a sus pies a dos niños. La verdad, bien podría ser la patrona de los Foyers del mundo, de todas las casas donde se acogen a los niños de la calle o de la guerra, pues en su origen fue llamada “Santa Maria dels Folls, Inocents e Desamparats”. Estos hogares son la humana imagen de nuestra Madre, son la Madre que muestra a Jesús y acoge bajo su manto, protegiéndolos, a todos los niños inocentes y desamparados, desde la pureza de corazón expresada en la imagen con la azucena. Y así ha terminado el día. Y termina. Son las 11:10 en Togo, la 1:11 en España. En resumen: un día de paz y felicidad viviendo el ministerio sacerdotal.

Día 9º. Martes 10. Visita a la Catedral.

Día 9º. Martes 10. Queridos amigos: Las 0:04 en España, feliz nuevo día. Aquí aún nos encontramos en el 10 de Julio, pues seguimos el horario solar. Vosotros oficialmente habéis cambiado de jornada, pero según la naturaleza seguimos en el día anterior. Se escucha la televisión. Nuestros buenos amigos misioneros descansan. Son realmente unos héroes. Ellos viven aquí, en esta estación en la que se está mucho mejor que en Valencia, con airecillo fresco y todas las tardes lluvia refrescante que reverdece los paisajes y en la estación seca, cuando el calor supera durante seis meses los 40º y la gente anda buscando agua allí donde la hay, en un auténtico calvario en busca de la que a veces se halla a varios kilómetros. Porque en este país son “aseados”, es decir, muy limpios. Los niños y las niñas se duchan dos veces al día y antes de comer se lavan las manos. La pobreza es grande, su mochila apenas es una pequeña de las nuestras o una bolsa con un par de prendas. Pero ¡qué felices son! La mayoría de los niños son como los de nuestra tierra, pero sin tantos recursos. Eso sí cuando te ven pasar te saludan con sus pequeñas manos, te ofrecen una radiante sonrisa y limpia mirada y te llenan el corazón. Esta mañana hemos visitado la Catedral, tan sólo por fuera pero se podía ver el interior gracias a las cientos de pequeñas ventanas. No os la imaginéis como en nuestras ciudades europeas, unas manzanas de casas y calles y en su corazón un gran edificio. Aquí es diferente, los espacios verdes abundan. Es un edificio en el centro de una explanada, sin ningún otro cerca. Tan sólo el colegio de las religiosas marianistas y la vieja catedral. Imaginad un jardín con un edificio coronado por la cruz. A pocos metros de la iglesia se halla un altar y cerca la gruta de Lourdes. Ya he visitado la Virgen de Massabielle sin ir a Francia. Delante de ella unos bancos y personas rezando el rosario ante la imagen de María, la Bernardette y los corderitos. También nosotros hemos rezado el ángelus y encomendado a nuestra Madre el campamento que vamos a iniciar. Después nos hemos acercado a los niños que son como la pastorcita a la que la Virgen se le apareció. Leonard nos ha conducido por el Mercado, el almacén con el trigo, el maíz,… la plaza con los cientos de puestos apretujados y el estrecho pasaje donde los comerciantes vendían. ¿Os preguntaréis para qué? Bueno en primer lugar para conocer Togo, pues una ciudad se conoce cuando te adentras en su mercado, pero sobre todo porque allí se encuentra la Barraca. A este pequeño edificio llegan niños perdidos en la ciudad, abandonados por sus padres o huidos de sus familias a causa de los malos tratos recibidos. Otras veces son los salesianos y voluntarios quienes los buscan entre la multitud y los llevan a este lugar. El objetivo es impedir sean presa de las bandas callejeras y las mafias. Es terrible pero hay personas dispuestas a explotar y abusar de ellos con el fin de obtener diversos beneficios. Y allí dos voluntarias nos han acogido. Lo más emotivo ha sido la niña durmiendo en el suelo, pequeña. Sí, en estos días hay infinidad de imágenes difícil de olvidar y que marcarán mi futuro. ¡Tanta pobreza! ¡Tantas criaturas inocentes pasando hambre, solos en el mundo! Y Dios con ellos en los salesianos y cuantos les tienen una mano y los acogen. Nos contaba la responsable la labor realizada por ellos. Una vez entran en la Barraca cumplimentan una ficha e intentan averiguar el origen del niño y los motivos por los que ha sido abandonado o ha llegado allí. Después visitan a sus familias y contrastan la información con la trabajadora social. Evaluada la criatura tiene varias posibilidades: volver a su hogar, integrarse en los centros de los salesianos o ser llevado a otro centro. En el lugar había poca gente, pero a lo largo del día pasan unos diez chicos o chicas que son acogidos y derivados a las casas de acogida. A veces algunos no quieren dejar la calle. Y así en el corazón de Kara cuatro personas ofrecen el rostro del Dios Padre lleno de Ternura que acoge a sus hijos abandonados. Después de comer el ATS me ha mostrado el dispensario de los salesianos. Se encuentra junto a la capilla, en el Centro Don Bosco y cuenta con una sala de atención y practicante, dos salas más, consulta del médico, farmacia y laboratorio. Es un punto más de luz en esta ciudad. Todos son atendidos por la comunidad y las personas que les ayudan. Y por la tarde, a las 15:30 hemos partido hacia un pequeño pueblo, Sious, uno de los más alejados. Se encuentra cerca de la frontera de Burkina Faso y allí entre la vegetación hay palmeras. La selva tropical ha sido talada y convertida en un nuevo tipo de bosque. Después de viajar por carretera de asfalto nos hemos adentrado 14 km de sendero hasta llegar a un poblado con un buen mercado. Primero hemos visitado la casa del párroco y saludado a otro sacerdote que llevaba sus muchachos al lugar. Después ya hemos entrado en este campamento. Como siempre de una gran austeridad. Salas de escuela transformadas en dormitorios. Los niños nos han recibido cantando y nos hemos unido a ellos en el canto y el baile. Ha sido el primer momento de integración. Y con ellos tres pequeños a los que tres globos les han cautivado. Es un nuevo campamento. Los chicos parecen, por sus vestidos ser de familias acomodadas, es decir, menos pobres. La tarde ha sido cautivadora por la luz y los colores. Después nos hemos vuelto parte de la Misión, cena y a descansar que son las 10:28 y mañana hay que levantarse pronto que tenemos misa. A las 5:30 fuera. Esto es Togo, amigos.

jueves, 9 de agosto de 2012

Día 8º. Lunes 10 de Julio: final del campamento y tarde libre.

Día 8º. Lunes 9. Queridos amigos: Las 0:13 en España y las 10:13 en Togo, hora solar. El sueño nos está venciendo a todos los que vivimos la expedición, en un día en el que nos hemos levantado a las 7, desayunado y partido hacia Awandjelo. Allí después de saludar a los muchachos y contemplar como desayunaban, Silvia ha preparado una oración. En ella ha comenzado preguntándoles qué es la fe, a continuación un grupo de voluntarios se ha colocado alrededor de un muchacho con los ojos vendados y éste se ha dejado caer confiando con que no le dejarían. La siguiente dinámica ha sido semejante, tenía que correr esperando ser abrazado por un compañero. Pero para mí la más significativa ha sido la piedra. Cada uno ha tomado la suya. Hemos leído el Evangelio de la hija de Jairo. Y ha reflexionado entorno a ella. La hemos tocado, contemplando como tiene aristas, capaces de hacer daño a los demás cuando se acercan. También tiene partes lisas, otras rugosas y la mía tenía tierra en ella. Esa es nuestra vida. Nos ha invitado a ver en ella nuestra persona. La piedra de nuestra vida no es como quisiéramos. Tiene aristas que hacen daño a los demás, a veces sin querer, otras queriendo. Y tiene tierra acumulada que impide ver la belleza de nuestra vida. La piedra la tiene porque se ha sumergido en la tierra, se ha dejado acariciar por ella y por el agua. Forma parte de su historia. Son las personas que siempre están ahí, las que amamos, también nuestros apegos e intereses, nuestras ilusiones, nuestra propia vida. Silvia nos ha invitado a colocarla, mientras sonaba la música y después de contemplarla, junto a la cruz. Señor, yo soy esa piedra. Preferiría no tener aristas y el valor de desapegarme de todo lo que impide volar y ser libre, ser de otra forma, el sacerdote que este grupo espera de mí, los demás y vosotros deseáis. Pero soy una piedra junto a la cruz. Ella me recuerda que la vida es cruz. Y lo más importante, soy una pobre piedra pero que está cerca de Ti. Y así con un Padrenuestro ha concluido la oración. Después les han enseñado un divertido baile. Y ya ha sido comer y despedirse. Los niños han regresado a su casa. Pero de forma diferente a nuestro país. Aquí unos en bici, otros andando, o llevados por su párroco, con uno de ellos me he encontrado en este lugar, y un grupo en la camioneta de los salesianos. Un numeroso grupo. Esto es Togo. Aquí se comparte. Un educador le ha dado a un niño un chile y éste lo ha partido en tres trozos. Las familias necesitadas, como una mujer con su bebé, se han acercado a la comida y han recibido alimento. En Togo los coches pueden subir los que quepan y aguanten. Ah y al ir he subido detrás, sintiendo y viviendo la ciudad, este África que apasiona. Como os decía en Togo lo gente no tiene vehículo y siempre hay alguien que te recoge mientras andas por la carretera. Es la solidaridad efectiva. Después de dejar a los chicos y chicas y mayores en la Parroquia Don Bosco hemos ido a comer. Entre unas actividades y otras eran ya las cuatro de la tarde. Y a las cinco y media nos hemos acercado a la tienda de las monjas para ver crucecitas, manteles,… y para entrar en internet: contestar e-mails, informar en el Facebook y en mi caso escribir con un teclado diferente La Ventana para el Aleluya. Una hora conectándonos con vosotros, cuatro frases, suficientes para deciros lo felices que somos. Y lo soy, a pesar del sueño, el resfriado y el dolor de cabeza que provoca cansancio, nada diferente al que sufro en Valencia, bueno hay una singularidad: aquí me encuentro con Dios, lo veo y lo siento. Es difícil de explicar, quizás sea el espíritu misionero, pero veo a Jesucristo cerca, lo contemplo cada día en estas personas que nada tienen, en estos niños que van de campamento como los nuestros, con su mochilita o bolsa, pero sin autobús, durmiendo en pabellones oscuros, sin cuarto de aseo ni ducha, pero felices, de mirada alegre que se hacen querer. Es igual que los campamentos de los Juniors pero más cercano al Evangelio, a esa vida que no nos gusta y por supuesto, si tuviese la oportunidad, liberaría a todo el país de tanta miseria, pero que te hace ver las cosas de manera diferente, y no tienen nada. Esta noche dormirán en una chabola. Y nosotros decimos que no hay sitio para ellos en nuestro país. Bien después regresamos, cenamos, tiempo de recreo y a descansar. Eso, a descansar que mañana a las 7 suena el despertador. Gracias, Padre, por esta experiencia. Es dura como lo es todo en mi vida y en la vida de las personas. No veo más momentos duros que en un campamento o en el pueblo, en eso no es diferente, tan sólo que aquí uno se siente sacerdote, es el blanco que va no a explotarles sino a servirles y compartir con ellos el Evangelio de tu Hijo. Padre no nos dejes nunca de tu mano. Y a las 22:34 termino.

Domingo 9. Misa en las misiones.

Día 7º. Domingo 8. Queridos amigos: Desde este hogar llamado Centro D. Bosco os escribo una noche más. Son las 0:16 en España, las 10:16 en Togo. El día ha empezado para mí al igual que para mi equipo de togolitos bien pronto. Bueno y para todos los del lugar. Porque en este país a las 5 ya están todos levantados y a las 6 es la misa. Buscando el fresco del día sus habitantes son madrugadores. Apenas sale el sol se han levantado y este cuando así lo ha realizado quien os escribe ya había salido. Levantarse, ducha y aseo, desayuno del café con leche y ya me estaba esperando Leonard para partir. Iba a vivir mi primera experiencia en solitario como misionero. Las primeras horas del día me esperaban con un encantador grupo de católicos que aguardaban la llegada del sacerdote. En el camino la ciudad rebosante de vida, los vendedores de pan en el borde de la carretera, las parejas desplazándose en moto, todo un bullicio de motos, gentes, coches en un caos donde cada uno alcanza su camino. Primero hemos visitado la Iglesia de San Juan Bosco. Allí iban llegando los primeros fieles a misa. Después con mi intérprete Bertrán hemos emprendido el camino hasta la comunidad de Actida. Éste cada vez era más malo, hasta entrar por un sendero o como decimos en nuestra tierra “camí d’horta” a la escuela. Allí nos esperaba el presidente de la comunidad y un grupo de fieles que ha ido acrecentándose como un goteo hasta llenar la escuela convertida en capilla. Ellos llevaban los bancos y las banquetas. Sobresalían la cantidad de personas ciegas. Habré contado unas cinco. Todo era muy pobre, como a mí me gusta. Dios está en los pobres y en los últimos, por eso aquí uno ve más nítidamente a Dios y lo siente. Él te toca el alma, al contemplar a estos hermanos nuestros, quienes iluminan el lugar, carente de luz artificial y con el fin de resguardarse del calor de la estación seca en penumbra. Mesa de madera, en la que han colocado el mantel. ¡Dios mío cuan feliz he sido en mi primera misa presidida por mí en África! Sí, si veis las fotos tenéis que mirarla con los ojos de Jesús. Aquí está la Iglesia pobre del Jesús Siervo Sufriente, el que se hizo pobre para hacernos ricos, para hacer ricos a los pobres. El que vive en las chabolas y de allí se traslada por caminos de tierra a una pequeña sala carente de todo lo no necesario. La misa la he celebrado en castellano y ellos me han respondido en francés. Pero no importa el idioma. Hablamos el mismo: la lengua del Espíritu, la que a través de la gramática de la liturgia nos lleva a comprender cuanto celebramos. Y por supuesto han cantado y danzado. Especialmente me ha impresionado en las dos misas la colecta. Mientras cantan, después de las preces, se acercan bailando y depositan su limosna en un cesto colocado delante del altar. Los pobres comparten. ¡Cuántas personas en la España rica dan mucho menos que ellos! En la comunión han comulgado unas treinta personas y después de ella el catequista ha dado las instrucciones, concluyendo la misa agradeciéndoles personalmente su acogida y lo que ellos me han enseñado y pidiéndoles que rezasen para que el próximo año vuelva a estar aquí, celebrando la eucaristía con ellos. Estas buenas gentes han respondido con un deseo que me ha llegado al alma: ojalá tengamos ya una iglesia. Los cristianos de esta tierra sueñan con tener su iglesita. Y antes de partir una joven me ha pedido que le bendijese una pequeña cruz. Y después a otra comunidad. Ésta sí tenía su pequeña iglesia, con sacristía, monaguillos, un gran Cristo y una Virgen de María Auxiliadora. Además el coro contaba con tambores. De nuevo he disfrutado. Me he sentido uno de ellos. Es como si Dios me estuviese indicando mi lugar, el que realmente llena mi alma. Aún así está en sus manos. Jamás creí que podría tener esta experiencia misionera y ya veis, aquí estoy, en el segundo domingo de Julio. Por cierto con 25º de temperatura y un calor más soportable que en Valencia, a pesar de la humedad. Tantas veces lo escribí, especialmente hace cuatro años. Ha sido un sueño hecho realidad y hasta el momento llenándome como nunca, impregnándome de la luz cegadora de África, del verde vivo de esta tierra, de sus gentes a la puerta de casa comiendo, de los niños y las mujeres llevando sobre su cabeza pesados fardos o cuencos. De este país tan acogedor, alegre y vivo, donde las mujeres andan por la calle llevando detrás a su bebé. Es el continente de la esperanza. Bien al llegar me ha saludado el presidente de la comunidad, que es el responsable de la comunidad de base. En la sacristía dos monaguillos me han ayudado a revestirme. Con solemnidad hemos iniciado la celebración, leyendo el texto que me prestó Cecilio, pues pensaba que un mal francés es mejor que un óptimo español. La gente imagino me habrá entendido y si no ¡tienen tanta paciencia! En la Iglesia, una sala cuadrada, los niños y niñas estaban en el primer banco. Y rodeándoles los adultos, sobresaliendo unos ancianos. Al concluir les he dado las gracias y me han pedido que la intención aplicada a la eucaristía la ofreciese también en España, prometiéndoles que la ofreceré por Caliste e Ignase demande protection y los difuntos de la familia Padayelo. Concluída ésta han aprovechado para reunirse en asamblea y hablar entre ellos, dirigidos por el catequista. Una madre joven ha amamantado a su hijo. Un niño dormido se ha dado un porrazo y se ha puesto a llorar. Todo ha sido inolvidable. Después la comunidad, a la puerta de la Iglesia han tomado el almuerzo, en un ambiente típico de domingo. Y todos jóvenes. Aquí los mayores son una pequeña minoría. Abundan los niños y las parejas. Como os decía, es imposible expresar lo que se vive en Togo. Hay que estar aquí, ser sacerdote y sentir el dolor de saber que un día tendré que partir y el deseo ardiente de regresar. Ésta Iglesia tiene duende, sus gentes en su sencillez atraen. La mañana no había terminado. Me esperaba otro momento impactante. Al llegar me he dirigido a la capilla del Centro Salesiano. ¿Quiénes se encontraban allí? Cientos de jóvenes estudiantes rodeando al Padre Rafael. Después del retiro, a las 9 se ha celebrado el bautismo. La Iglesia llena. Al entrar estaban todos arrodillados, cantando con sus melodías las letanías. Y después se ha celebrado el bautismo. Treinta y tres jóvenes estudiantes con sus padrinos acercándose a la pila bautismal y allí recibiendo tres chorros de agua. La Iglesia hoy ha acogido a más de treinta nuevos hijos, fruto de la labor de este misionero en la universidad. Impresionante de nuevo. Pero, ¿dónde se han ido después del bautismo? Otra sorpresa, bailando han entrado con los trajes nuevos, estampados con la imagen de Don Bosco, María Auxiliadora y los motivos propios de los vestidos de este lugar, donde predomina el verde. Es el nuevo vestido, su nueva condición de cristianos. Después han recibido el crisma y la luz. La misa ha proseguido animada por dos coros. El más cercano al altar contaba con un órgano eléctrico y unas voces estupendas. El otro era una orquesta con tambor, platos y trompetas. Concluida la misa han ofrecido los frutos de la tierra y el Padre Rafael ha comenzado la sesión fotográfica. Por facultades y después por grupos, todos querían fotografiarse con él, en la que ha sido su despedida. Y a él se le veía el sacerdote más feliz del mundo. Cuando el sacerdote ama y se entrega a los suyos como el Buen Pastor, recibe una recompensa que es impagable y hace de esta vocación una labor única, el sentirte querido por tu gente: una foto contigo, una sonrisa, un saludo, un descubrir en sus miradas la felicidad que irradian por que estás con ellos, porque los quieres y ellos te quieren. Eres su párroco, su cura. Y así se ha hecho la hora de comer. Hoy había ensalada, macarrones,… Muy bueno. Ale, a la siesta. A las tres y media con Leonard y Beltrán me he trasladado al campamento. Allí Cecilio, Mireia y Silvia animaban a los chicos con danzas españolas. Pero llegó la lluvia. En apenas cinco segundos ha sido torrencial. Quedaba estar con ellos. A una muchacha le he dejado la cámara para que fotografiase, pues les llama la atención la digitales, verse después. Aquí, por cierto, la tecnología ha llegado. Viven en chabolas pero tienen móvil. Así somos los europeos les vendemos estos aparatos para que en vez de comida se lo gasten llamándose. Y encima ellos serán los culpables. Les hemos entregado los regalos procedentes de España y a casa. Allí hemos permanecido hasta la cena, y por primera vez he tomado piña del terreno. Nada es igual. Esto si que es agricultura ecológica y el sabor es diferente, como los plátanos. Saben, tienen consistencia. Después el Padre Rafael me ha llamado y nos hemos ido a visitar el Foyer de niños. Estaban viendo la película “El Señor de los Anillos”. La verdad, no me acostumbro. Te rompen el corazón al ver sus rostros tristes, al hundir la mirada en las suyas. Sus padres los han abandonado. Han perdido la seguridad que dan los progenitores. Pero Dios no los ha abandonado a vivir en la calle, ha enviado a los hijos de María Auxiliadora para que cuiden de ellos. Allí tienen tele, comida, habitación, clases y sobre todo unos salesianos y voluntarios que les quieren. Bueno amigos, después de rezar con ellos las tresavemarías hemos regresado, encontrándonos con Cecilio, Silvia, Amparo y Mireia, hablando con el Padre Fernando. Y a dormir. Bueno terminar de rezar, descargar las fotos, escribir este diario-carta. Ahora sí. Son las 11:02, a descansar. Mañana a las 7 fuera de la cama, a concluir el campamento del sector de Kara.

martes, 7 de agosto de 2012

Día 6º. Sábado 7 de Julio. Queridos amigos: Son las 22:28 de la noche en la Misión Salesiana. Después de haber cenado aquí estoy de nuevo para escribiros. Por cierto impresiona también como los religiosos no desperdician la comida, sino la sobrante la guardan. Además los restos van clasificados al cubo de material orgánico, al de material inorgánico y los huesecitos al tupperware de la comida del perro. Viven en pobreza quienes todo lo que tienen lo comparten. Ahora bien nuestro organismo necesita recibir una buena alimentación, de lo contrario, si se llevase la vida de los habitantes de este país enfermaríamos y la malaria podría causar estragos en nuestro organismo, hasta provocar la muerte. Cuando te encuentras aquí, hay momentos en los que crees que estás en Europa. entonces le pierdes el respeto a África, es decir, no importa beber cualquier agua, dormir en cualquier sitio,… Y no es así, el continente y el clima son diferentes, las enfermedades, denominadas tropicales, distintas, los medios sanitarios deficientes y nuestro organismo no se encuentra adaptado a estas condiciones de vida, por lo que cualquier virus autóctono es más dañino para nosotros que para quienes viven aquí. Así, me contaba el Padre Rafael, muchos misioneros morían durante el viaje o a los pocos días de alcanzar la costa y emprender la evangelización. Pero bien. Aquí he descubierto la luz de la pobreza. Son pobres y alegres, si bien no todos. Me llama la atención los niños de mirada perdida, quizás sean tímidos y de eso los monitores saben mucho. Quienes vamos de campamento más de una vez hemos escuchado el lloriqueo de quienes quieren volver a casa. Pero aquí los niños no lloran. Se les puede ver triste, sin embargo no he visto a uno solo en estos cinco días llorando. Recordando el día. Esta mañana a las 8:30 he partido con el Padre Rafael al Monasterio Benedictino de la Encarnación. Por caminos de tierra, cruzando el paso de un río y llevando a los que encontrábamos. Ese es otro rasgo. Pocas veces vamos solos. El coche para y sube a los feligreses que andan caminando. Al llegar al monasterio construido por los alemanes nos hemos revestido en la sacristía y saludado a algunos sacerdotes, la mayoría de ellos africanos. El Obispo también me ha saludado. Por el claustro nos hemos dirigido a la iglesia. Esta ocupaba el piso superior, era abierta y estaba rebosante de fieles, además de dos coros que han cantado música de la tierra, gospel y cantos en un gregoriano adaptado al lugar. En la eucaristía cuatro monjes han realizado la profesión religiosa y uno de ellos ha sido ordenado sacerdote. Ha sido desde las 9 hasta las 12:50 y como todo lo que ocurre en África, el tiempo ha transcurrido velozmente, marcado por los cantos, el sonido del tambor y la trompeta. La celebración ha tenido componentes de la Iglesia Universal y otros inculturizados. Así antes de profesar, los monjes han pedido permiso a sus padres, éstos les han autorizado a dejar su familia, con lo que significa en África la familia, la tribu, la etnia. Como Israel la persona no se comprende si la referencia a su pueblo. A continuación los han envuelto en un sudario y llevado como si estuviesen muertos sobre unas andas de caña. Ha sido impresionante. Ante mis ojos un grupo de personas trasladaban cuatro cadáveres vivos y los colocaban ante el altar. Totalmente amortajados y atados. El diácono se han postrado en tierra. Han cantado las letanías a los santos. Después un monje mientras recitaba y cantaba unas oraciones ha tocado por tres veces su cuerpo. A la tercera vez han sido desamortajados y han salido de sus “ataúdes”. Muertos a este mundo por Cristo han resucitado. En otro momento han firmado su compromiso en unas pieles y lo han mostrado a todos. También el prior les ha marcado en una pegatina pegada al pecho, escribiendo el nombre del monasterio. Otro momento significativo ha sido verles a los cuatro más el nuevo sacerdote danzando entorno a la cruz, a modo de tótem cristianizado. Es el África profunda donde la fe cristiana no anula sino que impregna la cultura indígena. La celebración ha proseguido y también quedará en mi recuerdo. Hoy ha sido un día importante para la Iglesia, pues tiene un sacerdote más y cuatro monjes que oran por todos nosotros. Después de comer. A las 15:30 me he trasladado al campamento y allí rencontrado con mi grupo. Tiempo para charlar y de nuevo impregnarse de África. Escuchando y participando de sus danzas. ¿Qué me ha venido a la mente? Pues quizás sea una tontería, pero viéndolos el modo como bailan, nada más semejante a una discoteca. Quizás creíamos que el bailar sueltos era moderno y no, sino mucho más antiguo que el bailar cogidos. Parecía realmente un baile de jóvenes, con sus movimientos de pies, caderas y brazos. Además de la música, es decir, los tam-tam y el tambor. Un baile que llena, mientras fuera llovía a cántaros. Concluida la animación nuestras chicas se han entregado, mientras los niños y niñas se duchaban, a regalar unas bonitas pulseras. Pasadas las seis la noche nos ha alcanzado en tan sólo quince minutos. En el aula de la escuela hemos rezado el rosario y con qué paz. Esta gente son de Dios, transmiten a Dios en su mirada. Un aula pequeña, calor sofocante y todos allí, niños, adolescentes y jóvenes rezando el Santo Rosario, pausadamente, con el corazón. Comienza el que la dirige “Dios te salve María” y siguen los demás. Hasta el momento todo pasa rápidamente. Son gotas de miel que endulzan los labios. África sigue sin defraudarme. A las 8 a casa y a las 9 cena con el Padre Rafael. Y a descansar que mañana a las 6 tengo misa en dos comunidades. Por primera vez celebraré la eucaristía, será sentirme realmente misionero, compartiendo la fe con ellos, en una iglesia sin luz, pobre como Cristo que vivió pobre. Y a las 10:54 me despido de vosotros. Buenas noches.

domingo, 5 de agosto de 2012

5 de Julio: encuentro con el Obispo y Adoración al Santísimo con los jóvenes.

Día 4º. Jueves 5 de Julio: Queridos amigos: Son las 11:09 de la noche en Togo. Después de unos días con nubes a estas horas hoy la hermana luna se ha hecho presente, después de un bello atardecer. El ejército estelar han anunciado su llegada y tras desfilar ante nuestra mirada las estrellas, ella ha comenzado a ascender a su trono, iluminando a cuantos la contemplan. El misterio de la luna, las estrellas y el sol. Cada lugar parece tener la suya propia y cada uno la contempla desde un espacio cerrado y sin embargo es la misma en todos ellos. Como el Buen Dios en el sagrario y la eucaristía. ¿Podemos contemplar cada uno al mismo Dios estando en lugares separados? ¿Podemos contemplar la misma luna estando en lugares distantes? Pues bien, la eucaristía hoy ha estado muy presente. Ha sido una jornada eminentemente eucarística que comenzaba levantándose a las 5:30 Cecilio, Amparo, Silvia y Mireia, para así asistir a la misa de 6 en la Parroquia San Juan Bosco. A las 8:30 nos hemos reunido todos y por fin, al subir las escaleras, estaba allí ella, esperándome. Después de cinco días aparecía ante mis ojos cual sol en el amanecer: mi maleta, extraviada en el aeropuerto de Casablanca. Y al acercarme se ha inclinado para pedirme perdón, es decir, ha caído hacia mí. Allí estaba. Una imagen difícil de olvidar. Después del desayuno la hemos abierto y me he rencontrado con el Cristo Pantocrator, mi Cristo, el icono que me introduce en la profunda mirada de Dios, Presencia viva para mí, medio para orar en el silencio de mi habitación y para trabajar orando, sintiendo su mirada protectora. Además el altavoz, el ordenador pequeño cuya pantalla ha llegado rota, las estolas obsequio, el cáliz y la patena del Obispo, la Biblia, el libro de Santa Teresa de Liseaux, “Historia de un Alma”, el proyector, mi bolsa de aseo y ropa. Una gran alegría. Rápidamente hemos ido a la comisaría de policía con el fin de obtener el visado por el que se nos autoriza a permanecer en Togo. Sin ningún problema. Bien atendidos, sin colas. ¡Qué diferencia a España donde dan ganas de llorar al contemplar las largas hileras de inmigrantes buscando ser acogidos por nuestro país! Me daréis mil razones, yo sólo tengo una: Togo no ha puesto ningún obstáculo para que entrase en su territorio. Ya, ya, allí somos ricos y aquí, en Togo, somos pobres. Pues los pobres que nada tienen no les importa que vayan a su país y los ricos que tienen en abundancia impiden entrar incluso para asistir a la JMJ. Innumerables trabas burocráticas, un auténtico calvario el que ha de pasar el religioso que desea estudiar en España. Sí en nuestra España actual un sacerdote, un fraile o una monja africano que es requerido para que estudie o ayude en una parroquia lo tiene muy difícil, el Estado Español, al no pertenecer al área de influencia española, le coloca innumerables trabas. Los hispanoamericanos y guineanos lo tienen un poco más fácil. Quizás os suene demasiado radical, pero en España actual se impide entrar a frailes, monjas y curas de África y también se impidió participar a los jóvenes católicos de África en la JMJ de Madrid. Directamente no, no hay una prohibición, pero sí ralentizan los trámites, estos son innumerables, tiene que ir a las oficinas españolas en los países vecinos, pues en Togo no la hay y las gestiones son lentas y costosas, aunque sean los salesianos quienes garanticen al Estado que no se quedará a vivir para siempre en Europa. Así son las políticas económicas, el dios Mercado sacrifica a sus hijos africanos impidiéndoles vivir o tener una vida digna. Lo siento con mi egoísmo no quiero adorar a este dios, aunque muchas veces, confieso mi pecado, adore el bienestar y el consumismo. Mi Dios es Jesucristo, el Hijo del Padre que optó por los últimos, nació forastero sin casa en Belén y murió como los esclavos y extranjeros fuera de la ciudad en una cruz. Aseo, una buena ducha, afeitado y regreso a la comisaria, donde con gran amabilidad nos han atendido, desvaneciéndose la imagen que tenía de la policía en los países del sur. “Merci” y de corazón. Y enseguida, a las 12:15 al Palacio Episcopal. Un bello lugar rodeado de vegetación, donde reside el Obispo Jacques Danga Longa. Primero nos ha atendido el secretario en el comedor. Allí nos ha obsequiado. Después ha entrado él y nos ha saludado departiendo un rato y ofreciéndole los regalos: el cáliz y la patena, obsequio del Arzobispo de Valencia D. Carlos Osoro, la estola, los cuadros de la Virgen del Milagro de Cocentaina y de la Purísima de Ontinyent, ah y una pequeña estampa de la Virgen de los Desamparados que llevaba en el bolsillo con la oración del obispo salesiano D. Marcelino Olahechea, ah y el Aleluya con la noticia de Togo. La próxima vez prometemos llevar Paraula también que las dos publicaciones diocesanas se están portando muy bien con nosotros.. A continuación nos hemos sentado a comer lentejas, gallina india, platano. Muy buena comida preparada por las religiosas de la casa. Foto y con el buen, sencillo, humilde sacerdote, consiliario de CV-AV, el Padre Athanase hemos regresado a casa. A las 5 con Olivier y Ciriac hemos visitado la casa de un joven, adentrándonos en el coche. Su casa se encuentra tras una pequeña senda que nace del camino de tierra. Una especie de plazoleta acoge las viviendas. ¿Y como son? Las de la mayoría son una habitación de barro con techo de metal, en ella una mesa, bancos y en la pared un colchón. Tan sólo una ventana y una puerta, ah y posters de la Virgen María, el Corazón de Jesús,… indicando con ello al huésped que se halla en un hogar católico. Con razón viven en la calle. ¿Cuáles han sido mis pensamientos? Visitaba la casa de la Virgen María y nos atendía Santa Ana, una anciana curtida por la vida, vestida con el típico traje de su pueblo y pañuelo en la cabeza. Así debieron vivir María y José. Así vivió Jesús. Quizás más grandes, puede ser. Pero como estas buenas gentes vivieron el Pueblo de Israel en Egipto, los profetas, los apóstoles. Pobres todos ellos. Pequeña vivienda y comida en la calle. Y Cristo sigue haciéndose presente en los pobres. Estas casas tienen presencia de Dios, porque se acercan mucho más a él, que se hizo pobre, pasando por uno de tantos. Se que allí Dios se siente como en casa. La experiencia ha sido dura. África lo es. Es tierra de contrastes. Desde la oscuridad de la piel de su rostro el africano y la africana irradian luz en sus ojos, una cegadora luminosidad. Son diferentes a nosotros, ellos tienen dentro espiritualidad. Después de visitar la casa de Jesucristo hemos ido a verle en su otra casa, la Iglesia de San Juan Bosco. Allí me he revestido y he participado en la Adoración Eucarística. Mis compañeras han quedado prendadas, atrapadas por la oración. Sí, ellos nos ayudan a orar. Impresionaba en una iglesia escasamente iluminada en comparación con las nuestras, en forma de nave y donde la luz se ha ido varias veces, mientras a las seis y media ya era de noche, la actitud de los jóvenes que llenaban la Iglesia. Arrodillados, en silencio, escuchando la Palabra de Dios en francés y cavillé, rezando las mismas oraciones que en Europa. Pero después se han levantado y ante el Señor expuesto en la custodia han comenzado a cantar y danzar desde el sitio. Levantaban el ánimo de estos occidentalillos. Sí no ha sido sólo un gesto, de rodillas me he levantado. Un respeto, una devoción, por parte de los jóvenes asistentes. Mientras, el Padre Rafael se ha entregado al sacramento de la reconciliación y le ha faltado tiempo. Personalmente he podido vivir el momento de la bendición. Ha sido una hora donde en mí no han brotado palabras, unas pocas pidiéndole una gracia. Sentía la mirada de Cristo y eso era lo que importaba y Él me ha levantado, se ha servido de los cantos de estos jóvenes. ¡Cuánta alegría había en esta celebración! La transmiten. Son alegres, porque confían en Dios. Y al regresar a sus hogares encontrarán una pequeña habitación sin luz donde dormirán sobre un colchón. Y sin embargo estos hijos de Dios puede que los hombres los hayamos abandonado, pero Él no. Dios está aquí en África, se le ve en el rostro de los católicos, jóvenes en su mayoría. Y se le encuentra en los misioneros. ¡Cuánta labor realizan en esta ciudad y sus poblados los salesianos!: centros de acogida de niños y niñas, escuelas profesionales, dispensarios, atención a los universitarios,… Sí, la ayuda llega. Estas gentes saben que “mon père” tiene siempre algo que darles. Y estas buenas gentes pasan hambre. Literalmente, pasan hambre, días sin comer. Así es, jóvenes estudiantes que pueden pasar dos días si haber tomado un bocado y se les ve en la mirada o como cogen el plato y con sus manos se comen los alimentos. ¿Y vosotros, nosotros, cuando llegan en pateras o cayucos decimos que los echen? A la Iglesia no sólo se persigue quemando templos o matando curas y monjas, sino cada vez que un hijo suyo se le priva del justo derecho a sobrevivir. Aquí hay mucha pobreza y no es el único país. Hay muchas personas que no tienen nada. La ciudad es un barrio pobre. Y sin embargo entran en la Iglesia y son capaces de cantar con alegría. Después hemos comido y recibido una charla del Padre Rafael en el porche. Deleitosa, donde nos ha ofrecido testimonios de personas que sufren. Ellos a dormir y yo y el salesiano a su parroquia a intentar abrir infructuosamente el correo electrónico. Allí dos jóvenes han entrado y le han ayudado. Después estaban fuera, calentándose. Esa es la vida de muchos togoleses. No podemos cambiar la situación de todos pero sí la de algunos de ellos. Nuestra presencia les lleva a que más de quinientos niños durante unos días tengan tres comidas. Sin el Proyecto Togo queda claro, sin la ayuda de los centros juniors, este año niños y jóvenes concretos, habrían comido unas diez comidas menos. Y a la 1:57 termino. Buenas noches.

sábado, 4 de agosto de 2012

Día 4º: el Padre Kezito.

August 4, 2012
Día 3º. Miércoles 4 de Julio. Las 9:02 en Togo, las 11:02 en España. La hermana lluvia nos acompaña desde las primeras horas del día. Mis compañeros de expedición están regresando del primer campamento, vivido en el interior de Togo. Es el África profunda, a la que se llega por caminos de tierra. Pequeños poblados con sus típicas chozas circulares, donde sus moradores sobreviven. África son sensaciones, tal como os escribía, es contemplación. Hace unos minutos me encontraba desayunando y ha entrado en el comedor un cooperador salesiano de este continente, es decir, una persona no religiosa que vive el mensaje de san Juan Bosco. El occidental comienza el día con prisas: levantarse, ducharse, asearse, desayunar, ir a trabajar, todo ello corriendo. Sin embargo el africano no comienza así. Se preparaba el desayuno, tomaba el cuenco, depositaba la leche en polvo, el azúcar, el café, todo pausadamente, a cámara lenta para que me entendáis, como si fuese una oración. Lo que nosotros realizamos en un minuto ellos la misma tarea en dos. Es el ritmo de estas buenas gentes. Y toda una lección, una más que he aprendido en esta tierra, porque aquí he venido a aprender. ¿Qué hay detrás de ese ritmo? Quizás sea la tradición animista, el respeto por la naturaleza lo que se encuentre en el trasfondo. No se quiere molestar a la tierra y la tratan con cuidado, en silencio, procurando no hacer ruido con los actos. Nuestro corazón late a 70 pulsaciones por minuto, es rítmo. La respiración humana es armonía. Y sin embargo el cerebro, enfermado por el activismo, quiere ir más deprisa y surgen las enfermedades de occidente: depresión, estrés, ansiedad,… Queremos dar la talla, ser perfectos, cumplir,… y ninguna civilización ha destruido la naturaleza, el Jardín de Dios, tan salvajemente como la nuestra ni ha sido capaz de inventar armas tan destructoras como las que hemos inventado las últimas generaciones de occidentales. El sol asciende lentamente y su recorrido es pausado, lo mismo la luna en su peregrinar alrededor de la tierra. El hombre religioso se distingue el agnóstico o ateo en esto. La oración es ritmo, cerrar los ojos, contemplar la naturaleza, buscar a Cristo en la profundidad del sagrario, tomar las cuentas del rosario y como os contaba ayer, sin la rapidez de quienes rezan por cumplir, sino pausadamente ir desgranando cada Avemaría no con la cabeza sino con el corazón. Orar no es productivo y sin embargo es necesario, porque nos conduce a encontrarnos con Dios y el encuentro con Dios nos lleva a vivir en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos, hacer carne el episodio del Génesis donde se narra los paseos de Dios con el hombre y la mujer cuando la brisa acariciaba sus rostros. A sentir la caricia del Creador modelando el barro de nuestra vida, sin prisas, como la madre africana amamanta a sus criaturas. Esto es África, ciertamente, esto es la tierra de la paz, la armonía. La tierra de contrastes, donde llama la atención el poder de occidente en un aparato: los móviles. Aquí muchos tiene y hay buena cobertura. A Occidente le interesa más que tengan móviles que alimentos o medicinas. Y ellos son como nosotros, han sido seducidos por estos aparatos que tanto bien están haciendo, pues el móvil nos acerca a las personas. Ayer tuve la dicha humana de poder hablar por teléfono con mi prima Mª José, escuchar a la sobrinita Martina y contarle a quien bien puedo considerar mi cuñado Alfredo lo que estoy viviendo. Desde un rincón de África hablando con la familia, como si estuviese en mis pueblos o de campamento en Aragón. Anteayer con mi madre. Ah y momentos después de hablar con la familia en el campamento con Juan, antiguo Delegado de la Zona Montcabrer y Togolito en dos ocasiones. Silvia me entregó el móvil y pude contarle a nuestro contacto en Valencia todo lo que estaba viviendo. Hace cuatro años Cecilio y él me llamaron. Entonces yo era quien iba informando en el tuenti y el Facebook. Ahora es al revés. El pobre se ha pasado dos días entrando en las redes sociales para saber de nosotros y nada, sin una noticia de Togo. La verdad, en Valencia era esclavo del Facebook y el correo electrónico, de internet. Aquí uno espontáneamente se desprende de todo. Llevo tres días sin conectarme a la red y no he comenzado a sentir ansiedad, sudores, nerviosismo. No hay, pues no hay. No tengo la maleta, pues no la tengo. ¿Y qué? Ellos no tienen nada y sonríen a la vida. Los niños van con la misma camiseta todo el campamento y no lloran. Tienen un manto con el que se secan después de lavarse dos veces al día y sobre el que duermen y no te miran mal a ti, el europeo que cada día va con una ropa distinta y limpia, al contrario se acercan y te dan la mano. ¡Es tanto lo que nos enseñan! Creo que ayer lo escribí. Cuando terminó el rosario me pidieron bendijese la cena, pero antes a través de nuestro intérprete les di las gracias por haberme enseñado a rezar el rosario, como ellos lo rezan y que pidiesen a la Virgen María que un día nuestros niños y niñas sean capaces de rezarlo y de este modo en el campamento. En la bendición me acordé de una frase que se dice: da pan a los que tienen hambre y hambre de ti a los que no tenemos. Da pan a los que tienen hambre y uno ya piensa en un “negrito” imaginario, sino en los que tenia delante. Eran esos niños y niñas que vienen al campamento donde tiene dos comidas, que en silencio acercaban sus platos y sin protestar recibían el pan y la salsa. Y nada más. Hay tanta conformación. Tienen tanto que enseñarnos los subsaharianos. Y nosotros, los buenos católicos anticomunistas nos pasamos cincuenta años criticando el Muro de Berlín y el telón de acero, porque lo habían levantado los soviéticos, los perversos comunistas que persiguen a la Iglesia y no dejan salir a sus gentes en busca de la libertad y la riqueza de nuestras católicas tierras de Alemania, Italia, Austria, España,… Un día nos levantamos, era el 9 de Noviembre de 1989. El muro había caído. Y comenzaron a derribar el telón de acero. Por fin podían los sometidos pueblos del Este alcanzar la libertad. ¿Y qué hicimos? Dijimos que no, que los búlgaros y rumanos eran peligrosos, que se quedasen en sus tierras ¿? Y levantamos en Ceuta y Melilla dos alambradas con modernos sistemas de detección de personas y colocamos radares en la costa. Todo para impedir la llegada de aquellos que tanto queríamos porque en el Domund dábamos unas moneditas para las misiones. Hay que conocer como viven aquí para comprender porque atraviesan el desierto del Sahara. Lázaro aquí no tiene un rostro imaginario, no es el rostro de la hucha en forma de cabeza de negrito. Aquí tiene nombre, se llama Jean Marie Vianney, Martine, Jean, Kofi,… Son los rostros de los niños que veréis cuando llegue en el Facebook. Y estos niños y adultos tienen a personas como el Padre Rafael. Recuerdo anoche cuando llegué, los salesianos ya habían cenado, me indicó donde estaba la comida y se fue a orar con los jóvenes. Después regresó. Los salesianos de aquí son así. Se desviven por el huésped. Estuvo un rato hablando conmigo, como siempre ofreciéndome buenos consejos. El secreto del buen sacerdote es la pureza, el amor a Jesucristo, ama mucho a Jesús y por él renuncias a una mujer. Me contó lo que no es ningún secreto, pues lo ha contado en Valencia infinidad de veces. El origen de su vocación. Tenía novia pero queriéndola se sentía vacío. Una vez ayudó a una chica con un consejo, ella amaba a un hombre pero veía que no era feliz, él le dijo que lo dejase y buscase otro y así halló la felicidad. “Si esto lo he hecho con una persona, ¿por qué no puedo hacerlo con muchas más?” La condición era ser salesiano, religioso entregado a los demás. Y así lo hizo. A un joven que tenía novia y deseaba ser religioso le hizo la pregunta que él se planteó: “¿Cuándo estas con ella, queriéndola como la quieres, estando enamorado, sientes un vacío en ti?”, “Sí”, respondió. “Pues tienes vocación”. También me dijo que lo que más necesite, esa petición más urgente o necesaria se la pida a Jesús en el momento de la consagración. Él está allí, conmigo y me escucha. Y aquí sigo, esperando a mi hermano y hermanas en la fe. Os dejo. Son las 11:52 en España, dos horas menos en Togo. Voy a dar un paseo, a disfrutar de esta tierra y seguramente me acercaré a la capilla. Se oye la voz de Rafael hablando con una persona. La casa está abierta y siempre encuentran a un hombre de Dios que les acoja. ¿Dónde está Dios en esta tierra? En los buenos misioneros, en el blanco que no va a explotarles sino a servirles. Entiendo que les cueste integrarse en Europa. El sacerdote ama a Dios, es un enamorado de Dios. En Europa cuesta hablar de Dios. Aquí es todo más fácil, ellos no tienen comida pero tienen a Dios. Nosotros tenemos comida pero no tenemos a Dios. ¿Quién es más rico? Os dejo para que lo penséis. Y de nuevo retomo este diario misionero. África duerme. Aquí son las 10:57. Imagino que Europa también duerme, pero con la diferencia de dos horas. A las 5 amanece y es de día, todos se levantan a trabajar, con este ritmo tan en armonía con la naturaleza. Bien, por fin llegaron los togolitos. Mejor dicho nos cruzamos en el camino. Con el Padre Rafael iba a visitar la casa de acogida de niñas abandonadas y mira por donde Leonard venía con él y ellas. El campamento había concluido. Se encontraban de nuevo en casa, en este hogar donde todos son bien recibidos. Comida para las 12 y a las 12 la comida y para 12, bueno, mas, los cinco togolitos a los que se han sumado Bertran, Olivier y Charles. Juntos comiendo en la mesa de los misioneros salesianos. Después de realizar la primera comida, un buen potaje y como no el plátano, los más sabrosos que he comido nunca, hemos partido hacia Bassar. Y allí la verdad, ha sido como todo lo que estoy viviendo: inolvidable. Lo que se ve en Pueblo de Dios es real. Todo aquí parece una película. El misionero seglar que llega y se encuentra con que uno de los acampados en los primeros campamentos con dieciocho años es el Jefe del Campamento, un chaval responsable y activo, de los que arrastran a la juventud. Después hemos saludado al Padre Quezito, que es su nombre, un sacerdote cordial, amable, de esos que los ves integrados en el grupo y animando a los chicos y chicas. Realmente el clero nativo tiene sacerdotes muy buenos, como este buen vicario y responsable de la juventud y el Padre Athanáse. Y allí las cocineras nos han obsequiado con un plato de comida. Ya habíamos llenado el estómago, pero aquí rechazarla es una falta de respeto y consideración, una ofensa. La Virgen María nos invitaba a comer y no podíamos negarnos. ¡Qué cursilería! Pues no, acaso María no fue una mujer que vivió como estas santas mujeres. Una pequeña casa, sin luz ni agua corriente, en un pueblo de chabolas, cocinando lo que buenamente podían recoger Jesús y José. Sí, Dios está en África y lo ves. Ves a Jesús con una sola prenda de vestir, duchándose con un cubo, correteando por calles sin asfaltar. Ves a María cargando sobre su cabeza un cántaro, o una cesta o la poca ropa que tenían, la túnica sin costura de su hijo, éstas fueron las únicas coronas que llevó nuestra Madre en vida, la misma diadema que cubre la cabeza de la mujer togolesa. Y María nos ha ofrecido lo que tiene. Es verdad no es la comida de un restaurante, pero es más semejante a la que le sirvió Marta a Jesús cuando su hermana se encontraba escuchando a los pies del Maestro, o la que le ofreció la mujer de Zaqueo cuando el marido llegó todo contento diciéndole que preparase un plato más porque tenían un invitado ilustre. Y nuestro plato os lo confieso, lo veréis en las fotos, me ha encantado. Eran habichuelas pequeñas con una salsa picante, harina y aceite de coco, perdón, no recuerdo bien. Este tiquismiquis se lo ha comido y le gusta más esta comida que la que comió en la Imperial Roma, donde todo era con queso y más queso. Aquí no lo veo, a Dios gracias ni lo huelo. Y todo natural, sin pesticidas, comida ecológica de una economía de subsistencia. Muchas gracias, Señoras Cocineras. Después el Padre Quezito nos ha llevado a un campo de futbol y allí, ale, ha hacer fotos. Al final todos los niños son iguales. Les dejas la cámara y con tres o cuatro años enseguida aprenden a utilizarla y cuando les muestras las fotos te rodean, la ven, se ríen, pasan las que han hecho. Los niños y todos en seguida se desviven. Y esta tarde he comprendido porque los misioneros y las misioneras cuando hay un conflicto armado deciden quedarse con ellos, ascendiendo en su compañía por el trágico calvario de las matanzas, genocidios, y todo tipo de atrocidades. Se ganan el corazón. Es imposible cuando los conoces abandonarles ante la posible presencia de soldados o rebeldes dispuestos a matarlos y secuéstrate o asesinarte. Porque hay alegría, la que se expresa y contagia con los dos tam-tams, pero de ellos os escribiré más tarde. El sacerdote totalmente entregado, “mon pare”, distribuyendo en dos equipos a las chicas y en sendos a los chicos. El primer partido, el de ellas. Previamente, foto y a jugar. No, antes el saque de honor. Es la primera vez que me lo han pedido. ¡Y en África! Dios ayúdame. Patada y aplauso. Repite que no ha salido la foto. Patada, el balón corre en el pasillo realizado por los jugadores y aplauso. Ah y enseguida el Padre ha rezado una oración en la que por lo que entendía pedían a Dios que el deporte fuese medio de convivencia. Aquí sin Dios no se hace nada, Él está muy presente. Algunos dirán porque tienen hambre, pues no. Es porque lo llevan en sus venas. El partido ha seguido. Me he retirado para orar. ¡Y qué bien se ora en África! La tierra es toda ella oración. El Paraíso debió encontrarse en un lugar cercano a Bassar. También hemos tenido tiempo para ofrecerles el obsequio destinado al Padre Quezito y a los chicos y chicas de CV-AV, descubriendo un juego para ellos desconocido: el parchís. Y hemos escuchado y disfrutado con sus danzas, participando en ellas. Concluido el partido nos hemos trasladado a la parroquia y allí el párroco nos ha saludado e invitado a su casa, donde nos ha obsequiado con un vaso de agua. Su hogar, pobre, sencillamente, una modesta casa de un grupo de viviendas de barrio marginal. Es una Iglesia pobre. Tiempo de aseo para los muchachos y muchachas y a misa. He llegado tarde. El párroco me ha invitado a participar en la eucaristía, y el vicario me ha acompañado a la sacristía donde me he revestido con la túnica, diferente a la nuestra y la estola. La Iglesia es amplia, una nave con un Cristo y una Virgen. Iluminada con tubos fluorescentes, la mitad de la nave, solamente. Pero una Iglesia viva. Los chicos cantaban haciendo sonar el tam-tam. Misa alegre, en la que el párroco nos ha dado las gracias. Concluida los togolitos han regalado una medalla con una cruz y dos estampas, la Virgen de Guinea Ecuatorial que nos regaló el Padre Vicente Jorge, salesiano y la “Mareta” o “Mare de Deu del Miracle de Cocentaina”. Todos lo han recibido y hasta el párroco, vicario, monaguillos y personas que han asistido a misa. Me han pedido unas palabras: “Gracias África. En España es más importante ganar la Eurocopa que ganar a Dios. Vosotros ganáis una copa más importante, tenéis la mejor, la del amor a Jesús y a María. Ojalá algún día seamos como vosotros”. Comenzamos a las seis, anocheciendo. Con apenas luz hemos caminado hasta el comedor. Al lado, en una sala, nos han obsequiado con bailes típicos de su tradición. Y nos han contagiado lo que ellos viven. El baile y el ritmo mediante la percusión forman parte de su esencia. En cada gesto había un trasfondo cultural, miles de años repitiéndolos, en el fondo las dos fuerzas que mueven la humanidad: la sexualidad y la guerra, la vida y la muerte, el encuentro para engendrarla desde el amor y el encuentro para exterminarla desde el odio. El seductor y el conquistador, en sus miradas y movimientos se hallaban estos dos personajes. Al ritmo del tam-tam y el tambor han danzado y hemos danzado, integrándonos en esta cultura, no tan lejana a nosotros. Pues de ella beben las entradas de Moros y Cristianos. Baste en Alfarrasí ver la comparsa de los Karkamios para confirmarlo, o los bailes. Pues sí, es el sonido de la tierra. El africano vive en la naturaleza, no tiene luz en la noche. Y observa las fieras, como seducen los machos a las hembras y como se atacan entre sí. Observa el sonido de los truenos y trata de imitar a la naturaleza embravecida que sacude los árboles e inunda al río. Se funde con ella. ¡Qué felices éramos allí! Pero nos hemos tenido que marchar. Realmente me sentía de la tierra, integrado en este pueblo, cautivado por ellos. Y al volver en el camino gentes caminando. Regresamos a casa. ¿La llave de esta habitación? No la encuentro. Busco en los bolsillos, la ropa, el bolso, el coche y nada. “San Antonio, 10 euros si la encuentro”. El Padre Rafael ya ha llamado a los alumnos carpinteros, vienen con el martillo y escarpe. Cecilio me dice que ya la han encontrado. ¿Milagro? La Divina Providencia. Nos lo explica el Padre Rafael: un muchacho ha venido a pedir comida, pues en todo el día no había probado bocado y le he dicho que si encontraba una llave le daba una fiambrera de espaguetis con tomate. “No la encuentro”. “Pues reza a la Virgen María”. Se ha puesto a rezar el rosario y mira por donde entre el barro del camino aparece. Al Padre Rafael los 10 euros prometidos a san Antonio, el muchacho ha recibido la fiambrera. A los pocos minutos la ha devuelto vacía. Tenía tanta hambre que ha sido un sorbo de espaguetis. Y además dos velas para iluminar su casa. Sí ésta es la realidad de África. Y no culpabilicemos sólo a sus gobernantes. El africano pasa hambre y no protesta, calla, aguanta, espera. Es verdad que muchos sobreviven. Hay algunos niños con la famosa tripita. La mayoría están delgados pero no están desnutridos. La economía de subsistencia les mantiene vivos. Es vivir en la España del siglo XIX o de la postguerra, cuando sólo se tenía un vestido y se comía lo que el campo o el corral ofrecían, y uno se moría si no tenía dinero para el médico y las medicinas o la familia pasaba hambre si ese año las cosechas había sido exiguas. Otro momento vivido ha sido cuando han traído el agua, fresquita por ser transportada con una nevera de las que nos llevamos a la playa. Y yo con la sed que tenía sin poder beber por profilaxis, es decir, prevención de enfermedades como las diarreas o las amebas. El agua embotellada siempre. Pero, ¿qué podían hacer cuando el sacerdote del otro campamento les ofrecía agua del grifo? ¿Y aquí qué podíamos hacer cuando desde otra actitud, como obsequio al invitado el párroco nos ha ofrecido un vaso de agua fresca, lo único que tenía? Beber y con sed, más buena sabía. Y ahora a dormir. Que mañana a las 7:30 hay que levantarse. Sencillamente soy feliz aquí. Estaba enamorado de este continente, pero era sólo un sueño, no lo conocía. Ahora lo conozco y ya no estoy enamorado. Ahora amo este continente, la tierra donde estoy pasando unos días y lo amo no como me lo han contado sino como lo estoy viendo y viviendo. Con las sacudidas que provoca en el alma ver niños y niñas hambrientos y alegres, de contemplar las viviendas donde viven ellos, su pobreza total y viven. África enseña, es mejor que lo que imaginaba y no es tan duro el clima. Hay días en nuestros pueblos, de “ponentá” mucho más pesados. Aquí no me duelen las piernas y allí sí. Bien os dejo que son la 1:56 en España, va a comenzar un nuevo día en África. Mañana tenemos comida con el Obispo y seguramente os llegará por e-mail o gracias a Juan en las redes sociales estas diecisiete páginas escritas en tan sólo cuatro días. Buenas noches o buenos días si al abrir el correo lo he podido enviar y os ha llegado. Seguid rezando porque el grupo es feliz. Los cinco, especialmente las chicas, Mireia, Silvia y Amparo están disfrutando muchísimo, hablan y no paran, de como nos reciben y como se despiden de nosotros. Sin conocernos nos obsequian con lo mejor que tienen, cantan y danzan para nosotros y nosotros nos sentimos uno más de ellos. Será difícil olvidar. Si no cambian las circunstancias, habrá un antes y un después de Togo, la huella quedará marcada como ha ocurrido con Cecilio, que por cierto, es para hacer sólo con él un reportaje de Pueblo de Dios, como baja de la furgoneta y se acerca al grupo, saluda a los que ya conoce, les habla en francés y se los gana enseguida, con ese corazón noble de granadino que tiene. Bien, son las dos del día 5 de Julio. A dormir.