viernes, 24 de agosto de 2012

Día 15. 16 de Julio.

Día 15º. 16 de Julio. Queridos amigos: Son las 11:17 en España. En el recuerdo tantas vivencias en este día en el que he caminado por África. Comenzaba a las 6 de la mañana con la celebración de la misa en la parroquia. Después el Padre Rafael me ha invitado a acompañarle con la responsable de los enfermos a administrar el sacramento de la unción a tres de ellos. Desayuno de leche condensada, la que trajeron los togolitos con achicoria y jamón. Enseguida a la parroquia y de allí en moto a un barrio, donde he comenzado la bendición de los hogares. La anécdota ha estado en los niños en brazos de su madre quienes al ver al blanco se asustaban y lloraban. De nuevo hermanos nuestros que viven en casas de cemento pero sin apenas luz, con los animales y el huerto de maíz. A las 14:30 he regresado en moto al Centro Don Bosco. Comida, siesta y a las 17:30 el Padre Rafael me ha despertado. Con él he visitado la tumba del salesiano y la salesiana, los primeros que llegaron a Kara. Al contar su edad, me ha estremecido, con 41 años, es decir, la mía. Dios ha querido que visitase la misión promovida por él cuando tengo los mismos años con los que partió a Su Casa. Después hemos llevado al mecánico a su taller, con la furgoneta reparada para el regreso a Lomé y de allí al Foyer, donde los niños nos esperaban para llevarlos de campamento a Kotunú. En el viaje un control del ejército, con una cuerda impidiendo el paso. Ha sido descubrir que eramos de los salesianos y dejarnos pasar sin inspeccionar nada. Es el respeto y aprecio ganado por estos santos hijos de Don Bosco. Y al pueblo donde las tiendas se abarrotaban. Allí he permanecido un buen rato, con estos niños de mirada triste y carentes del afecto de unos padres. Si me preguntáis que es lo que más me ha afectado, lo más triste que he contemplado, la respuesta es inmediata, conocer a estos niños y niñas y a los que piden comida porque tienen hambre, es decir, no han comido en todo el día. Me estremece con tan solo pensarlo. Mientras yo tiro la comida y en nuestros hogares llenamos las bolsas de basura con la sobrante, estos niños pasan hambre. Sí, lo he oído muchas veces y visto en televisión, pero ahora los conozco. Son jóvenes con nombres concretos. Ya, no podemos hacer nada o sí. No tirar la comida, haciendo lo que hacen los salesianos, guardándola para otro día y con el dinero ahorrado enviarlo a las misiones, a las casas donde acogen a los niños y niñas abandonados, donde tienen al menos dos comidas diarias y habremos conseguido apagar el hambre de un niño. O apadrinar uno de ellos. No podemos acabar con el hambre del mundo. Dios no nos pide esto porque sabe que no se encuentra en nuestras manos, pero sí con el hambre de un niño concreto. Como hizo la Madre Teresa de Calcuta. Y medios los hay y dinero también, contactando con los salesianos de Kara u otras personas que se encuentran en los países donde se pasa hambre. Todos podemos prescindir de gastos superfluos y entregarlo a las misiones. Eso sí está en nuestras manos. Allí hemos permanecido, mientras las cocineras les preparaban la cena. Después el regreso con el rezo del Santo Rosario. Cena, oración, ordenador y a dormir. Son las 11:33 en Togo, la 1:33 en Kara. Un animalito canta. Y así terminé en Togo el diario misionero.

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