sábado, 4 de agosto de 2012

Día 4º: el Padre Kezito.

August 4, 2012
Día 3º. Miércoles 4 de Julio. Las 9:02 en Togo, las 11:02 en España. La hermana lluvia nos acompaña desde las primeras horas del día. Mis compañeros de expedición están regresando del primer campamento, vivido en el interior de Togo. Es el África profunda, a la que se llega por caminos de tierra. Pequeños poblados con sus típicas chozas circulares, donde sus moradores sobreviven. África son sensaciones, tal como os escribía, es contemplación. Hace unos minutos me encontraba desayunando y ha entrado en el comedor un cooperador salesiano de este continente, es decir, una persona no religiosa que vive el mensaje de san Juan Bosco. El occidental comienza el día con prisas: levantarse, ducharse, asearse, desayunar, ir a trabajar, todo ello corriendo. Sin embargo el africano no comienza así. Se preparaba el desayuno, tomaba el cuenco, depositaba la leche en polvo, el azúcar, el café, todo pausadamente, a cámara lenta para que me entendáis, como si fuese una oración. Lo que nosotros realizamos en un minuto ellos la misma tarea en dos. Es el ritmo de estas buenas gentes. Y toda una lección, una más que he aprendido en esta tierra, porque aquí he venido a aprender. ¿Qué hay detrás de ese ritmo? Quizás sea la tradición animista, el respeto por la naturaleza lo que se encuentre en el trasfondo. No se quiere molestar a la tierra y la tratan con cuidado, en silencio, procurando no hacer ruido con los actos. Nuestro corazón late a 70 pulsaciones por minuto, es rítmo. La respiración humana es armonía. Y sin embargo el cerebro, enfermado por el activismo, quiere ir más deprisa y surgen las enfermedades de occidente: depresión, estrés, ansiedad,… Queremos dar la talla, ser perfectos, cumplir,… y ninguna civilización ha destruido la naturaleza, el Jardín de Dios, tan salvajemente como la nuestra ni ha sido capaz de inventar armas tan destructoras como las que hemos inventado las últimas generaciones de occidentales. El sol asciende lentamente y su recorrido es pausado, lo mismo la luna en su peregrinar alrededor de la tierra. El hombre religioso se distingue el agnóstico o ateo en esto. La oración es ritmo, cerrar los ojos, contemplar la naturaleza, buscar a Cristo en la profundidad del sagrario, tomar las cuentas del rosario y como os contaba ayer, sin la rapidez de quienes rezan por cumplir, sino pausadamente ir desgranando cada Avemaría no con la cabeza sino con el corazón. Orar no es productivo y sin embargo es necesario, porque nos conduce a encontrarnos con Dios y el encuentro con Dios nos lleva a vivir en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos, hacer carne el episodio del Génesis donde se narra los paseos de Dios con el hombre y la mujer cuando la brisa acariciaba sus rostros. A sentir la caricia del Creador modelando el barro de nuestra vida, sin prisas, como la madre africana amamanta a sus criaturas. Esto es África, ciertamente, esto es la tierra de la paz, la armonía. La tierra de contrastes, donde llama la atención el poder de occidente en un aparato: los móviles. Aquí muchos tiene y hay buena cobertura. A Occidente le interesa más que tengan móviles que alimentos o medicinas. Y ellos son como nosotros, han sido seducidos por estos aparatos que tanto bien están haciendo, pues el móvil nos acerca a las personas. Ayer tuve la dicha humana de poder hablar por teléfono con mi prima Mª José, escuchar a la sobrinita Martina y contarle a quien bien puedo considerar mi cuñado Alfredo lo que estoy viviendo. Desde un rincón de África hablando con la familia, como si estuviese en mis pueblos o de campamento en Aragón. Anteayer con mi madre. Ah y momentos después de hablar con la familia en el campamento con Juan, antiguo Delegado de la Zona Montcabrer y Togolito en dos ocasiones. Silvia me entregó el móvil y pude contarle a nuestro contacto en Valencia todo lo que estaba viviendo. Hace cuatro años Cecilio y él me llamaron. Entonces yo era quien iba informando en el tuenti y el Facebook. Ahora es al revés. El pobre se ha pasado dos días entrando en las redes sociales para saber de nosotros y nada, sin una noticia de Togo. La verdad, en Valencia era esclavo del Facebook y el correo electrónico, de internet. Aquí uno espontáneamente se desprende de todo. Llevo tres días sin conectarme a la red y no he comenzado a sentir ansiedad, sudores, nerviosismo. No hay, pues no hay. No tengo la maleta, pues no la tengo. ¿Y qué? Ellos no tienen nada y sonríen a la vida. Los niños van con la misma camiseta todo el campamento y no lloran. Tienen un manto con el que se secan después de lavarse dos veces al día y sobre el que duermen y no te miran mal a ti, el europeo que cada día va con una ropa distinta y limpia, al contrario se acercan y te dan la mano. ¡Es tanto lo que nos enseñan! Creo que ayer lo escribí. Cuando terminó el rosario me pidieron bendijese la cena, pero antes a través de nuestro intérprete les di las gracias por haberme enseñado a rezar el rosario, como ellos lo rezan y que pidiesen a la Virgen María que un día nuestros niños y niñas sean capaces de rezarlo y de este modo en el campamento. En la bendición me acordé de una frase que se dice: da pan a los que tienen hambre y hambre de ti a los que no tenemos. Da pan a los que tienen hambre y uno ya piensa en un “negrito” imaginario, sino en los que tenia delante. Eran esos niños y niñas que vienen al campamento donde tiene dos comidas, que en silencio acercaban sus platos y sin protestar recibían el pan y la salsa. Y nada más. Hay tanta conformación. Tienen tanto que enseñarnos los subsaharianos. Y nosotros, los buenos católicos anticomunistas nos pasamos cincuenta años criticando el Muro de Berlín y el telón de acero, porque lo habían levantado los soviéticos, los perversos comunistas que persiguen a la Iglesia y no dejan salir a sus gentes en busca de la libertad y la riqueza de nuestras católicas tierras de Alemania, Italia, Austria, España,… Un día nos levantamos, era el 9 de Noviembre de 1989. El muro había caído. Y comenzaron a derribar el telón de acero. Por fin podían los sometidos pueblos del Este alcanzar la libertad. ¿Y qué hicimos? Dijimos que no, que los búlgaros y rumanos eran peligrosos, que se quedasen en sus tierras ¿? Y levantamos en Ceuta y Melilla dos alambradas con modernos sistemas de detección de personas y colocamos radares en la costa. Todo para impedir la llegada de aquellos que tanto queríamos porque en el Domund dábamos unas moneditas para las misiones. Hay que conocer como viven aquí para comprender porque atraviesan el desierto del Sahara. Lázaro aquí no tiene un rostro imaginario, no es el rostro de la hucha en forma de cabeza de negrito. Aquí tiene nombre, se llama Jean Marie Vianney, Martine, Jean, Kofi,… Son los rostros de los niños que veréis cuando llegue en el Facebook. Y estos niños y adultos tienen a personas como el Padre Rafael. Recuerdo anoche cuando llegué, los salesianos ya habían cenado, me indicó donde estaba la comida y se fue a orar con los jóvenes. Después regresó. Los salesianos de aquí son así. Se desviven por el huésped. Estuvo un rato hablando conmigo, como siempre ofreciéndome buenos consejos. El secreto del buen sacerdote es la pureza, el amor a Jesucristo, ama mucho a Jesús y por él renuncias a una mujer. Me contó lo que no es ningún secreto, pues lo ha contado en Valencia infinidad de veces. El origen de su vocación. Tenía novia pero queriéndola se sentía vacío. Una vez ayudó a una chica con un consejo, ella amaba a un hombre pero veía que no era feliz, él le dijo que lo dejase y buscase otro y así halló la felicidad. “Si esto lo he hecho con una persona, ¿por qué no puedo hacerlo con muchas más?” La condición era ser salesiano, religioso entregado a los demás. Y así lo hizo. A un joven que tenía novia y deseaba ser religioso le hizo la pregunta que él se planteó: “¿Cuándo estas con ella, queriéndola como la quieres, estando enamorado, sientes un vacío en ti?”, “Sí”, respondió. “Pues tienes vocación”. También me dijo que lo que más necesite, esa petición más urgente o necesaria se la pida a Jesús en el momento de la consagración. Él está allí, conmigo y me escucha. Y aquí sigo, esperando a mi hermano y hermanas en la fe. Os dejo. Son las 11:52 en España, dos horas menos en Togo. Voy a dar un paseo, a disfrutar de esta tierra y seguramente me acercaré a la capilla. Se oye la voz de Rafael hablando con una persona. La casa está abierta y siempre encuentran a un hombre de Dios que les acoja. ¿Dónde está Dios en esta tierra? En los buenos misioneros, en el blanco que no va a explotarles sino a servirles. Entiendo que les cueste integrarse en Europa. El sacerdote ama a Dios, es un enamorado de Dios. En Europa cuesta hablar de Dios. Aquí es todo más fácil, ellos no tienen comida pero tienen a Dios. Nosotros tenemos comida pero no tenemos a Dios. ¿Quién es más rico? Os dejo para que lo penséis. Y de nuevo retomo este diario misionero. África duerme. Aquí son las 10:57. Imagino que Europa también duerme, pero con la diferencia de dos horas. A las 5 amanece y es de día, todos se levantan a trabajar, con este ritmo tan en armonía con la naturaleza. Bien, por fin llegaron los togolitos. Mejor dicho nos cruzamos en el camino. Con el Padre Rafael iba a visitar la casa de acogida de niñas abandonadas y mira por donde Leonard venía con él y ellas. El campamento había concluido. Se encontraban de nuevo en casa, en este hogar donde todos son bien recibidos. Comida para las 12 y a las 12 la comida y para 12, bueno, mas, los cinco togolitos a los que se han sumado Bertran, Olivier y Charles. Juntos comiendo en la mesa de los misioneros salesianos. Después de realizar la primera comida, un buen potaje y como no el plátano, los más sabrosos que he comido nunca, hemos partido hacia Bassar. Y allí la verdad, ha sido como todo lo que estoy viviendo: inolvidable. Lo que se ve en Pueblo de Dios es real. Todo aquí parece una película. El misionero seglar que llega y se encuentra con que uno de los acampados en los primeros campamentos con dieciocho años es el Jefe del Campamento, un chaval responsable y activo, de los que arrastran a la juventud. Después hemos saludado al Padre Quezito, que es su nombre, un sacerdote cordial, amable, de esos que los ves integrados en el grupo y animando a los chicos y chicas. Realmente el clero nativo tiene sacerdotes muy buenos, como este buen vicario y responsable de la juventud y el Padre Athanáse. Y allí las cocineras nos han obsequiado con un plato de comida. Ya habíamos llenado el estómago, pero aquí rechazarla es una falta de respeto y consideración, una ofensa. La Virgen María nos invitaba a comer y no podíamos negarnos. ¡Qué cursilería! Pues no, acaso María no fue una mujer que vivió como estas santas mujeres. Una pequeña casa, sin luz ni agua corriente, en un pueblo de chabolas, cocinando lo que buenamente podían recoger Jesús y José. Sí, Dios está en África y lo ves. Ves a Jesús con una sola prenda de vestir, duchándose con un cubo, correteando por calles sin asfaltar. Ves a María cargando sobre su cabeza un cántaro, o una cesta o la poca ropa que tenían, la túnica sin costura de su hijo, éstas fueron las únicas coronas que llevó nuestra Madre en vida, la misma diadema que cubre la cabeza de la mujer togolesa. Y María nos ha ofrecido lo que tiene. Es verdad no es la comida de un restaurante, pero es más semejante a la que le sirvió Marta a Jesús cuando su hermana se encontraba escuchando a los pies del Maestro, o la que le ofreció la mujer de Zaqueo cuando el marido llegó todo contento diciéndole que preparase un plato más porque tenían un invitado ilustre. Y nuestro plato os lo confieso, lo veréis en las fotos, me ha encantado. Eran habichuelas pequeñas con una salsa picante, harina y aceite de coco, perdón, no recuerdo bien. Este tiquismiquis se lo ha comido y le gusta más esta comida que la que comió en la Imperial Roma, donde todo era con queso y más queso. Aquí no lo veo, a Dios gracias ni lo huelo. Y todo natural, sin pesticidas, comida ecológica de una economía de subsistencia. Muchas gracias, Señoras Cocineras. Después el Padre Quezito nos ha llevado a un campo de futbol y allí, ale, ha hacer fotos. Al final todos los niños son iguales. Les dejas la cámara y con tres o cuatro años enseguida aprenden a utilizarla y cuando les muestras las fotos te rodean, la ven, se ríen, pasan las que han hecho. Los niños y todos en seguida se desviven. Y esta tarde he comprendido porque los misioneros y las misioneras cuando hay un conflicto armado deciden quedarse con ellos, ascendiendo en su compañía por el trágico calvario de las matanzas, genocidios, y todo tipo de atrocidades. Se ganan el corazón. Es imposible cuando los conoces abandonarles ante la posible presencia de soldados o rebeldes dispuestos a matarlos y secuéstrate o asesinarte. Porque hay alegría, la que se expresa y contagia con los dos tam-tams, pero de ellos os escribiré más tarde. El sacerdote totalmente entregado, “mon pare”, distribuyendo en dos equipos a las chicas y en sendos a los chicos. El primer partido, el de ellas. Previamente, foto y a jugar. No, antes el saque de honor. Es la primera vez que me lo han pedido. ¡Y en África! Dios ayúdame. Patada y aplauso. Repite que no ha salido la foto. Patada, el balón corre en el pasillo realizado por los jugadores y aplauso. Ah y enseguida el Padre ha rezado una oración en la que por lo que entendía pedían a Dios que el deporte fuese medio de convivencia. Aquí sin Dios no se hace nada, Él está muy presente. Algunos dirán porque tienen hambre, pues no. Es porque lo llevan en sus venas. El partido ha seguido. Me he retirado para orar. ¡Y qué bien se ora en África! La tierra es toda ella oración. El Paraíso debió encontrarse en un lugar cercano a Bassar. También hemos tenido tiempo para ofrecerles el obsequio destinado al Padre Quezito y a los chicos y chicas de CV-AV, descubriendo un juego para ellos desconocido: el parchís. Y hemos escuchado y disfrutado con sus danzas, participando en ellas. Concluido el partido nos hemos trasladado a la parroquia y allí el párroco nos ha saludado e invitado a su casa, donde nos ha obsequiado con un vaso de agua. Su hogar, pobre, sencillamente, una modesta casa de un grupo de viviendas de barrio marginal. Es una Iglesia pobre. Tiempo de aseo para los muchachos y muchachas y a misa. He llegado tarde. El párroco me ha invitado a participar en la eucaristía, y el vicario me ha acompañado a la sacristía donde me he revestido con la túnica, diferente a la nuestra y la estola. La Iglesia es amplia, una nave con un Cristo y una Virgen. Iluminada con tubos fluorescentes, la mitad de la nave, solamente. Pero una Iglesia viva. Los chicos cantaban haciendo sonar el tam-tam. Misa alegre, en la que el párroco nos ha dado las gracias. Concluida los togolitos han regalado una medalla con una cruz y dos estampas, la Virgen de Guinea Ecuatorial que nos regaló el Padre Vicente Jorge, salesiano y la “Mareta” o “Mare de Deu del Miracle de Cocentaina”. Todos lo han recibido y hasta el párroco, vicario, monaguillos y personas que han asistido a misa. Me han pedido unas palabras: “Gracias África. En España es más importante ganar la Eurocopa que ganar a Dios. Vosotros ganáis una copa más importante, tenéis la mejor, la del amor a Jesús y a María. Ojalá algún día seamos como vosotros”. Comenzamos a las seis, anocheciendo. Con apenas luz hemos caminado hasta el comedor. Al lado, en una sala, nos han obsequiado con bailes típicos de su tradición. Y nos han contagiado lo que ellos viven. El baile y el ritmo mediante la percusión forman parte de su esencia. En cada gesto había un trasfondo cultural, miles de años repitiéndolos, en el fondo las dos fuerzas que mueven la humanidad: la sexualidad y la guerra, la vida y la muerte, el encuentro para engendrarla desde el amor y el encuentro para exterminarla desde el odio. El seductor y el conquistador, en sus miradas y movimientos se hallaban estos dos personajes. Al ritmo del tam-tam y el tambor han danzado y hemos danzado, integrándonos en esta cultura, no tan lejana a nosotros. Pues de ella beben las entradas de Moros y Cristianos. Baste en Alfarrasí ver la comparsa de los Karkamios para confirmarlo, o los bailes. Pues sí, es el sonido de la tierra. El africano vive en la naturaleza, no tiene luz en la noche. Y observa las fieras, como seducen los machos a las hembras y como se atacan entre sí. Observa el sonido de los truenos y trata de imitar a la naturaleza embravecida que sacude los árboles e inunda al río. Se funde con ella. ¡Qué felices éramos allí! Pero nos hemos tenido que marchar. Realmente me sentía de la tierra, integrado en este pueblo, cautivado por ellos. Y al volver en el camino gentes caminando. Regresamos a casa. ¿La llave de esta habitación? No la encuentro. Busco en los bolsillos, la ropa, el bolso, el coche y nada. “San Antonio, 10 euros si la encuentro”. El Padre Rafael ya ha llamado a los alumnos carpinteros, vienen con el martillo y escarpe. Cecilio me dice que ya la han encontrado. ¿Milagro? La Divina Providencia. Nos lo explica el Padre Rafael: un muchacho ha venido a pedir comida, pues en todo el día no había probado bocado y le he dicho que si encontraba una llave le daba una fiambrera de espaguetis con tomate. “No la encuentro”. “Pues reza a la Virgen María”. Se ha puesto a rezar el rosario y mira por donde entre el barro del camino aparece. Al Padre Rafael los 10 euros prometidos a san Antonio, el muchacho ha recibido la fiambrera. A los pocos minutos la ha devuelto vacía. Tenía tanta hambre que ha sido un sorbo de espaguetis. Y además dos velas para iluminar su casa. Sí ésta es la realidad de África. Y no culpabilicemos sólo a sus gobernantes. El africano pasa hambre y no protesta, calla, aguanta, espera. Es verdad que muchos sobreviven. Hay algunos niños con la famosa tripita. La mayoría están delgados pero no están desnutridos. La economía de subsistencia les mantiene vivos. Es vivir en la España del siglo XIX o de la postguerra, cuando sólo se tenía un vestido y se comía lo que el campo o el corral ofrecían, y uno se moría si no tenía dinero para el médico y las medicinas o la familia pasaba hambre si ese año las cosechas había sido exiguas. Otro momento vivido ha sido cuando han traído el agua, fresquita por ser transportada con una nevera de las que nos llevamos a la playa. Y yo con la sed que tenía sin poder beber por profilaxis, es decir, prevención de enfermedades como las diarreas o las amebas. El agua embotellada siempre. Pero, ¿qué podían hacer cuando el sacerdote del otro campamento les ofrecía agua del grifo? ¿Y aquí qué podíamos hacer cuando desde otra actitud, como obsequio al invitado el párroco nos ha ofrecido un vaso de agua fresca, lo único que tenía? Beber y con sed, más buena sabía. Y ahora a dormir. Que mañana a las 7:30 hay que levantarse. Sencillamente soy feliz aquí. Estaba enamorado de este continente, pero era sólo un sueño, no lo conocía. Ahora lo conozco y ya no estoy enamorado. Ahora amo este continente, la tierra donde estoy pasando unos días y lo amo no como me lo han contado sino como lo estoy viendo y viviendo. Con las sacudidas que provoca en el alma ver niños y niñas hambrientos y alegres, de contemplar las viviendas donde viven ellos, su pobreza total y viven. África enseña, es mejor que lo que imaginaba y no es tan duro el clima. Hay días en nuestros pueblos, de “ponentá” mucho más pesados. Aquí no me duelen las piernas y allí sí. Bien os dejo que son la 1:56 en España, va a comenzar un nuevo día en África. Mañana tenemos comida con el Obispo y seguramente os llegará por e-mail o gracias a Juan en las redes sociales estas diecisiete páginas escritas en tan sólo cuatro días. Buenas noches o buenos días si al abrir el correo lo he podido enviar y os ha llegado. Seguid rezando porque el grupo es feliz. Los cinco, especialmente las chicas, Mireia, Silvia y Amparo están disfrutando muchísimo, hablan y no paran, de como nos reciben y como se despiden de nosotros. Sin conocernos nos obsequian con lo mejor que tienen, cantan y danzan para nosotros y nosotros nos sentimos uno más de ellos. Será difícil olvidar. Si no cambian las circunstancias, habrá un antes y un después de Togo, la huella quedará marcada como ha ocurrido con Cecilio, que por cierto, es para hacer sólo con él un reportaje de Pueblo de Dios, como baja de la furgoneta y se acerca al grupo, saluda a los que ya conoce, les habla en francés y se los gana enseguida, con ese corazón noble de granadino que tiene. Bien, son las dos del día 5 de Julio. A dormir.

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