viernes, 3 de agosto de 2012

3 de Julio. Obispado, Foyer y campamento de Yade.

August 3, 2012
Día 3º. Martes 3 de Julio. Queridos amigos, ¿qué hora es en España? Según el reloj de mi ordenador las 0:20 de la noche, ¿y en Togo? Las 22:20. Estamos en el mismo meridiano y sin embargo con dos horas de diferencia, debido a llevar aquí el horario solar. Anochece pronto y amanece antes, no sólo por el motivo indicado sino por estar más cerca del ecuador. Silencio. Tan sólo un mosquito ha interrumpido el tiempo de oración ofrecido al Buen Dios hace una media hora. Y la verdad, aquí asustan. No por el escozor sino porque ellos traen la enfermedad terrible de la malaria, el cáncer de África que deja a todos los misioneros enfermos para siempre. Allí donde el bichito depositado por el mosquito, se asienta, destruye el órgano o provoca a modo de una fuerte gripe con adversas consecuencias, paliada por la quinina, ingrediente de la tónica. En la población ésta puede llegar a la muerte. Pero no es momento de escribiros acerca de la malaria. Sino en la distancia del espacio y del tiempo, contaros que tal ha ido este día, donde me he adentrado más profundamente en esta región y con tan sólo dos jornadas he comenzado a parecer el “mal de África”, cuyo síntoma es una sensación de felicidad constante al contemplar a las gentes, mientras vas en el coche o al acercarte a los togoleses, darles la mano, saludarles, estar con ellos. Tienen una mirada, una simpatía y una alegría que sólo podréis conocerla si venís a un país del África Negra. Imagino que cuando regrese se transformará en añoranza. Aquí descubres otro ritmo. El africano lo ves activo, no para, unos van con sus bicis, otros en las motos, los hay sentados en las aceras vendiendo. Por cierto entre las vivencias, creo que ha sido esta tarde, al parar en un semáforo dos niños vendiendo en la acera. Me han visto. Los he saludado. ¡Y qué sonrisa ha brotado en ellos! Les he fotografiado claro. Los niños en su pureza irradian luz. Esta mañana después de visitar a nuestro buen amigo Monseñor Jacques Danga Longa. Allí en el Palacio Episcopal nos ha recibido. Pero en Togo todo es diferente. Las construcciones son anárquicas, no hay problema del suelo. Uno construye su vivienda en el corazón de un pequeño bosque donde la naturaleza crece como las casas, libremente. Tampoco os imaginéis un palacio, en una manzana, cerca de la catedral. No, hay una verja con puerta por la que se accede desde un camino de tierra. Ante nosotros un edificio de planta baja donde se indica el lugar. Se entra a un iluminado hall y por un pasillo se accede a una sala donde hay un armario, una mesa y sillas para sentarse. Una puerta comunica con el despacho del secretario. En a sala dos sacerdotes con sotana blanca esperan. Nos hemos sentado hasta que nos indicado pasásemos al despacho del Obispo. A la izquierda, en otra sala, un numeroso grupo esperaba. Hemos abierto la puerta y nuestro buen amigo nos ha recibido, sentándonos en los sofás. La primera impresión ha sido hallar un gran contraste con las salas de audiencias episcopales de nuestro país. Todo busca imitarlo pero con viejos muebles. Una gran cordialidad. Nos ha comunicado la recepción de la carta enviada por D. Carlos Osoro, recordaba “San Miguel”, la fábrica de vidrio, “Taverner”, Montaverner, la ermita de Colata. Él en francés y Didier como traductor. Me ha pedido aprenda este idioma para venir aquí. ¡Tendré que obedecer a quien en ausencia de mi obispo es mi pastor por unos días! La verdad me he sentido como casa, guardando las formas. Didier se ha quedado a solas con él, pues tenían que hablar. Es el encuentro previo a la ordenación. Me ha recordado el mío con D. Agustín, allá por 1995. Terminada la audiencia nos ha vuelto a recibir a mí y al Padre Rafael Sabé. Unas breves palabras y un hasta el jueves, acompañándonos hasta la puerta. Después de este encuentro hemos regresado a la casa y el Padre Rafael me ha mostrado la Escuela de Formación Profesional Don Bosco, en su espíritu más genuino. Aquel sacerdote diocesano emprendió un camino que ha realizado un gran bien: ayudar a salir de la pobreza a los jóvenes, enseñando un oficio. Y sus hijos e hijas, a quienes en los restos mortales, visitó, lo realizan de una forma nítida. Esto son las misiones, lo que lleva a admirarse. Ayer me preguntaba “¿Por qué Dios había dejado de su mano a estas buenas gentes?”. “Hoy, en esta noche, Padre Bueno, te pido perdón. No es verdad. Tú no los has abandonado. Has enviado sacerdotes, religiosos y religiosas que dejando sus colegios, casas y pueblos, en Tú Nombre y por amor a tu Hijo, están con ellos. No solo ofreciéndoles fructíferos sermones sino ayudándoles”. Estos chicos tienen aquí una puerta abierta al futuro. Podrán defenderse como carpinteros, herreros, albañiles o electricistas y si huyendo de la miseria, esto hay que conocer lo terrible que es, alcanzan la costa y logran vivir en Europa podrán presentarse como trabajadores cualificados. Pues bien, aquí los religiosos les enseñan un oficio y los chavales se les ve contentos. Son aquellos que no pueden ir a la universidad de Kara. ¿Y éstos? ¿quiénes son esos chicos que están en la iglesia sentados, leyendo?, le preguntaba ayer al Padre Rafael. Son estudiantes, vienen aquí a estudiar. Y así es, universitarios que entran en el Centro Don Bosco, buscan un lugar con sombra y tomando los apuntes se los estudian. Y es comprensible viendo sus casas. A este propósito, con el Padre Rafael he visitado a un joven y su familia. A su casa se llega por una calle de tierra. Una pequeña puerta, un corral con sus animalitos, dos mujeres preparando la comida y un niño que ha salido a saludarnos. Una sala con muebles, cuadros religiosos y un televisor. El chaval ha salido a recibirnos con muletas, me ha mostrado su pierna. Sufrió un accidente de moto y estuvo apunto de perderla. La operación valía 500 euros, multiplicad por 600 y sabréis el precio aquí, donde apenas cobra 50 francos CFA, los más afortunados. Pero el Padre Rafael tiene amigos y uno de ellos, despistado, había realizado colectas destinadas a él cuando visitó sus parroquias. A través de un amigo común logró que por fin la ingresase y gracias a la transferencia pudo ser operado y salvar su vida. “Fotografíalo para que lo vean tus feligreses”. Y así lo he hecho. El dinero recogido en Montaverner, Alfarrasí y Benissuera, llegó a principios de año a Kara y salvó la pierna de un joven. No logramos en aquellas colectas acabar con el hambre en el mundo, pero en Kara hay un joven que podrá disfrutar de la vida gracias aquellos pequeños donativos de las buenas gentes de mis parroquias.Un niño encantador nos observaba, sonreía. Aquí son especiales. Y a ver más niños hemos ido. Esta vez al “Foyer” u hogar. Allí estaban jugando al invento español más universal, el futbolín. ¡Qué gran invento, barato y accesible a todos! Y hemos jugado una partidita, los blancos del Valencia contra los azulgranas del Barcelona, dirigidos por el “che” José y el “culé” Rafael. No se como ha quedado la partida, sólo se la goleada que he recibido de felicidad, de motivos para vivir. Arriba se encontraban más chavales, viendo una película en la televisión de James Boond. Y más fotos. ¡Cuánto ayuda la cámara a romper el hielo y acercarse a las personas! A ellos, con ellos y haciéndolas ellos para después ese momento mágico, poder ver la foto en la pantalla, verse. Y descubrir en sus rostros un momento de felicidad. Son los “niños de la calle”, abandonados por sus familias por ser considerados “brujos”, es decir, el jefe del poblado declara ser ellos el causante de una desgracia familiar o tribal, bien sea enfermedad o muerte y los padres los abandonan. Otros son vendidos por sus progenitores para ser llevados como esclavos a Burkina Faso. ¿Quién dijo que la esclavitud había desaparecido? Niños concretos, a los que no ves en la fría pantalla del televisor, sino cara a cara, personas como nosotros. En este caso estos son los afortunados, los que en la aduana la policía descubre el engaño de quien se hace pasar por sus padres y los libera de un cruel destino con tan sólo cinco años, llevándolos a esta casa, donde no hay lujos, sino sencillamente unas personas que los protegen y cuidan de ellos. En sus rostros se refleja el drama vivido, son alegres, pero desde lo profundo de su alma brota una tristeza, la de un niño abandonado por quienes han de protegerle y amarle. El niño no entiende por qué, como tú y yo tampoco lo hubiésemos entendido. Y de los chicos a las chicas. Iban a comer en una pequeña sala. Allí estaban ellas. Una mujer anciana les había preparado la comida. Sencillamente adolescentes y no cambian mucho, en eso son como en España, alegres, con sus sueños, buscando el chico de su vida, pero con un estigma en sus vidas. También fueron abandonadas por ser consideradas brujas o vendidas para acabar siendo esclavas sexuales y liberadas. Y lejos de abandonar a Dios, han bendecido la mesa cantando. Una de ellas ha salido con nosotros. En su mirada se descubre el aprecio al Padre Rafael y tiene motivos. Después de despedirnos el salesiano me ha contado su historia. Acusada de bruja, es decir, si haber hecho nada, ella era la causante de la enfermedad de dos de sus primas. Diríamos pero aquí sin haber nada de broma era “gafe” o “traía mala suerte”. Y tanto, para el líder de la comunidad ella era la causa y para probarlo le tenían que beber un vaso con un veneno. Si no moría era inocente. Pidió la ayuda del Padre Rafael y se presentó allí. Rafael hizo un pacto con la comunidad: ella no era bruja y las niñas se curarían. Por fin aceptaron y salieron en coche rápidamente, “puedo ir a mi casa a recoger la ropa”, “no, huyamos que igual cambian de opinión”. Después llevó a las primas al hospital y se curaron de la malaria. Esta chica vive allí y a sus dieciséis años está viva gracias al Padre Rafael. Así imagino serán las historias de las muchachas residentes en este centro. En África la mujer sufre y la Iglesia a través de los misioneros, misioneras y voluntarios trata de dignificarlas, ofreciéndoles la posibilidad de estudiar, cambiando la mentalidad de sus padres cuando estos son católicos. ¿Qué os parece? No lo olvidemos detrás de cada inmigrante, cada negro que veamos por la calle hay un drama. Cuando pasas por delante de sus casas y las ves, son unas circulares de barro, otras con el mismo material y dentro viven personas, duermen. Fuera están cocinando, charlando, vendiendo, caminando, como os escribía antes, el africano camina, pero siempre al mismo ritmo, genera paz a su alrededor. Por los bordes de los caminos. Y aquí son como nosotros. Ayer de noche vi una moto y una pareja festeando de pie, una escena cotidiana llena de romanticismo. Esta tarde una chica se ha acercado a nuestro intérprete, Beltran y han estado tonteando, él se ha dejado cortejar por ella. Lo mismo que ocurre en los campamentos juniors y allí donde se encuentren chicos y chicas. La vida lucha por sobrevivir. Por cierto, en Europa tenemos medios para vivir y apenas engendramos hijos, la población está envejecida, es como un autosuicidio colectivo. En África no tienen para vivir y engendran muchos hijos, como os decía, llama la atención la gran cantidad de niños que hay y todos sonrientes, al igual que sus madres. Es una población joven. La vida lucha por no morir, la especie humana se rebela contra una naturaleza que castiga al africano con hambrunas y enfermedades, ante la indiferencia de los países occidentales, camuflada en bienvenida sea, la llamada “ayuda para el desarrollo” y el africano se rebela engendrando hijos. Después de la comida, por cierto, buenísima. A las 4 he vuelto a encontrarme con mis educadores. En el camino, las ventanillas abiertas, respirando el aire de África, contemplando y saludando a la gente, sintiéndome el cura más feliz del mundo por estar donde está Cristo, el que siendo rico se hizo pobre, el que nació en un lugar como las chabolitas y vivió en condiciones semejantes, trabajando desde pequeño, el que dijo que los pobres eran felices y aquella frase no fue una afirmación irónica o sarcástica, lo dijo quien no tenía un techo donde descansar o un lugar suyo donde reposar la cabeza, quien murió desnudo sin más posesión que una corona de espinas, cuatro clavos y una cruz, La 1:19 en España, dos horas menos en Togo. Pues bien, me he reunido con Mireia, Silvia, Amparo y Cecilio, ah y Charles y Beltran, nuestro estudiante de filología en la Universidad de Kara e intérprete. En esta ciudad encontramos mayoritariamente Caville, pero también los hay que pertenecen a la etnia de los Ewe. Esto es algo que se sabe perfectamente pues todos ellos llevan marcas en el rostro. De pequeños las realizan con una cuchilla y las rocían con un jugo ácido a fin de que quede para siempre. Es lo distintivo de cada etnia. Con todos ellos, ah y el bueno de Leonard que me ha llevado hasta el Yadé y ha permanecido esperando desde las 4 hasta las 7:30, pacientemente. Los chicos nos aguardaban en la clase de bancos de madera. Estaban cantando y nos hemos unido a ellos. Emociona, es indescriptible el tono de sus voces, es vida que brota de su interior. Un juego y he conocido a Martina, una niña con el nombre de mi sobrina. Después me he hecho una foto con ella. Amparo ha dirigido la sesión de primeros auxilios básicos. Como trasladar a un enfermo, qué hacer si vomita,… Después Cecilio ha impartido la suya con una dinámica. Y a la ducha. Todos se han ido a ducharse en unas cabañas dotadas de un cubo. Con la misma ropa se secan. Sí, hay mucha pobreza. Niños que llevarán lo mismo durante cuatro días. Y sin embargo sonríen y mantienen vivo el candor de la infancia. Es difícil de describir y cuando pueda os pasaré todas las fotos en el Facebook. Aún así he visto centenares. Nada comparable con estar aquí y ver sus rostros. Esos rostros callados rezando el Santo Rosario. ¡Qué lección Dios mío! Cien niños rezando pausadamente, ¡mucho mejor que las piadosas gentes de nuestras parroquias!, las cincuenta avemarías. Unos cuarenta minutos, en una pequeña y sala, r en silencio. Cada avemaría era para mí una gota de agua fresca, un dardo al corazón. Rayos de luz. Al terminar han traído la comida preparada por las mujeres y tenía buen olor, hubiese probado el caldo quien es bastante tiquismiquis con la comida. En su plato un buen trozo de pan y la salsa. Durante el año sólo comerán una vez al día y algunos pasarán jornadas sin probar bocado. Sí, es lo que tantas veces hemos oído. Pero aquí los tienes cerca, conoces sus nombres, les haces fotos y se las muestras, te ganan el corazón, te atrapan y comprendes porque quien queda cautivado por este continente queda marcada su vida y sólo desea volver allí. África tiene magia. Y así hemos regresado a casa. Rafael me esperaba. Los salesianos ya habían cenado. He hablado con Cristino, ecuatoguineano y me ha invitado a visitar el centro de niños abandonados que dirige. Además le he mostrado la foto del Padre Vicente Jorge, el tío de Yolanda y primo del “Capitanet”, un buen salesiano y amigo. Se ha alegrado. Después he comido y charlado con el Padre Rafael, un santo. Los sacerdotes tenemos la gran suerte de estar cerca de compañeros y eso es un privilegio, poder contarle a un hermano lo que te ocurrió en el último año, lo que has vivido y estás viviendo. Volcar el corazón en quien escucha y da una certera palabra. “La soledad no es buena porque Dios es Trinidad”. Así es, Él no está solo sino en compañía, son tres, son comunidad. De ahí la importancia de vivir esta dimensión, en los religiosos a través de la vida comunitaria, en los curas de pueblo buscando momentos de encuentro con los compañeros del arciprestazgo y de curso. Necesitamos reunirnos, hablar, contar con sinceridad como nos van las cosas, compartir los sufrimientos más íntimos, los que más nos hacen sufrir. Y así he subido a la habitación. Me queda cumplir el mandato del Padre Rafael: “dorm i descansa, es molt important”. Ya podéis ver, son muchas las vivencias. Aquí en tanta pobreza uno descubre que Dios no ha abandonado a este pueblo. Tienen tanta fe. Un rosario es capaz de contagiarte el amor a María y a esta bella oración, tan sólo porque son cien niños rezándolo. Sus cantos, su vitalidad. Como os escribía África enamora. Son sus gentes tan buenas. A descansar. Son la 1:40 en España, dos horas menos en Togo. Mañana hay que levantarse que cambiamos de campamento y estaré con ellos todo el día, los togolitos, intentaré probar su comida. “Dios mío, gracias por haberme llevado a los pobres. Por haber hecho realidad lo que en fondo temía tú no me concedieses este deseo y sueño y he descubierto una felicidad que a veces no encuentro en las ricas tierras levantinas. Realmente Tú te has ido de Europa porque no te quedemos”. Aquí no hay ateísmo, creer es natural y todos creen tu Hijo y en nuestra Madre. Buenas noches amigos: 1:44. Mas fotos en https://picasaweb.google.com/102044719320398047824/3DeJulio#

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